A veces resultan fortuitos los vericuetos por los que uno escoge una serie o una película. Llegué a “Bienvenidos a la Tierra” tras escuchar en Spotify la maravillosa banda sonora compuesta por Daniel Pemberton. Tiré del hilo y vi que era una serie documental de seis episodios producida por Disney y National Geographic con el actor Will Smith como narrador y protagonista de varias expediciones a lugares remotos.
Smith, al margen de los ambientes de Hollywood, es un hombre muy familiar, y pensé en el sacrificio que hizo para arriesgar su vida a muchos kilómetros de su mujer y de sus hijos. Entra en volcanes, surca ríos en kayak, se sumerge a más de 400 metros de la superficie del mar, se adentra en cuevas y glaciares… El protagonista de “En busca de la felicidad” cita a su abuela en la serie: “Mi abuela decía: ‘Dios pone las mejores cosas de la vida al otro lado del miedo’”. Su abuela también le dijo una vez: “No dejes que el fracaso se te suba al corazón ni que el éxito se te suba a la cabeza”. Smith afronta sus miedos aquí: a las profundidades del océano, a las alturas, a los hielos. Pero los supera con fe, con confianza en sus guías y con bastante humor.
Otra de las razones para ver la serie fue el nombre del cineasta Darren Aronofsky (“Noé”, “El luchador”, “La fuente de la vida”, etcétera) como productor. Pero lo que, a la postre, más me interesó no fueron los paisajes y la belleza del planeta, sino cómo algunos exploradores que conducen a Will Smith al borde del peligro habían padecido infortunios en su vida urbana y cómo resurgieron de sus heridas y de sus adversidades para permanecer en comunión con la naturaleza. La naturaleza como refugio. Como lugar espiritual para conseguir una segunda oportunidad.
Segundas oportunidades
Es el caso de Erik, un montañero ciego a quien diagnosticaron retinosquisis juvenil. Pese a ello, antaño escaló el Everest y aquí merodea por un volcán sin tropezar ni una vez. “Sabes... cuando me quedé ciego, hubo un momento en que me lamenté y esas cosas, pero... con el tiempo, aprendí que debes... despedirte de esa vida de visión y asumir una nueva vida, ¿sabes?, parte de ti muere y parte de ti renace”, explica.
O la bióloga marina a quien un cocodrilo mordió y arrastró hacia la oscuridad, lo que no evitó que siguiera surcando la noche en una canoa con fondo de cristal: “Parte de ser explorador implica superar tus miedos”. O el de Diva, otra bióloga que, pese a que estuvo en unas dieciséis expediciones, no vio a casi nadie parecido a ella (mujer de color nacida en un país en vías de desarrollo). “Y quiero cambiar eso”, admite.
O el caso de Albert, un explorador que utiliza una pierna ortopédica. Perdió el miembro en un accidente de coche y eso le condujo a otro plano vital: “Transformó lo que soy. Me hizo ver una realidad que no hubiera conocido de otra forma”. O el caso de Dwayne, expedicionario. Smith le pregunta qué le condujo a esa profesión: el hombre confiesa que se vio implicado en “un accidente de violencia armada” en el que casi pierde la vida. Alguien le apuntó con una pistola, pero el gatillo se atascó dos veces y él se salvó. “Sobreviví a ese incidente, pero me hizo pensar. En ese momento, decidí que quería que mi vida tuviera más significado, y eso me llevó por el camino de la exploración”.
Todos ellos son ejemplos de superación, de nuevas oportunidades, de giros del destino que los transformaron en personas nuevas, renacidas. Gente que se ha enfrentado a sus miedos y ha conseguido una especie de renacimiento en parajes inhóspitos. El propio Smith apunta: “Una razón por la que vivo mi vida de la forma en que lo hago hoy es porque era un niño muy miedoso. Me acosaban todo el tiempo, ¿sabes?”. En “Bienvenidos a la Tierra” se ocupa de buscar la fuente de algunos sonidos, los enigmas del silencio, la velocidad de la iguana, de la arena y del agua, el olor que desprenden sustancias y especies… y todo ello en zonas asombrosas de Las Bahamas, Tanzania, Namibia, Brasil, Islandia… Su principal objetivo era “Salir de mi zona de confort, conectarme con el planeta, y, con suerte, inspirar a otros a hacer lo mismo. Los exploradores me llevaron al fin del mundo y más allá. Me mostraron que nuestro mundo está lleno de maravillas. Fuerzas escondidas que no vemos y que apenas entendemos”.
La serie nos enseña que el miedo también nos sirve para superarnos a nosotros mismos. Es perfecta para verla en familia y para que los niños (a partir de 12 años) entiendan la naturaleza como un lugar apartado de la negatividad del mundo urbano, como un refugio espiritual donde contemplar el espectáculo de la Tierra.