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Para poder buscar a Dios necesito dejar de lado lo que me perturba. Así me lo dice Jesús:
"Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo".
Quiero que no pese mi corazón, que no esté cargado de cosas innecesarias. Vendrá Dios a mí como un lazo y me atrapará.
No quiero dejarme llevar por el libertinaje, por las preocupaciones de cada día, por la embriaguez que embota mis sentidos.
Amar
Quiero que se hagan vida en mí las palabras del apóstol:
Progresar, mejorar, cambiar. ¿Soy mejor persona hoy que hace algunos años? Es la pregunta que brota en mi corazón.
Cada adviento surge la misma pregunta. ¿Soy la mejor versión de mí mismo? ¿Soy ese niño que espera maravillado el nacimiento del Señor o siento que mis sentidos están embotados?
En el momento presente
A veces estoy en vela, pero no estoy atento. No puedo dormirme, una preocupación me perturba, vivo agobiado pensando en todo lo que puede suceder mañana.
Me fijo en la mancha sobre el mantel blanco, en el error entre muchos aciertos. Y la angustia me turba.
El otro día una persona argentina se inventó un verbo: "presentear". Me gustó. Hay personas ingeniosas capaces de inventarse palabras nuevas que hablan con precisión de la realidad.
Presentear es vivir en presente. Es hacer del presente mi vida. Supone detenerme en ese instante sagrado que vivo, en el lugar que habito, con las personas con las que estoy de camino.
Atento a lo que me rodea
Estar en vela tiene que ver con ese don. Contemplo lo que me rodea y agradezco. Miro mi vida, mi cuerpo, mis sueños.
Miro lo que tengo y lo que aún no poseo, pero eso no me inquieta. Cuando presenteo miro mi vida en vela, despierto y atento.
Nada me inquieta en ese presente que paladeo. Cada segundo, cada momento que va pasando ante mis ojos.
No me turbo, no me inquieto. Estoy en vela, tratando de retener en mi alma todo lo que puedo contemplar, oler, sentir, oír, medir. La vida no se me escapa en ese instante sagrado.
Encontrar a Dios ahora
Me gusta la eucaristía en la que la muerte y la vida de Jesús vuelven a ser presente. Y ese momento de adoración en el que Jesús y yo estamos solos, en un momento sagrado de intimidad.
Me gustan esas conversaciones en las que nada se interpone, ni siquiera la pantalla que me puede separar de ti. Allí los dos solos en presente aquí y ahora viviendo la vida.
Me gusta el te quiero dicho en presente, aquí y ahora. Presenteo mi momento, lo que vivo.
En presente puedo escuchar mi vida, sentir mis pasos de ahora y agradecer por mi pasado. Puedo descansar en el Dios de mi historia.
Y ahí se me revela el sentido de mi propia vida. En esa vela audaz, paciente y confiada se me revela el rostro de Dios que va conmigo, me abraza, me ama y en presente escucho su voz:
Aprovechar la vida
El adviento es un tiempo de espera, de velar y esperar a que Dios se me revele en esa búsqueda paciente, detenida en este tiempo que vivo, que desgrano.
Presentear tiene que ver con velar. Con estar atento a la vida que me muestra el sentido último de mi existencia.
Estoy aquí para dar esperanza, para señalar el camino con mi vida, con mis gestos, con mi amor.
Aquí y ahora. En este camino que recorro y en estas horas que se me deshacen suavemente entre mis manos.
Así quiero vivir cada día. Sin dejar pasar la oportunidad de amar a los que están conmigo ahora. Al que recorre mis mismos pasos. Al que Dios me ha regalado para mirar la vida.
Así, sin interferencias, sin nadie que moleste mis pasos, quiero vivir en presente este Adviento.
Caminando hasta Belén y buscando a Dios que se hace carne para recorrer mi vida.