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Apegarse sin perder la libertad… ¡es posible!

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 22/11/21
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Vivir en la tierra y al mismo tiempo en el cielo, probar la salvación estando en el mundo

Jesús quiere que me salve con el mundo, porque en su cruz todo el mundo ha sido ya redimido.

Quiere que ame a los hombres en este mundo. Quiere que me vincule con el corazón en paz. Decía el padre José Kentenich:

Soy capaz de vivir apegado al mundo y al mismo tiempo libre de sus esclavitudes. Apegado a su verdad que me hace libre y rechazando esas mentiras que me esclavizan.

Libre de mentiras

No soy más cuando más tengo, mis posesiones no me hacen libre ni feliz. Tampoco soy más feliz cuando me siento poderoso.

El poder no me salva, muchas veces es una carga que me hunde en la ansiedad y en el stress.

No quiero perder lo que poseo. El poder es tentador. Por eso no quiero aferrarme al cargo que tengo o a los bienes que poseo.

Ni el poder ni los bienes me hacen feliz. Son medios para una felicidad mayor, para un amor más grande.

Apegado a la verdad

Por eso me vinculo con libertad y lo pongo todo a disposición de los hombres. Los entrego con paz en el alma cuando los voy a perder.

No me ofusco pretendiendo retener lo que quieren quitarme. Todo es don, gratuidad.

Vivir así me da paz. Mi reino tampoco es de este mundo. Por eso vivo en el presente sabiendo que todo es pasajero.

Y al mismo tiempo no dudo de la promesa que Dios me hace:

Las raíces y las alas me llevan a Dios

Soy parte de su reino. Nada de lo que sucede se pierde. Todo importa, todo vale. Vivo con raíces que me atan a la tierra. Y con grandes alas en mi espalda que me elevan al cielo.

Esa forma de vivir es la que deseo. Vivir anclado y desapegado. Vivir en la tierra y en el cielo.

Con amor concreto y limitado a lo que me rodea, a todos a los que amo. Y con un amor muy hondo a Dios que me llamará un día para estar a su lado.

Mi reino no es de este mundo. Y al mismo tiempo comienza en el presente y en este mundo concreto que ahora habito.

Todo tendrá un sentido en el plan de Dios que desconozco. Sólo quiero ser fiel en los pasos que doy por esta vida. Sin amarguras, sin penas, sin angustias.

Como Jesús

A Jesús lo condenan después de haber amado a todos. Yo sigo sus pasos y siento que mi camino es también el suyo.

Cuando recibo halagos no me siento más valioso. Cuando me critican no me siento peor. Trato a los dos como impostores. Y sigo amando en el presente.

Jesús en su vida sólo hizo el bien. Amó a los suyos. Perdonó los pecados. Curó enfermedades.

Comió con pecadores y publicanos. Predicó un camino de salvación, palabras llenas de vida y esperanza.

Amó en lo humano los corazones rotos. No condenó a nadie, sólo perdonó al que estaba lejos de Dios.

Salvó a los perdidos. Orientó por el buen camino a los que no creían en nada. Fue un motivo de esperanza para los desesperanzados.

Testigo de la verdad

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Pero parece que eso no basta. Muchos ven en Jesús un peligro. Sus palabras, sus afirmaciones, sus gestos rebeldes.

Parece un desestabilizador. Mejor acabar con Él. No ha hecho nada grave, pero es una amenaza.

Los fariseos, los escribas, están bien como están. No quieren perder la posición que tienen, su poder.

Les ha llamado Jesús sepulcros blanqueados. Como si ellos no fueran depositarios de la verdad de Dios. No pueden tolerarlo.

Deciden entonces acabar con Él. Mejor así, que muera un justo por el bien de todos.

Mi corazón se entristece. Su muerte me violenta. Jesús ha venido a rescatarme de mis esclavitudes y de mis mentiras:

Es testigo de la verdad. De la plenitud a la que me llama. Eso mismo es lo que yo quiero ser.

Jesús no quiere que me aparte del mundo, quiere que viva en él siendo yo distinto. Quiere que me salve estando en el mundo y al mismo tiempo siendo del cielo.

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