El tiempo que estamos viviendo parece, a veces, un tiempo vacío. Es como si todo lo que planeamos, todas nuestras ambiciones y sueños fueran devorados por un abismo.
Por mucho que intentemos encontrar nuevos estímulos, motivaciones que nos den entusiasmo, cada vez hay más el sentimiento de algo que se sale de nuestras manos.
Quizás no sea coincidencia que cada vez más estemos enfocados en nosotros mismos, en nuestra satisfacción personal, en la búsqueda de nuestra afirmación individual.
Parece paradójico, pero cuanto más nos cerramos sobre nosotros mismos, más luchamos por darle sentido a la vida.
Cuando falta un para, cuando no hay por quien vivir, el tiempo nos parece vacío. Sin embargo, este es el signo del amor: solo cuando comenzamos a gastar nuestras vidas por alguien, encontramos el significado de las cosas.
Para volver a la vida necesitamos volver al amor y para poder volver allí quisiera reflexionar sobre 5 actitudes que necesitamos tener:
1Recordar
La gran tentación del corazón humano, como nos enseña la historia de Israel, es el riesgo del olvido. Olvidar lo que el Señor ha hecho y hace.
Cuando perdemos el recuerdo de las cosas que el Señor ha hecho en nuestra vida nos acostumbramos a seguir adelante con nuestras fuerzas, con nuestra autosuficiencia.
2Escuchar
Escuchar significa recordar que hay alguien que te habla. Dios siempre lo hace, quiere decirte algo, quiere comunicarse contigo.
Eso de lo que nos damos cuenta más tarde es en realidad lo que está al principio, en un principio inconsciente: Dios siempre ha comenzado a amarme.
Estoy aquí porque Dios me amó y es aquí donde comienza la posibilidad de dar sentido a mi existencia. Empieza a escuchar.
Esta invitación a escuchar es una sugerencia para darte cuenta de que no eres el primero, pero tampoco estás solo.
Dios es quien te acompaña en tu camino desde el principio. Escuchar significa tener la experiencia de ser amado.
3Escucharse
Para amar necesitamos reconciliarnos con nosotros mismos: ¿realmente quiero mi bien? Muchas relaciones distorsionadas tienen sus raíces en esta falta de amor.
Si no me siento amado, si no me reconozco digno de ser amado, si siempre me siento inferior e indigno, lo que salga de mí probablemente será el fruto de la frustración.
Muchas malas acciones surgen de esta percepción distorsionada de uno mismo. Por tanto, es necesario volver al origen, es necesario redescubrir la conciencia de ser siempre amado por Aquel que dio su vida por mí, de una vez por todas, y que no retira su palabra.
4Actuar
El amor no se puede fragmentar: o amas o no amas. El amor pide totalidad: el alma y las fuerzas, los afectos y el cuerpo.
El amor requiere coherencia y totalidad. Si te amo, elijo actuar a tu favor.
Por tanto, la vida de fe se sitúa en un plano muy concreto: el amor es una respuesta a esta llamada inicial de Dios y a la llamada que me sigue haciendo en la encarnación.
Su amor tomó un rostro. El rostro de Aquel que se ofreció a sí mismo por mí, que dio su vida por mi amor (Hebreos 7, 27).
5Conectar
Pero el amor no puede permanecer cerrado dentro de los confines de una relación. El amor es siempre un exceso, el amor sale de sí mismo, se entrega. Por eso, la relación de amor entre Dios y el hombre se abre necesariamente a los demás.
Es el amor generativo el signo de una auténtica relación con Dios. No podemos ser burócratas o administradores de lo sagrado.
Si nuestras acciones no están marcadas por este amor, probablemente ya hayamos interrumpido la comunicación con Dios durante algún tiempo.
El amor conecta, tiende puentes, da vida. Pon tu corazón junto al de Jesús para que este pueda volver al amor.