El amor verdadero no sucede todos los días. Un amor que es entrega plena y renuncia sincera. Que tiene raíces hondas. Y se abaja para ensalzar a la persona amada.
El otro día leía una obra de teatro que me conmovió. Parecía un matrimonio perfecto. En el que todo eran alegría, risas y paz.
Pero entonces se desvela un secreto guardado por amor. Algo que la esposa hizo para salvar la vida de su esposo.
Al desvelar el secreto surge el desencuentro. Y la reacción violenta de él deja ver que no sucede el milagro que ella esperaba.
¿Cuál era el milagro anhelado? Ella creía que el amor de su esposo era muy grande y poderoso.
Y confiaba en que su amor por ella lo llevara a inmolarse y perder la fama por protegerla.
Él aceptaría el fraude cometido por su esposa como propio y asumiría todas las consecuencias. Lo perdería todo por salvarla a ella. ¿No es eso algo maravilloso?
Sí, sería un milagro maravilloso ser capaz de amar así. Pero en ese momento de rabia no ocurrió nada.
El amor no se puede exigir
En la obra de teatro Casa de muñecas de H. Ybsen no tiene lugar el milagro. El amor propio de su marido desvela que no hay un amor verdadero.
Él se amaba a sí mismo demasiado y por amor no estaba dispuesto a renunciar a nada. Entonces no sucede lo maravilloso.
¿Es posible exigirlo? ¿Puedo exigirle a quien me ama que me ame de esa manera? No, el amor no se puede exigir.
No tengo derecho a que me ames y renuncies a todo por mí. Eso no puedo hacerlo. Yo puedo tratar de amar así, pero no puedo esperarlo de la persona amada.
Amor inmaduro
A veces el amor puede ser muy inmaduro. Puedo amarte de tal manera que sólo seas una muñeca en su casa de muñecas.
En las alegrías estamos felices. Pero cuando vienen los problemas no sé cómo solucionarlos contigo.
Cuando no sé hablar de las cosas importantes, el amor se queda en la superficie.
Se rehúyen los temas delicados. No se habla de las cosas que merecen la pena. No se enfrentan juntos los problemas que suceden ante mis ojos.
El amor inmaduro no me deja crecer como persona. Ese amor inmaduro no es verdaderamente amor, es sólo fascinación o enamoramiento.
En esa etapa del amor el yo está en el primer plano. Yo antes que tú. Yo por encima de todo lo que suceda.
Eso no es un amor verdadero, hondo y santo. No es el amor que me permite ser fiel toda mi vida a la persona que Dios ha puesto en mi camino.
A menudo el amor no madura y permanece en una fase instintiva. Comenta el padre José Kentenich:
Este amor que no madura no es un amor duradero. Muere antes de lo que se espera. El amor en esta fase no resiste las dificultades y pruebas del camino.
Cuando se ama de verdad
El amor maduro es el que ama al otro por él mismo. Y quiere que crezca, avance y logre todo lo que sueña.
Ese amor está abierto al sacrificio y entiende que en el centro sólo puede estar la persona amada.
Esa forma de amar es un milagro, algo maravilloso que sólo sucede en mí por obra de Dios.
Lo normal es que ame a cambio de algo. Que espere recibir un bien al amar. Que me correspondan todo lo que entrego. Que sean conmigo tan buenos como yo soy con ellos.
Ese amor generoso y abnegado al que aspiro me parece muchas veces inalcanzable. ¿Estoy dispuesto a perderlo todo por proteger y salvar a la persona amada?
¿Aceptaría con alegría perder mi fama, mi nombre, mi carrera, mi prestigio por proteger a mi amado?
Es así el amor de Cristo que lo pierde todo en la cruz por amor a mí. Se entrega en manos de los hombres para que yo entienda el sentido del verdadero amor.
Un amor que sabe que la renuncia es el alimento constante del amor.
Quisiera entender que saberme amado así en lo humano me hace mucho más presente el amor de Dios en mi vida.
Si alguien con límites y naturaleza como la mía me ama de esta forma, no puedo ni imaginar cómo será el amor de Dios.
Entregarse totalmente al amado
Yo quisiera aprender a amar así. Yo no estoy en el centro. No soy el importante. Los celos que surgen vienen de mis heridas, cuando fui abandonado o rechazado.
Mis desconfianzas proceden de mi inseguridad innata. No quiero desconfiar cada día de la persona que me ama, así como no deseo que desconfíen nunca de mi amor.
Amar significa renunciar, sacrificarme y entregarlo todo para cuidar a quien me ama, a quien amo.
No quiero que esa persona se quede quieta en el lugar que he deseado para ella.
Quieta en ese espacio sagrado, como en una caja de muñecas, donde vivo y disfruto a su lado.
Quiero que la grandeza del amor crezca. Quiero abrirme a todo lo que pueda sucederme y siempre poner al otro en el centro.
En los momentos duros seré capaz de inmolarme por amor. Renunciaré a mi felicidad para que el otro pueda ser feliz.
Quiero un amor así, capaz de vivir cada día lo maravilloso. Amando desde mi entrega. Sin esperar nada y confiando siempre. Merece la pena ese amor lleno de milagros.