“Con la crisis actual”, según declara la filósofa Marylin Maeso en Les Échos, “ahora sabemos que no sabemos. Y que lo provisional ha venido para quedarse”. El discurso racional no siempre basta para salir de esta “prueba de la incertidumbre”. Y, sin embargo, hay que actuar, incluso desde la incertidumbre, ya que, de lo contrario, el riesgo aumenta.
Tomemos otro caso de incertidumbre, citado por el sociólogo de organizaciones Christian Morel: “Un estudio estadounidense sobre catástrofes aéreas en las que se ha determinado un error humano ha llegado a la constatación de que un accidente tiene más probabilidades de suceder cuando el que está en los mandos es el piloto al mando. La razón no es que los pilotos al mando sean peores que sus copilotos, por lo general es lo contrario, sino que […] cuando el piloto es que el que está al cargo y se equivoca, es más difícil para el copiloto decirle que ha cometido un error y rectificarlo” (Les Décisions absurdes, Gallimard, 2012). Un copiloto, jerárquicamente inferior, tiene miedo de ofender a su superior y no está seguro de tener razón. Esta incertidumbre le empuja a callarse, hasta provocar un desastre.
Estas situaciones nos animan a reflexionar: frente a la incertidumbre, ¿cuáles son las actitudes que conviene adoptar? La primera que viene a la mente es la de la decisión. Una situación urgente e incierta conduce por lo general a una decisión arriesgada, con la reprobación en caso de fracaso y el elogio en caso de éxito. Contrariamente a lo que se cree, reducir el riesgo no es siempre la mejor solución. Se puede preferir tomar una decisión arriesgada porque promete una ganancia superior en situaciones donde el riesgo mínimo solamente promete una ventaja ínfima. Esta observación tan sencilla es el inicio de una reflexión: qué racionalidad introducir en una decisión, con sus criterios de decisión y su nivel de riesgo.
Sin embargo, la historia del copiloto nos enseña otra cosa. Antes de que tomemos una decisión, la incertidumbre genera emociones: miedo, ansiedad, estrés… A veces, estas emociones son tan intensas que provocan parálisis, negación y ausencia de reacción, como a nuestro copiloto. A la inversa, también se puede adoptar una posición excesiva, que tiene el mérito (para quien es víctima) de salir de la indecisión. El conformismo o incluso el espíritu de contradicción pueden convertirse en los criterios primeros de quienes solamente saben decidir. La posición inflexible prevalece sobre el juicio razonable, la terquedad parodia la determinación en las ideas.
No subestimemos el papel de las emociones en un clima de incertidumbre: las emociones prevalecen sobre la razón y tienden naturalmente hacia el exceso y los conflictos. Algunas familias se dividen entre los provacunas y los antivacunas. En las empresas, se desafían fácilmente las decisiones difíciles cuando lo que está en juego es importante e incierto. Detrás de los argumentos pseudorracionales no siempre se da uno cuenta de que se esconden las emociones. Como el miedo que inspira argumentos insuficientes, incluso falsos, pero cuya influencia sigue siendo impresionante.
De ahí el comentario de la filósofa Cynthia Fleury: “Es muy complicado comunicar en torno a la incertidumbre. […] Al no comunicar, se asume el riesgo de reforzar la desconfianza; al comunicar, el de aumentar el sentimiento de inseguridad” (Les Échos, 25/11/2020). Cuando el problema es fuerte, la amenaza próxima y la decisión difícil, la emoción aumenta y no se calma totalmente a través de un discurso razonable. Nueva incertidumbre: para calmar a los inseguros, no es seguro que una comunicación sea eficaz. La única certeza es que no hacer nada va a empeorar la situación. ¿Entonces?
Ante esta situación caótica, me parece útil recordar la sabiduría de Aristóteles en relación a la sagacidad: cuando una situación se vuelve muy incierta y carece cruelmente de sentido, le corresponde al sabio (al responsable, se diría hoy) llenar él mismo ese vacío. ¿Un ejemplo? El llamamiento del 18 de junio de 1940 del general De Gaulle para resistir contra los nazis. ¡Una increíble apuesta por el futuro, por las personas, por Francia, en un universo tan incierto y hostil! Mientras haya vida, el genio humano dispone de ese poder de combatir la confusión de las situaciones y las emociones, y aumentar las probabilidades de éxito: el caos únicamente puede ser vencido por una superabundancia de sentido.