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La historia personal del director y guionista Mike Flanagan resulta familiar. Tuvo una educación católica, pasó por problemas con el alcoholismo y adicción, y terminó recurriendo a la religión en busca de respuestas. Pero le pareció poco en comparación, sobre todo, con lo que descubrió en la ciencia.
Vista su trayectoria, la historia de fanatismo religioso de su nueva serie Misa de medianoche, en Netflix, podría no haber sido más que una soflama anticatólica. Pero, en vez de eso, aborda cuestiones religiosas con seriedad y dedica largos fragmentos de diálogo en los que permite hablar a personajes religiosos.
Muchas críticas modernas a la religión tienden a simplificarla, como si solamente hubiera una manera de ser religioso.
A medida que Misa de medianoche va tejiendo un oscuro relato de maldad burbujeando en una pequeña localidad en una isla, nos presenta a personajes que representan una variedad de acercamientos a la fe.
Algunos son claramente destructivos, como el de la metomentodo del pueblo, Bev Keane, cuya religiosidad se basa en tener información privilegiada y estatus.
Bev se conoce la Biblia mejor que nadie, pero utiliza su conocimiento para su propia ventaja, dividiendo el mundo entre quienes están en su lado y quienes están en su contra.
La fe de Bev es reminiscente del gnosticismo, una antigua herejía en la que solamente los que tenían un conocimiento secreto podían asumir una posición de autoridad.
Cerca de Bev, pero mejor intencionado, está el padre Paul, el sacerdote del pueblo. Milagros y horrores rodean al padre Paul a lo largo de la serie.
En ocasiones, defiende con hermosura la confianza en la bondad de Dios, aunque, a medida que avanza la serie, va quedando claro que le atormenta la idea de la muerte y lucha con saber cómo evitarla.
No contento con las promesas de vida eterna, el padre Paul quiere encontrar soluciones milagrosas a todos los problemas. Está dispuesto a mentir y manipular si eso es lo que tiene que hacer para provocar aquello que cree es la visión de Dios de un mundo sin sufrimiento.
Pero también hay representaciones más nobles de la fe católica. Erin Greene, que se convierte en una de las grandes heroínas de la historia, encuentra consuelo en la fe tras la tormenta de un matrimonio de maltratos.
Para ella, el propósito central de la fe es amar. Erin encuentra gracia y perdón en la Iglesia, lo que le da la fuerza para enfrentarse a los personajes para los que la fe trata sobre rechazar a otros.
También le da la voluntad de aceptar el sacrificio por el bien de los demás, independientemente de si lo merecen o no.
El ejemplo más compasivo de fe católica es el de Leeza Scarborough, una adolescente que quedó parapléjica de niña cuando el borracho del pueblo, Joe Collie, le disparó por accidente.
En una de las escenas más potentes de la serie, Leeza confronta a Joe y le dice cuánto lo ha odiado por lo que le hizo y cuánto desearía poder hacerle daño por ello.
Pero luego añade: “Te perdono. Te perdono y ahora te veo, te veo y sigo enfadada contigo, pero (…) si Dios puede perdonarte, y dice que puede, por todas partes lo dice, yo también puedo”.
Esta acción conduce a un arco de redención tanto para Leeza como para Joe.
El personaje no religioso más fascinante de la serie es Riley Flynn. Riley es ateo, pero es respetuoso con las personas religiosas. Él ve la importancia de las preguntas que plantea la fe: ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué tenemos que morir? ¿Por qué existe el sufrimiento?
En última instancia, lo que hace añicos la fe de Riley es el problema de la teodicea: “Hay tanto sufrimiento en el mundo”, le dice al padre Paul, “y está ese poder superior que podría borrar el dolor con un gesto y hacerlo desaparecer; sin embargo ¿lo hace? No. No, gracias”.
Las preguntas de Riley sobre el sufrimiento no son teóricas. Son las preguntas que están en todos los corazones humanos.
La respuesta superficial y sentimental del padre Paul es del todo insatisfactoria: “Creo que Dios puede coger nuestras obras, incluso las obras más horribles, y convertirlas en otra cosa”, dice. “Sé que puede encontrar el bien en ellas, encontrar el amor, aunque no lo veamos”.
No falta verdad en sus palabras hasta cierto punto, pero no explica por qué o cómo puede ser así. En toda esta emotiva conversación sobre sufrimiento, el nombre de Jesús no se menciona ni una vez.
Este es el desafortunado defecto de la representación del catolicismo en Misa de medianoche. Es una historia cautivadora con personajes que transmiten autenticidad, en especial cuando hablan de religión, pero Jesús está visiblemente ausente.
La única vez que se le menciona seriamente es por boca del sheriff Hassan, un musulmán, que señala que el islam venera a Jesús como profeta. Sin embargo, se echa de menos cualquier tipo de exploración sobre la crucifixión y resurrección de Jesús, aunque solo sea para refutarla.
La fe católica se predica en base a este misterio. Todo lo que enseña la Iglesia sobre el valor del sufrimiento tiene sus raíces aquí. Si Jesús no se levantó de entre los muertos, nada de lo que tenga que decir la Iglesia sobre cualquier cosa importa mucho; porque, llegados a ese punto, como dice san Pablo, los cristianos “seríamos los hombres más dignos de lástima” (1 Corintios 15,19). Pero si sí resucitó de entre los muertos, no solo de alguna manera metafórica, sino de verdad, eso tiene profundas ramificaciones para todo lo que hay en este mundo.
La crucifixión y resurrección de Jesucristo no son conceptos, sino sucesos de la historia. La buena nueva de la fe cristiana no es que todos podemos llegar a ser personas de provecho si intentamos con ganas agradar a Dios, aunque muchos cristianos modernos se confunden en este aspecto, incluyendo el padre Paul en esta historia, según parece.
La buena nueva es que Jesús ya conquistó el pecado y derrotó a la muerte. El sufrimiento de este mundo es terrible y, a menudo, aparentemente aleatorio, pero Dios no está ausente de él. En la cruz, Dios da un paso hacia el medio y lo soporta con nosotros y por nosotros.
En la vida sacramental de la Iglesia, cuando nos encontramos unidos con Jesús, nuestros propios sufrimientos encuentran su significado y propósito en unión con el Suyo, no porque estas cosas se conviertan de repente en buenas, sino porque Él está en ellas.
Esto es lo que nos permite tener el perdón y la compasión de una Leeza Scarborough, a pesar de las durezas que soportamos.
Misa de medianoche es más esperanzadora que muchas series modernas de terror. y creo de verdad que Flanagan intentaba hacer una representación justa del catolicismo.
Pero la esperanza definitiva de esta historia se encuentra en lo que no se dice y en la víctima que nunca se menciona, pero que se encuentra en el fondo de todo, derramando su sangre por el bien del mundo.