El próximo 24 de septiembre, los cines españoles acogerán el estreno del esperado biopic en torno a la figura de Antonio María Claret (Sallent de Llobregat, 1807-Abadía de Fontfroide, 1870), filme dirigido por el experimentado en estas lides, y cada vez mejor director de cine, Pablo Moreno, y que distribuirá en salas Bosco Films.
El drama -gestionado por Contracorriente Producciones- se ambienta en 1930. El escritor e intelectual Azorín descubrió un engaño que se había propagado a lo largo de casi 60 años: la vida y las obras del arzobispo español Antonio María Claret, fundador de los Misioneros Claretianos, habían sido cambiadas. Así las cosas, esta película descubre el recorrido de esa investigación que lleva a conocer la historia, pensamiento y auténticos hechos que llevaron a la acción al que fue arzobispo de Cuba y posteriormente confesor de la Reina Isabel II.
Pablo Moreno, que se dio a conocer hace ocho años con la lúcida Un dios prohibido, aventura en torno a los mártires de Barbastro, volvía a poner el foco en la resurrección del cine religioso, antes cuajado de beatería al uso. Desde entonces, Moreno ha destacado por su implicación y compromiso con historias de este corte, como así lo confirman sus muy recomendables Poveda (2016), Luz de Soledad (2016) y Red de Libertad (2017).
En cuanto a Claret, el realizador da aún un paso más, no sólo en su aspecto técnico, sino en la dimensión religiosa que proyecta su protagonista. En este sentido, el director ha sabido sortear con habilidad los mecanismos que podrían llevarlo hacia el moralismo, la sensiblería, los estereotipos u otro tipo de elementos extravagantes. De esta manera, el desafío que suponía adentrarse en el biopic ha quedado felizmente resuelto.
Como en otras ocasiones, llama gratamente la atención que tanto Azorín, como su amigo Pío Baroja, a quien el primero informó al segundo sobre las pesquisas averiguadas en torno a las críticas hacia el padre Claret, por injustas y lo tergiversadas que eran, sean los que pongan más empeño en que florezca la verdad. Dos intelectuales alejados de la vida cristiana, que defendieron sin ambages al sacerdote. Un asunto, por cierto, que también han tratado realizadores españoles Miguel Hermoso (Como un relámpago, 1996) o Gracia Querejeta (Héctor, 2004) con gran acierto, no siendo, precisamente, personas vinculadas con el mundo religioso.
La trama de Claret, además, se narra en dos líneas temporales, que facilita el encuentro dramático, principalmente en su confluencia histórica. Por su lado, el filme deja entrever esa España siempre enfrentada -muy buena ambientación y puesta en escena-, sin perder el punto de vista esencial de nuestro protagonista, desde sus inquietudes por ser cura, su condición de hombre orante o sus dotes para practicar la caridad, entre otras virtudes, en una época especialmente dura por su fuerte carácter ideológico.
Por si no fuera suficiente, Claret cuenta con un muy buen reparto, donde el actor Antonio Reyes encarna a un santo cercano, que a su vez no pierde su identidad como hombre de fe.
Y a pesar de que Moreno insufla a la historia de demasiada información y de algún salto temporal algo forzado, Claret se postula como una de las mejores películas sobre san Antonio María Claret, que hará las delicias de todos los públicos. O dicho de otro modo: Pablo Moreno ha encontrado el equilibrio ideal para que, sin restarle un ápice de espiritualidad al biopic, sus personajes resulten reales, próximos, accesibles. Algo que hasta que Moreno llegó apenas se veía. Muy recomendable.