De forma callada y tranquila, el salmantino Pablo Moreno se ha convertido en la principal referencia del cine católico en la industria española.
El 24 de septiembre estrenará Claret, dedicada al fundador de los claretianos. Pero acumula en su recámara otros dos largometrajes terminados y pendientes del salto a las salas de cine: uno dedicado a la figura de la beata Petra de San José, fundadora de las ‘Madres de los desamparados’; y otro, a la santa Vicenta María López Vicuña, promotora de las religiosas de María Inmaculada. Ambos tendrán que esperar al próximo año, entre enero y junio.
Con estas tres películas son ya diez las que lleva rodadas desde que se estrenó en 2008 con Talita Kum, basada en el paisaje bíblico de la resurrección de la hija de Jairo. Luego llegarían Pablo de Tarso. El último viaje (2009) y Un dios prohibido (2013), la película que le dio por primera vez notoriedad.
Con Poveda (2016) inicia una línea de trabajo dedicada a contar la biografía de personajes destacados de la historia de la Iglesia Católica y con una gran proyección social.
Tras Poveda, llegarán Luz de soledad (2016), dedicada a Soledad Acosta, figura clave de las Siervas de María; y Red de libertad (2017), sobre la labor de la monja Helena Studler, de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, durante la ocupación francesa por los nazis.
Además, es codirector de la parte de ficción de Tierra Santa, el último peregrino, documental estrenado este mismo año.
-En tiempos en los que se habla tanto de ‘guerra cultural’, su cine parece más propositivo que combativo.
En nuestra empresa, ‘Contracorriente’, somos más partidarios de sumar que de restar. Es verdad que vivimos tiempos conflictivos en los que a los cristianos nos toca muchas veces poner la otra mejilla. Fastidia mucho, no lo voy a negar, pero es lo que hay.
Hay películas que se hacen con una voluntad ofensiva, de destruir al otro, y el público se da cuenta. No es mi estilo, ni me interesa ese tipo de cine. Yo no seguiré el camino de la confrontación.
Nosotros queremos ser un puente entre el mundo de la Iglesia y el de la sociedad. Favorecer el diálogo. Y para dialogar hay que estar dispuesto a salir de ti mismo y entrar en los motivos del otro.
- ¿Y esa labor de puente cómo se hace en un entorno hostil como el actual?
Nosotros no adoctrinamos, ni pontificamos, porque eso no lleva a ninguna parte. Lo que sí hacemos es reivindicar nuestro derecho a existir y a contar nuestras historias.
Ofrecemos películas sobre personas que merecen la pena. Al margen de su condición religiosa, son ciudadanos que hicieron cosas extraordinarias en tiempos complejos que se parecen mucho a los nuestros. Nos dirigimos a todo tipo de públicos: a creyentes y no creyentes.
-Ha escogido el camino de narrar vidas de santos, un subgénero que tenía muy mala fama y que usted ha logrado dignificar de nuevo.
Las órdenes religiosas han desarrollado un sentido crítico de su propia historia. Y eso incluye también la autocrítica del papel jugado por la Iglesia en algunos acontecimientos. Y todas tienen claro que hay que huir de las películas de estampitas, porque son irreales, hacen mucho daño y no se las cree nadie. No es ese el camino.
- ¿Cuál es entonces?
La única vía es contar con honestidad unos hechos que tienen relevancia histórica y teniendo siempre presente que los santos son, en primer lugar, personas como nosotros.
El espectador quiere poder identificarse con personajes humanos, poder conectar con ellos. Y hacerlo con un santo clásico perfecto y de cartón piedra es muy difícil
- ¿Es una locura reivindicar a los santos en la era de los superhéroes?
En absoluto. Todo lo contrario. El cine de superhéroes revela nuestra necesidad de buscar ejemplos y modelos humanos que puedan inspirarnos. Y en la historia de la Iglesia tenemos muchos, y muy cercanos.
-El objetivo del cine religioso ¿ha de ser producir conversiones?
No lo buscamos, aunque si las hubiera serían bienvenidas, por supuesto. Tenemos claro que queremos hacer un cine relevante que se dirija a esa sed trascendente que toda persona tiene y que no se apaga. Pero, por encima de todo, los personajes de nuestras historias ofrecen esperanza.
-Muchas de las obras están financiadas y promovidas por las propias órdenes religiosas a las que pertenecen los protagonistas de las historias.
Las congregaciones han empezado a sentir la necesidad de construir los nuevos retablos de nuestro tiempo, que son los relatos cinematográficos y audiovisuales.
Son el mejor modo de salir hoy al camino a predicar y continuar el espíritu misionero, contándole a la gente que lo que hacen es importante, y transmitiendo su historia y sus valores.
- ¿Son ellas las que los buscan a ustedes o al revés?
Hemos ido muy pocas veces a ofrecernos. Pero ya nos conocen por nuestro trabajo y son ellas las que vienen a nosotros, nos ofrecen sus historias y nos piden que las llevemos a la pantalla.
-En sus narraciones tienen mucho peso personajes con un fuerte compromiso social. Inevitablemente la dimensión espiritual queda en un segundo plano.
Este es un debate muy interesante y sobre el que hemos reflexionado mucho. ¿Cómo muestras la espiritualidad en el cine? ¿Cómo filmas lo inefable? Tienes que ser Terrence Malik para hacer sus películas; yo no sería capaz.
No me queda más remedio que filmar cosas más accesibles y concretas, que, por otra parte, es lo que pide también la narración cinematográfica. El camino nos lo marca el propio evangelio: “Por sus obras los conoceréis”. Son las obras las que definen la espiritualidad de los personajes.
-Pero las películas tienen varios niveles de interpretación…
Sí. Nos gusta que las películas tengan varias capas. Una vez definida la línea narrativa trabajamos para enriquecerla desde una perspectiva iconográfica o simbólica. Quizás no todos los espectadores lo vean, pero está ahí.
-Póngame un ejemplo.
Tenemos cientos de piedades recreadas en nuestras películas. El público a veces las identifica y otras no.
Otro ejemplo. En Red de libertad todas las matrículas de los coches hacían referencia a citas bíblicas que guardaban relación directa con lo que se estaba contando en ese momento. Citas que nos habían proporcionado la reflexión evangélica adecuada para tratar esa parte de la historia.
- ¿Qué le diría al que le acuse de quedarse corto con el tratamiento de la espiritualidad en sus películas?
Si quieres hacer una película accesible, que pueda llegar a todos los públicos, no puedes plantearte un nivel 10 de exigencia espiritual, cuando muchos de tus espectadores quizás no están ni siquiera en el nivel 1. Para mí es esencial que cualquiera pueda acceder a nuestras historias. Hacemos películas para la gente.
Por otra parte, las películas no pretenden agotar el conocimiento de lo que se cuenta, sino, sobre todo, despertar la curiosidad. El que se quede con ganas de más tiene muchos cauces para informarse.
-Últimamente se ha debatido mucho sobre la excesiva pasividad de la Iglesia a la hora de lanzar su mensaje al debate cultural.
Eso es muy cierto. La Iglesia llega muy tarde a todo lo que tiene que ver con lo audiovisual, o incluso a la cultura, para mostrar sus puntos de vista, lo que ofrecen su historia y tradición, sus mejores hombres y mujeres y sus ejemplos de fe. Personas que son importantes desde el punto de vista eclesial, pero también desde la perspectiva social e incluso histórica.
En una disputa cultural el bando ganador busca el lugar más alto para colocar las antenas con las que lanza sus mensajes. Nosotros hemos perdido esos espacios y debemos recuperarlos. Por eso nosotros hacemos cine comercial y queremos que nuestras películas se vean también en los centros comerciales.
-No hay muchos que trabajen con esta perspectiva.
Es verdad que somos pocos y nos sentimos bastante solos.
-El mundo protestante ha acreditado una mayor capacidad en este terreno.
Los protestantes nos llevan muchos años de ventaja. Lo están haciendo muy bien y, además, logran que sus trabajos sean rentables, que es muy importante para poder continuar.
Por eso yo insisto mucho en pedirle a la gente que colabore, que vaya al cine, que no sea cómplice de la piratería, porque lo otro nos corta la posibilidad de seguir trabajando y haciendo más películas.
- ¿Cuál es su película más saqueada?
Un dios prohibido es nuestra película más pirateada. Y lo peor es que en muchos casos son los propios religiosos los que la cuelgan en la red con la mejor de las intenciones, para que se vea y dar a conocer lo que cuenta.
Pero hay que recordar que hacer películas es caro -incluso en el caso de las nuestras, que son bastante baratas- por lo que es imprescindible lograr una mínima rentabilidad para poder seguir haciéndolas.