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La imagen del último soldado que salía corriendo en la noche del 31 de agosto hacia un avión del aeropuerto de Kabul, dio la sensación (y no solo la sensación) de una huida frente a los talibanes que se habían adueñado ya del aeropuerto. Es una imagen que da mucho que pensar.
Miles y miles de ciudadanos afganos que habían colaborado en la intervención y, después, en los gobiernos tutelados por los Estados Unidos y la NATO, no han podido alcanzar un avión que los lleve a otro lugar lejos de la dictadura de los talibanes, de etnia pastún. ¿Qué será de ellos?
Dicen los aliados occidentales que ahora crearán corredores para evacuar a sus colaboradores fuera de Afganistán. Eso no se sabe cómo podrá hacerse, pues los talibanes no son corruptos como eran los gobiernos de los últimos 20 años que tenían en la corrupción su modus operandi. Centenares de miles, por su cuenta, ya se fueron a los países vecinos, a Pakistán e Irán, además de las tres repúblicas ex soviéticas del norte: Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán, cuyas etnias se encuentran entre las minorías que existen en Afganistán.
Si echamos un vistazo en lo ocurrido en Afganistán, una vez derribadas las Torres Gemelas, símbolos del capitalismo y poderío norteamericano, el 11 de septiembre de hace ahora 20 años, podemos analizar, con un poco más de serenidad, lo ocurrido. Estados Unidos se vio atacado en su mismo corazón, en su modelo económico y de democracia liberal, y tuvo que defenderse. Era, y sigue siendo, la mayor potencia económica y militar del Mundo. Buscó el apoyo de sus aliados de la NATO (Europa y Canadá) para atacar los nidos de terroristas que había, especialmente en Afganistán, donde se supone que vivía Osama Bin Laden, el más peligroso terrorista que manejaba petrodólares en abundancia.
Había surgido un terrorismo de raíz islámica radical que quería destruir todo lo que no fuera musulmán. El mundo --y no solo el mundo occidental sino la humanidad entera-- estaba ante un desafío donde el terrorismo islámico atacaba a personas y bienes una y otra vez. Recordemos los gravísimos atentados en España, en Francia, en Italia (habían anunciado incluso la destrucción del Vaticano), en Gran Bretaña, en Bélgica (corazón de la Unión Europea), en Alemania, en Suecia, etc., etc. Centenares de personas han muerto en estos atentados. ¿No tenía derecho Occidente a defenderse frente los terroristas islamistas? Tal vez no lo hizo de un modo adecuado, pero ¿por qué la comunidad internacional no condenó y actuó contra el terrorismo de raíz islámica? ¿Por miedo al petróleo?
Después del atentado a las Torres Gemelas sólo se levantaron los europeos en apoyo de los Estados Unidos y contra el terrorismo islámico. Turquía, que es miembro de la NATO (porque se consideró, al principio, que sería un dique frente a la expansión soviética), ha jugado, sobre todo en los últimos años, con dos barajas. Lo mismo que Pakistán que se dice aliado de los Estados Unidos, pero que mantiene en su país las “madrasas”, o escuelas islámicas, donde se forman los futuros islamistas radicales. Además, se adiestran terroristas en la frontera con Afganistán. Bin Laden vivía en Pakistán. Otros países del Golfo Pérsico han sido tolerantes con el terrorismo islamista.
Por otro lado, el crecimiento demográfico de las poblaciones islámicas ha sido grande, frente a una caída enorme de los nacimientos en Europa. Esto ha comportado una inmigración de poblaciones islámicas, con poco desarrollo económico, hacia Europa, especialmente hacia Francia, Alemania (donde hay una alta población turca), Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, España e Italia. Quitando los dos últimos, eran inmigrantes procedentes de las antiguas colonias. El islamismo radical ha crecido en el interior de estos países y no deja de ser una amenaza. No hay que confundir a todos los musulmanes con los islamistas radicales.
Por lo tanto, si la intervención militar de Afganistán fue a causa del terrorismo islámico, ¿por qué la comunidad internacional no intervino de forma decidida? ¿No es el terrorismo una lacra para toda la humanidad? ¿Qué hizo la comunidad internacional? Condenaban con palabras (parole, parole, parole, como dicen los italianos). Y ahora seguimos con lo mismo.
Los talibanes se han comprometido a eliminar sus plantaciones de opio (las más importantes del mundo); respetar a las mujeres; eliminar el terrorismo de Afganistán… ¿Cuántas de estas cosas van a cumplir? Ninguna ¿Tiene la ONU autoridad suficiente para imponer que se cumplan los derechos humanos en Afganistán? No.
Entonces, ¿son los países occidentales los únicos culpables de lo que ha pasado en Afganistán? ¿O es la comunidad internacional que solo ha hecho proclamas contra el terrorismo, sobre papel mojado, ¿y es incapaz de luchar contra él?
La escasa o nula eficacia de las Naciones Unidas frente al terrorismo, y los intereses contrapuestos de las grandes potencias hacen que ni la ONU, ni su Consejo de Seguridad, tengan los instrumentos para la defensa de los derechos humanos y contra el terrorismo. ¿Es posible que China y Rusia defiendan los derechos humanos? Ya se ha hablado de modificar el funcionamiento de la ONU y de su Consejo de Seguridad, pero nadie le pone el cascabel al gato. ¿Quién nos defenderá ahora del terrorismo islámico? Ha quedado claro que la estrategia de las intervenciones militares no resuelve el problema: lo agravan.
Viviremos otra vez la emergencia de los refugiados: más de 1.000 afganos han sido transportados fuera del país en los últimos días en distintos puentes aéreos desde el aeropuerto de Kabul. Centenares de miles ya abandonaron por tierra el país , mientras decenas de miles quedan dentro de Afganistán esperando salir. Afganistán se ha quedado sin bancos, sin comercio, sin aeropuertos, casi sin ingenieros ni trabajadores cualificados que dirigir la sanidad, la educación, la administración…
Afganistán se ha quedado más pobre y más incapaz de sacar el país de la bancarrota. Son 30 millones de habitantes que necesitan comer, vestirse, ir a la escuela (dónde están los profesores y sobre todo las profesoras en los distintos niveles de enseñanza). Necesitarán mucha ayuda para la reconstrucción del país en ruinas: esperemos que Arabia Saudí, Pakistán, Irán y los países que han apoyado a los talibanes, y también los países que han perdido la guerra.
Mientras, seguiremos viendo aquel último soldado que en la noche del 31 de agosto huía, con el miedo en los talones, hacia un avión americano en el aeropuerto de Kabul. Los occidentales no hemos comprendido a los habitantes del Oriente Medio, los países del petróleo.
Mientras tanto, el islamismo exacerbado de estos los ha llevado al uso del terrorismo, sembradores de la muerte, no solo en occidente, sino también entre los mismos islamistas en lucha continua entre las distintas sectas: suníes, chiíes, bahabitas o salafistas, drusos, etc. Todos seguidores de Mahoma y del Corán, cada uno a su manera, asiendo el islam la religión más importante del mundo, con 1.200 millones de seguidores, después de los cristianos.
Una vez más, la paz queda lejos. No ha sido producto del diálogo y de la comprensión recíproca, sino que ha sido una paz de vencedores y vencidos. Eso no es la paz.