Fray Mamerto Esquiú será beatificado en Catamarca el 4 de septiembre, luego de la postergación motivada por la situación sanitaria en marzo de 2020. Con él, Argentina contará con 14 beatos, que se suman a tres santos que nacieron, vivieron o dejaron fecunda huella en estas tierras: san Héctor Valdivieso Sáez, san José Gabriel del Rosario Brochero y santa Nazaria Ignacia March.
Precede a esta beatificación una extendida fama de santidad de la que goza Fray Mamerto prácticamente desde su muerte. Al igual que el santo cura Brochero, su afinada lengua le ganó publicaciones e historias replicadas en vida, y tras ella, por todo el país e incluso la región. Tras su muerte en 1833, por poner un ejemplo, del que se podrían contar decenas, El Bien Público de Montevideo publicó: “Se ha apagado en él una de las lámparas de oro del santuario argentino; la República Argentina cuenta dese el 10 del corriente con un santo, con un sabio y con un patriota menos”.
Con todos los beatos y santos de estas tierras fray Mamerto comparte gestos de humildad y silenciosa pero resonante caridad, y también heroica entrega y sacrificio. Pero compartimos aquí algunas curiosidades de Fray Mamerto Esquiú que hacen que la celebración por su beatificación llamen la atención más allá de estas tierras:
Mamerto Esquiú enfermó de niño y ante la posibilidad de pronta muerte, su madre prometió vestir al niño con el hábito franciscano el tiempo que le quede de vida. Para ello, pidió al fraile que lo había bautizado un hábito viejo. Lo vistió, el niño curó, y de más grande adoptó por propia voluntad seguir las huellas de san Francisco de Asís. Es el segundo miembro argentino de la familia franciscana en alcanzar los altares, el primero no mártir, y el primero de los hermanos menores. El otro es fray Carlos de Murias, de los frailes menores conventuales.
Además de Catamarca y las puertas que la virtualidad abra, la beatificación será especialmente evocada en Tierra Santa. Y no sólo por el hecho de que Esquiú sea franciscano, y sus hermanos de orden apostados allí lo celebren. El nuevo beato de hecho vivió en Tierra Santa durante un año y medio, de junio de 1876 a diciembre de 1877. Y dejó en la memoria y los archivos algunas anécdotas que dan cuenta de su espiritualidad. Cuentan que en una ocasión una persona le preguntó sobre qué rezaba al ir al Santo Sepulcro. “Fray Mamerto, según usted ¿cuál es la mejor oración para estar delante del Sepulcro del Señor?”, le preguntaron. Y él respondió: “Yo cada vez que voy al Sepulcro, mi mejor oración es llorar por el Amor que Él tuvo por nosotros”. Su anhelo hubiese sido morir allí. En su diario escribió unas frases con la que los frailes invitan a la celebración que tendrán en los Santos Lugares. “Jerusalén, yo deseé acabar mis días a la triste y solemne sombra de tus ruinas; pero el Señor, tu Rey no lo quiso y debí volver donde era honrado sin ningún mérito”. La misa desde Tierra Santa será transmitida a las 4 AM hora de la Argentina del 4 de septiembre
Ese viaje a Tierra Santa había sido motivado, probablemente entre otros motivos, por la insistencia con la que se lo ternaba para ser Obispo, la última vez, de Buenos Aires. En esos años, las ternas eran elaboradas por el Senado, y tras la muerte del arzobispo de Buenos Aires, fue designado el primero en la terna para la sede vacante. Ya había rechazado Paraná y San Juan de Cuyo. Enterado de las intenciones para la diócesis capitalina, envió una carta de renuncia en la que decía: “Cualquier insistencia contra esta resolución, inspirada por el amor a mi Patria bien entendido y por mis deberes con Dios y su Iglesia, no podrá tener lugar, porque me retiro de este país a otro más lejano”. Para evitar un nuevo revés en su designación para Córdoba, en 1980, el presidente Nicolás Avellaneda puso al tanto del pedido al Sumo Pontífice, y por obediencia, Esquiú aceptó la responsabilidad. “Si lo quiere el Papa, lo quiere Dios”. Y aquel orador de la Constitución que había propiciado la unidad nacional se dedicó a “amar como una madre ama a su hijo” y a dar su vida, como se proponía, por el pueblo a él encomendado. Tan cercano era a los fieles que en una ocasión un pueblerino le pidió al cura con el que estaba hablando amablemente ver a su Obispo, sin saber que el Obispo era ese con quien venía conversando hace rato. Será el segundo obispo beato de la Argentina, luego del obispo mártir Enrique Angelelli.
Sin Mamerto Esquiú, la Argentina no sería la misma. No tan solo la Iglesia argentina, sino la propia República Argentina. Su prédica a favor de la constitución, carta magna que costaba consolidarse tras fallidos intentos décadas después de la declaración de la independencia, fue fundamental para lograr los consensos necesarios. Esquiú era un hombre de diálogo, que amaba su Fe y a la Patria, y desde ellas apostaba a los consensos que favorezcan al bien de los individuos. Reconocía diferencias, pero era consciente de que sin los consensos aún en ellas no se podía seguir. Esquiú, decía en un foro organizado en torno a la beatificación la diputada nacional Silvana Ginocchio, “fue un hombre elocuente, reconciliaba ámbitos que eran irreconciliables; que abraza causas actuales y se dirige al progreso, e incentivó a la humanidad. Era un personaje extraordinario digno del estudio e imitación”. En el mismo foro, el académico Alfonso Santiago aseguró: “El famoso Sermón del 9 de julio 1853, que pronunció en Catamarca, me animo a decir que sin ese discurso difícilmente hubiéramos tenido Constitución en Argentina. Argentina tuvo dos experiencias de Constitución rechazadas en los años 1819 y 1826. La Constitución es un acuerdo fundamental y para que ese acuerdo sea posible, es necesario tener consensos. Dijo Esquiú: ‘Sin sumisión no hay ley…’, este aval fue fundamental para que la Constitución fuera aceptada”.
De fraile, antes de que la fama nacional e internacional golpease insistentemente a su puerta para hacerlo Obispo, comenzó a cimentar una gran fama de reformador en el ámbito de la docencia. En su escuela, suprimió por completo los azotes. Introdujo la letra inglesa y distintos contenidos para hacer atractiva la enseñanza. En la medida en que fue creciendo en responsabilidades, se animó a grandes cambios como el prohibir la enseñanza sólo asistida por la memoria e introduciendo materias como Ética. Al igual que en su contribución a los consensos necesarios para la vida en sociedad, promovía la reflexión y el amor por la verdad y el prójimo. En el colegio, en el periodismo, en sus predicaciones, con su testimonio…
La ceremonia de beatificación tendrá lugar el 4 de septiembre a las 10 en Piedra Blanca, Catamarca, su pueblo natal. Por las restricciones para evitar la propagación del virus, habrá un aforo limitado en el Campus de la Beatificación, aunque habrá amplia disponibilidad para transmisión por medios tradicionales y redes sociales, y también un acto simultáneo donde podrán congregarse 1200 personas adicionales para seguir juntas la ceremonia. Presidirá el rito el cardenal Luis Villalba, Arzobispo Emérito de Tucumán.