Los obispos de Puerto Rico han difundido una extensa e informada instrucción pastoral sobre la importancia de vacunarse contra el COVID-19 que bien puede ser recibida, por extensión y por su particular atención a un fenómeno que se está dando en América Latina, en el resto de la región y en el mundo de habla hispana.
La instrucción pastoral, emitida el pasado 24 de agosto por la Conferencia Episcopal de Puerto Rico, recoge las palabras del Salmo 149.4: “El Señor ama a su pueblo”, y pone énfasis en la importancia moral que debe tomarse en cuenta por parte de los fieles católicos al momento de decidir vacunarse (donde haya vacunas disponibles).
Firmado por seis de los siete obispos que componen la Conferencia Episcopal puertorriqueña, el comunicado ,“de manera colegiada” expone un asunto que, “pudiendo haber sido un signo de gran esperanza para la humanidad, tristemente se ha convertido en un asunto controvertible: el tema de la vacunación contra el COVID-19”.
Como en muchos otros lugares del mundo, la controversia se ha desatado en Puerto Rico desde el momento en que se ha vuelto mandatorio por parte del Gobierno y de algunas empresas privadas el certificado o pasaporte de vacunación a sus funcionarios o a sus empleados y trabajadores, al igual que a los estudiantes y maestros.
Los obispos puertorriqueños, en unión con el Papa Francisco, quieren hacerse eco de “su llamado insistente a la vacunación” y así “promover y alentar la vacunación del pueblo de Dios que peregrina en Puerto Rico y a reiterarse y/o impartir instrucciones a ciertos agentes de pastoral de nuestras respectivas Diócesis”.
No obstante ser una isla pequeña, el coronavirus ha afectado severamente a Puerto Rico, con 165,000 infectados y 2,750 muertos. Aunque las estadísticas en la isla no son del todo confiables por deficiencia de vigilancia epidemiológica y por la pobreza que padece 40 por ciento de las familias.
Para los obispos, los datos científicos que existen hasta ahora indican “que las vacunas aprobadas para usarse en Estados Unidos, que son las que usamos en Puerto Rico, son seguras y eficaces”. Desde luego, “no son perfectas y no ofrecen cien por ciento de protección contra el contagio, “pero esto no debe sorprendernos”, subrayan.
Y afirman en su instrucción algo fundamental: “Es preciso recordar que en medicina y en salud pública se trabaja normalmente con grados de probabilidad y con juicios estadísticos, no con certezas absolutas. Por lo tanto, en el estado actual de nuestros conocimientos, lo razonable es aceptar la seguridad y eficacia de las vacunas”.
Y si bien es cierto que no son eficaces al cien por ciento, lo cierto es que las vacunas son el medio más eficaz que se tiene a disposición para luchar contra la pandemia que está causando tanto daño y sufrimiento en Puerto Rico y a nivel global. Cabe señalar que en esta tercera ola, ocho de cada diez hospitalizados en la isla no están vacunados.
El vacunarse es una elección ética que conlleva tres principios fundamentales. El primero de ellos, opinan los obispos, es que las libertades individuales tienen que armonizarse con el principio del bien común. “Dicho de otro modo, la libertad individual es fundamental pero no es absoluta”.
El segundo principio que describen en su instrucción pastoral “El Señor ama a su pueblo” los obispos puertorriqueños es el hecho de que “la libertad de las personas es un valor fundamental, pero tiene sus límites en nombre de los intereses ajenos y del principio del bien común”.
Y, finalmente, el tercer principio básico es el del juicio moral responsable. “En la tradición católica, no puede prescindir del principio del bien común. Cuando me niego a vacunarme, no solo estoy poniendo en riesgo mi salud. Estoy poniendo en riesgo la salud de otras personas, sobre todo de las más vulnerables”.
Las consecuencias son claras: vacunarse es “un acto de responsabilidad para con la propia salud, pero también es un acto de solidaridad y responsabilidad social. No vacunarse nos expone al colapso en Puerto Rico del sistema hospitalario” y atestar los hospitales con lo que otros enfermos se ponen en riesgo de muerte.
Desde el punto de vista de los obispos, “en ausencia de contraindicaciones médicas y teniendo acceso a la vacunación, existe un deber ético de vacunarse”. Y la parte final del documento, antes de entrar en su aplicación exclusiva para la isla, termina diciendo pidiendo a los católicos de Puerto Rico ser “promotores del bien común y de la esperanza”.