Sus compañeros presos la calificaban de ángel de bondad. La beata Julia Rodzińska murió en el campo de concentración de Stutthof a los 46 años. Se encontraba entre los 108 mártires que murieron durante la Segunda Guerra Mundial y que fueron beatificados por el papa Juan Pablo II. Fue la primera monja dominica en ser elevada a los altares.
En el campo, sor Julia Rodzińska lo compartía literalmente todo, incluyendo el pan, con los demás. Precisamente de una rebanada de pan se hizo las cuentas de un rosario. Extraía fuerzas y esperanza del rezo del rosario. Prisioneros de diferentes nacionalidades acudían a ella: “Vayan a sor Julia por el rosario”, solían decir.
Tras la muerte de sus padres, fue cuidada por monjas dominicas de un convento cercano dirigido por sor Stanisława Lenart. Tras terminar la escuela, Stanisława Maria (o Estanislava María) se educó en el Centro de Formación de Docentes de Nowy Sącz, Polonia.
A los 17 años de edad, decidió abandonar la escuela para ingresar en la congregación de las Hermanas de Santo Domingo. Vistió el hábito blanco y asumió el nuevo nombre de María Julia. Fue enviada a Cracovia, donde continuó sus estudios y, tras pasar el examen de cualificación, obtuvo una licencia de maestra permanente.
Era especialmente sensible hacia los huérfanos y cuidó de su vestimenta y su educación. Luego, prosiguió con su vocación en Mielżyn n. Gniezno, Rawa Ruska y Vilna. Cuidó de los niños y los jóvenes más pobres, trabajó como niñera en un orfanato, mostrando apoyo a los niños y ayudándoles a recibir una educación.
Cuando el ejército soviético invadió Vilna, la situación de las monjas cambió drásticamente a peor. En septiembre de 1920, las hermanas dominicas fueron despedidas de su trabajo y, con permiso de las autoridades eclesiásticas, empezaron a vestir ropa seglar.
Sor Julia siguió enseñando clandestinamente durante la ocupación alemana hasta su arresto en 1943.
La monja fue encarcelada y torturada en Łukiszki. No obstante, no renunció a su fe ni a sus valores centrales. Estuvo cautiva durante un año en una celda de aislamiento y luego fue evacuada con otros prisioneros al campo de concentración de Stutthof.
A partir de entonces, Julia se convirtió en el número 40992. Las condiciones del campo eran duras. Suciedad, alimañas, acceso limitado a agua potable, pocas raciones de comida distribuidas en condiciones extremas que insultaban la dignidad humana… Sin embargo, ella no perdió la esperanza y era amable con todo el mundo.
Un día, se enteró de que un preso planeaba quitarse la vida en el campo judío, así que ella le estuvo enviando mensajes secretos hasta que él le aseguró que no se suicidaría. Más tarde, ese mismo hombre admitió que fue sor Julia quien le infundió esperanza para sobrevivir al infierno del campo.
La monja animaba a los demás a rezar. Llegó incluso a fabricar las cuentas de un rosario usando una rebanada de pan del campo. Ewa Hoff, una de las supervivientes, describió un momento emotivo:
“Me tocó con suavidad, como solamente una madre podría despertar a un niño: ‘Tengo algo de sopa para ti y me gustaría que la comieras mientras aún está caliente. Es la única razón por la que te despierto’”, le dijo sor Rodzińska.
Mira las fotografías de la beata sor Rodzińska:
Cuando una epidemia de tifus estalló en el campo en 1944, las autoridades aislaron el campo judío de las demás instalaciones. El plan era que todos los judíos murieran. Los prisioneros evitaban el bloque mortífero, pero no sor Julia, que organizó repartos de medicinas y agua. Continuó ayudando incluso cuando ella misma contrajo el tifus. Los presentes atestiguaron que Rodzińska “repartía misericordia en condiciones donde la existencia de la misericordia se había olvidado”. Murió la muerte de una mártir.
Uno de los presos cubrió el cuerpo desnudo de sor Julia, apilado sobre los demás cadáveres que habían de ser quemados, con una pieza de la vestimenta rayada del campo de concentración para expresar gratitud y respeto hacia su vida de sacrificio por los demás.
Durante la Sagrada Misa que marcó el 20.º aniversario de su beatificación, el padre Piotr Ciuba, OP, prior del priorato dominico de Cracovia, declaró: “Ella era un ángel en un abismo de mal que ofreció ayuda a quienes sufrían. Ella es prueba de que el bien puede florecer incluso donde el mal parece haber arraigado”.
Los supervivientes del campo la recuerdan como una “monja arrodillada sobre un tablón de madera, con la espalda recta y la mirada alzada, con los ojos fijos en la Eternidad”.
He empleado las siguientes fuentes: catholic.net; info.wiara.pl; dominikanki.pl; premium.brewiarz.pl; J.M. Dombek OP, “Moc w słabości – życie i męczeństwo Siostry Julii Rodzińskiej”, Cracovia 1998.
El texto fue publicado en la edición polaca de Aleteia: https://pl.aleteia.org/2021/05/12/w-bezmiarze-zla-byla-aniolem-meczenska-smierc-w-obozie-i-rozaniec-z-kromki-chleba/