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“¿No te he mandado que seas valiente y firme? No tengas miedo ni te acobardes, porque Yahveh tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.” (Josué 1, 9)
En mis tiempos las cadenas amenazantes llegaban por fax, una máquina que permitía enviar información por la línea de teléfono. Los jóvenes de hoy seguro no lo conocen. Era grande y tenía una hendidura donde colocabas la hoja con la foto o el texto que ibas a enviar a otro fax.
Una mañana me encontraba en mi trabajo, una empresa que imprimía etiquetas autoadhesivas. Me llamó la atención uno de los colaboradores por su gesto de terror y la gran cantidad de monedas que colocaba encima de su escritorio.
Me acerqué a saludarlo y ver qué pasaba, por qué esa extraña actitud, cuando solía ser una persona jovial, alegre.
Tenía una hoja, como una larga carta, a su lado. Por el tipo de impresión deduje que acababa de llegar por medio del fax.
Lo saludé, miré el papel impreso:
―¿Me permites? ―le dije y tomé la hoja.
―No la sostenga, no le conviene. Por error la retiré del fax pensando que era el pedido de algún cliente. ―respondió atemorizado.
Acerqué la hoja y leí su contenido. Contaba historias de personas exitosas que se habían tomado en serio su mensaje. Te pedía sacar copias y enviarlas por fax a 100 personas o por correo a 50 diferentes estafetas postales. Debías incluir una moneda de diez centavos en el sobre, para que, quien recibiese la cadena, tuviera dinero para pagar las estampillas.
Me reí de buena gana cuando seguí leyendo y llegué a esta parte:
“No te burles ni te rías. Este es un asunto muy serio. Es una bendición, pero incluye una maldición. Juana C. no le dio importancia, rompió esta cadena de bendiciones celestiales y a los quince días enfermó y murió en medio de atroces dolores. Envía esta cadena para que la buena suerte acuda a ti y te libres de la desgracia”.
―Llegó por fax, ¿verdad?
Asintió con la cabeza. Entonces le pregunté:
―¿Crees en Dios?
―Soy creyente.
―¿Quién piensas que puede más, Dios o un pedazo de papel que te amenaza?
―Es evidente, Dios.
―Vamos a librarnos de esta superstición. No tengas miedo. Dios está contigo.
Tomé la hoja y la hice añicos. Luego escribí una nota y la envié por fax a la dirección de donde lo enviaron, avisándoles:
"Estimado amigo. He roto tu cadena. Por favor no nos envíes más esas tonterías, ni creas en supersticiones tontas. Ten fe. actúa con valor. Dios es nuestro Padre, es Todopoderoso. No temas a esas amenazas ni te dejes confundir."
El joven colaborador me miró aliviado.
―Le prometo que confiaré más en Dios.
Te comparto una breves palabras de Monseñor Rómulo Emiliani quien nos motiva a no temer ni sugestionarnos por los miedos absurdos.
Qué tiempos aquellos del fax en que todo era limitado. Hoy con las redes sociales y los grupos de wasapp. Se han disparado las cadenas. Las he visto. Te llegan a gusto, hasta en sitios católicos, con mensajes absurdos, amenazándote, dándote la oportunidad de reenviarla para que no te ocurra una terrible tragedia.
Te haré la pregunta que le hice a ese joven inquieto que trabajaba en la misma empresa que yo.
―¿Confías en Dios?
Si la respuesta es “sí”, entonces no les prestes atención, rompe esas cadenas y vuelve la mirada al cielo, confiado, sereno, en paz, pues Dios va contigo y te protege.
A Dios le duele nuestra desconfianza.
No tengas miedo y confía. Ten fe, que nada malo te ocurrirá.