El inicio de curso es un momento de cambio para muchos. Vuelta al cole con nuevos compañeros, cambio de ciudad, quizá un nuevo trabajo o cambio de turno o labor en nuestra empresa.
Piezas que hay que encajar en uno mismo y también la vida familiar porque van a condicionarla. Nos angustian y nos generan dudas e inestabilidad. ¿Cómo debemos afrontarlo?.
Pronto comienza el curso y la vuelta al día a día cambia. Muchos pequeños regresarán al colegio en una nueva clase, con nuevos compañeros o incluso en nuevo centro. Para muchos será su primer día y la novedad de quienes serán sus profesores o sus nuevos amigos les genera inquietud.
Lo mismo ocurre con los adultos. Nuevo puesto en el trabajo o nuevos horarios que condicionaran la forma de organizar nuestra vida. En algunas profesiones esto cambia cada año y, aunque lo esperas, nunca acabas de acostumbrarte a tener que reorganizar tu forma de vida después de cada verano, sobre todo si tienes a pequeños o mayores a tu cargo.
Estas situaciones generan estrés. Incertidumbre profesional y personal que nos afecta y asusta. Es algo normal. Aunque sepamos que van a producirse, los cambios en nuestra vida nos desestabilizan. Nos enfrentamos a una situación nueva que nos va a sacar de nuestra zona de confort y que nos pone en alerta. El hombre es un animal de costumbres que tiende a acomodarse. Su sistema se altera al ver que llega una nueva situación que no depende de él, que él no ha decidido pero que condicionará su día a día personal y familiar.
Estos cambios que trastocan nuestros planes debemos ponerlos delante del Señor. Buscar el descanso en Él. La Biblia está llena de referencias al consuelo y la paz que encontramos si ponemos nuestros problemas y preocupaciones en sus manos. “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados que yo os haré descansar” Mateo 11, 25-30. Es difícil tener calma en estas situaciones pero debemos recordar que Dios nos manda las cosas para nuestro bien.
Debemos por tanto acudir a Él y confiar en que hará que las piezas del puzzle encajen. Como dice Lucas 11,11-13 “Qué Padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará un piedra? ¿o si pide un pescado acaso le dará una serpiente?”. Sepamos por tanto esperar y confiar en la ayuda de Dios para superar esas preocupaciones que nos quitan el sueño.
No todos los cambios son malos aunque nos generen siempre incertidumbre. Muchos nos aportarán cosas muy positivas. Según los psicólogos es así como debemos afrontarlos. Sacar el lado bueno de la nueva situación también nos enriquece. Los niños conocerán amigos, profesores y juegos nuevos. Es como hay que plantear ese cambio. Tener la oportunidad de abrir nuestro círculo de relaciones y conocer a compañeros nuevos. Lo mismo ocurre con los adultos en un nuevo puesto de trabajo o en un cambio de departamento. Pueden aprender otra parte de su profesión, sentirse útiles haciendo algo que no solían realizar y relacionarse con nuevos compañeros de trabajo que también tendrán mucho que aportar. Ese es el enfoque que recomiendan los expertos: buscar el lado positivo de todo aquello a lo que vamos a enfrentarnos por primera vez.
En muchas ocasiones esa incertidumbre nos supera y nos produce ansiedad. Es humano, no todos tenemos la misma capacidad para afrontar los cambios y confiar en que algo bueno saldrá de ellos o que algo nos aportarán. Sin embargo, cuando esto ocurre debemos acudir a profesionales que puedan calmar nuestro estado de ánimo. Nos ayudarán a gestionar esos cambios y a enfrentarnos a ellos como debemos para no sufrir y no hacer sufrir a los que tenemos al lado. Porque ese cambio que nos afecta condicionará también a los que tenemos alrededor.