Mil velas dispuestas con forma de cruz en la nave central a los pies de la patrona argentina sirvieron para rezar y recordar a los fallecidos. También acompañar a sus seres queridos, pedir fortaleza para los que hacen frente a la enfermedad y pedir por el fin de la pandemia.
Pro la cruz y las velas en la soledad y oscuridad del más concurrido de los centros de peregrinación del país fue un llamado. Así reflexionó el arzobispo Monseñor Jorge Eduardo Scheinig, a que María “nos conmueva y ablande los corazones muchas veces endurecidos como piedras y que tanto nos hacen lastimarnos unos a otros”.
Desde la Catedral de Buenos Aires también hubo oraciones a la Virgen de Luján para que reciba en su regazo a los fallecidos, como expresó el Arzobispo porteño cardenal Mario Poli, a Ella, que “tiene los colores de la Argentina, sabe de dolores, lo vio pender a su Hijo de la cruz y lo tuvo en sus brazos yacente”.
En una Argentina fragmentada por las elecciones parlamentarias de septiembre y noviembre y con la campaña de vacunación como protagonista de las discusiones políticas, la muerte atacó por igual, se recordó en distintos puntos del país.
Desde La Plata, el Arzobispo Víctor Fernández recordó que la oración se eleva por todos, “sin excepción”. “Pedimos por los que han sido admirados y venerados y también por los que fueron despreciados por sus errores, por los que murieron en las cárceles, quizás olvidados por todo el mundo. Porque todos son seres humanos, todos son valiosos, todos tienen la inalienable dignidad humana. Por eso ninguno sobraba, ninguno estaba de más”, recordó.
Como sintetizó para Aleteia el vocero del Episcopado, el sacerdote Máximo Jurcinovic, la jornada estuvo marcada por la oración común, conjunta:
“Esta jornada de oración significó en todas las parroquias de la Argentina, catedrales, santuarios, cementerios, un momento de profunda oración. La gente no rezó solamente por su difunto conocido, sino que fue una jornada nacional de oración. Todos rezamos por todos los difuntos, especialmente por aquellos que nadie ha podido rezar en este tiempo”.
Las restricciones preventivas para evitar la propagación del virus impidieron, particularmente en 2020, la posibilidad de que muchos puedan despedir a sus seres queridos.
“La gente necesitaba mucho rezar, porque la oración es parte del duelo que tenemos que hacer cuando perdemos un ser querido. Las enormes restricciones que hemos tenido en la Argentina para los servicios funerarios han hecho que mucha gente no tenga en su momento el momento d oración cristiano, que puede ser un responso, que puede ser una oración en la capilla de un cementerio. Y la gente necesitaba eso”, explicó el padre Jurcinovic.
“Hemos podido experimentar en esta jornada la necesidad que tenía la gente de darle sentido cristiano al dolor de la muerte por COVID de un ser querido, de un familiar, de un amigo”, completó.