Camilo de Lelis nació en Bucchianico (Chieti, Italia), en 1550. Su nacimiento se produjo en un establo porque, a pesar de ser de familia noble, su madre quiso imitar el nacimiento de Jesús en Belén.
Quedó huérfano de madre siendo muy niño y de padre, que era mercenario militar, en la adolescencia.
Se hizo militar y participó en algunas acciones bélicas. Cayó herido en una de ellas y, tras restablecerse, se hizo enfermero.
Cuando regresó al ejército, recayó en el vicio del juego y perdió toda su fortuna hasta el punto de tener que pedir limosna.
Una vez tocó fondo, un caballero lo trasladó al convento de Frailes Capuchinos de San Giovanni Rotondo en 1575. Allí se recuperó, se convirtió e ingresó en la orden de los Capuchinos.
En 1582 sufrió un accidente en el empeine del pie derecho, lo que le obligó a abandonar el convento y marcharse al Hospital de Morcone.
Cuando a iba a embarcar para Roma, en el muelle vio a un hombre abandonado. Le impactó tanto que decidió entonces dedicar su vida al cuidado de las personas enfermas. Así fue como entró en el hospital de Santiago en Roma como mayordomo.
A los 30 años ingresó en el Colegio Romano (hoy Universidad Gregoriana) para preparase como sacerdote y fue ordenado el 26 de mayo de 1584.
Fundó la congregación de Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos Agonizantes (Clericorum Regolarium Ministrantium Infirmis), más conocida como los Camilos o Camilianos, dedicada al cuidado de los enfermos abandonados.
Fue aprobada el 18 de marzo de 1586 como nueva comunidad religiosa y más tarde como orden.
En las zonas de conflicto, los camilos atendían a los heridos de guerra de uno y otro bando. Vestían el hábito con una cruz roja pintada, lo que les protegía de ser tomados como enemigo.
San Camilo de Lelis murió en Roma el 14 de julio de 1614. Sus restos se encuentran en la iglesia de Santa María Magdalena, en Roma.
Con san Juan de Dios, san Camilo es protector de todos los enfermos y hospitales del mundo católico. También es patrono universal de los enfermos, de los hospitales y del personal hospitalicio.
Oh, Dios,
que regalaste al sacerdote san Camilo
el carisma singular del amor a los enfermos,
infunde en nosotros, por sus méritos,
el espíritu de amor,
para que, sirviéndote en los hermanos,
podamos llegar seguros a Ti
en la hora de nuestra muerte.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
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