Los vicariatos apostólicos de Puerto Leguízamo-Solano (Colombia) y de San José del Amazonas (Perú) son los protagonistas de esta historia de unión y fraternidad.
Se trata de “una experiencia prototípica y revolucionaria que responde al pedido del Sínodo de la Amazonía de superar fronteras y generar redes de apoyo y espacios sinodales entre iglesias vecinas”. Así lo describe César Caro, del Vicariato San José del Amazonas, a través de un artículo publicado por la Iglesia de Perú.
Desde hace varios años, estas jurisdicciones eclesiásticas han estado estrechando lazos. Ahí han estado haciendo posibles sistemas de colaboración de la mano de la mano de los Misioneros de la Consolata.
Fue precisamente el obispo de Puerto Leguízamo, monseñor Joaquín, quien mediante un decreto ha creado un nuevo puesto de misión en su jurisdicción. “Un territorio aproximadamente gemelo del puesto de misión peruano de Soplín Vargas”, se indica. Esto con miembros tanto de Colombia como Perú.
Fue así que se formó un equipo intervicarial que está conformado por misioneros de ambas iglesias y con un trabajo establecido en ambas orillas del Putumayo.
“Somos dos iglesias siamesas, peruana y colombiana, unidas por el alto Putumayo, en la aventura de trabajar juntas como una sola fuerza. Por nuestras venas corre la misma pasión misionera y el mismo sueño de ir plasmando una Iglesia con rostro amazónico y con rostro indígena”, surge como reflexión final sobre un nuevo desafío en la Amazonía y aquello de seguir consolidando el sueño del papa Francisco en esa vasta región de la “casa común”.