Este año, si todo sigue como hasta ahora, en México se romperá el récord histórico de solicitudes de asilo por parte de refugiados provenientes de América Central, con preeminencia de personas nativas de Honduras.
El sistema nacional de refugio y asilo a migrantes mexicano depende, en mucho, de las organizaciones religiosas, la mayor parte de la Iglesia católica, aunque también las hay de organizaciones no gubernamentales y del Gobierno mismo.
Pero hace falta un esfuerzo mayor para responder a esta situación tan “fluida” como la ha calificado Kelly Clements, Alta Comisionada Adjunta de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), tras recorrer las fronteras norte y sur y el bajío mexicano.
En este último –formado por los estados de Querétaro, Guanajuato, partes de Jalisco y Aguascalientes—la ACNUR ha establecido un programa piloto para reubicar a decenas de migrantes centroamericanos, en busca de evitar que sigan su camino hacia Estados Unidos.
Y no solo en la frontera sur o en el centro-bajío de México ACNUR se está conjuntando con el gobierno o con otras instituciones privadas; en el norte se ha unido con los misioneros scalabrinianos para apoyar un centro educativo para refugiados y migrantes en Tijuana (Baja California).
Más allá de un refugio, se trata de la ampliación del Centro de Formación Scalabrini para Migrantes, en el que se busca ayudar a las personas migrantes a mejorar sus relaciones personales y familiares y, algo muy importante, promover su integración laboral.
“En este nuevo espacio muchas familias y adultos podrán realizar sus metas, sueños y proyectos de vida”, dijo a la Agencia Fides el padre Patrick Murphy, misionero scalabriniano y director de la Casa del Migrante en Tijuana. Y agregó: “Será un lugar seguro (…) para proteger al migrante”.
Los misioneros scalabrinianos llevan 130 años defendiendo en el mundo el derecho y la dignidad de seres humanos que tienen migrantes, refugiados y buscadores de asilo. En esta nueva área del Centro de Formación –dijo el padre Murphy—habrá cosas tan básicas para los migrantes como el aprendizaje del idioma inglés.
“El Centro -explicó el padre Murphy a la Agencia Fides en video entrevista- dará acceso a unos estudios con reconocimiento oficial que permitirán el crecimiento personal de cada alumno y también facilitarán posteriormente su inserción laboral”.
Habrá clases de computadora, habrá clases de escritura y de lectura, puesto que muchos refugiados, migrantes, deportados del vecino país de Estados Unidos o desplazados internos, no saben leer ni escribir y el Centro –que ya había dado 35 cursos gratuitos desde 2018—tendrá mayor cobertura.
El nuevo edificio, de hecho, tiene tres niveles e incluye una zona de servicios y consultas; dos laboratorios profesionales para cursos comerciales; dos grandes aulas, así como una sala polivalente y zonas de recreo.
El padre Murphy, que se ha convertido en una figura notable en una ciudad como Tijuana que acoge a miles de migrantes y desplazados que buscan llegar a Estados Unidos, señaló que “también habrá cursos de formación profesional en diversos campos, como herrería, electricidad, carrocería y jardinería”.
Una de las particularidades del Centro es la creación de grupos mixtos, formados por migrantes y refugiados recientes y personas de la comunidad de Tijuana, con lo que se promueve la integración social y la convivencia pacífica entre la ciudad y sus nuevos miembros.
Ejemplos como éste son los que ha promovido el Papa Francisco para darle un giro a la migración y al asilo. Así lo reconoce el padre Murphy quien, citando al Papa recordó que, para los cristianos, “proteger a los últimos es una prioridad, por lo que debemos construir puentes de solidaridad”.