Miro a mi madre que está ya ausente. Me detengo ante ella que ya no está conmigo. Y agradezco ser su hijo dentro de mi alma.
Se conmueve mi corazón al pensar en ella y siento que estoy hecho desde sus entrañas.
Desde su primer abrazo, desde su primer beso. Fue labrando en mi alma un corazón de niño.
La miro a ella, despierta siempre en mi vida siguiendo mis pasos, esperando mis regresos, recibiendo mis miradas, velando mis caídas, escuchando mis palabras.
Reconozco mis debilidades al no cuidarla tanto como ella me cuidó a mí.
Sostengo su mirada color de mar. Escucho sus consejos y sus palabras llenas de esperanza que se graban dentro de mí.
Pienso en su presencia constante, en su discreción silenciosa, en su alegría permanente.
Se encuentra presente en lo más escondido de mi alma, sin ella me perdería.
Sé cuánto la necesito para volver a empezar cuando fracaso y enamorarme otra vez de mis sueños cuando me olvido.
Me conmueve sentir sus miedos y abrazar sus alegrías. La recuerdo en ese camino largo de la vida que hemos recorrido juntos.
Hoy sigue tan dentro de mí... La siento como una parte única de mi ser que no quiero perder nunca.
Confío tanto en su forma de quererme... Me ha querido siempre en todas mis debilidades y ha visto tesoros en mí que yo desconocía.
Ha creído en mí cuando yo no creía, ha apostado por mi vida cuando yo dudaba.
Pero no sé si aprendí bien lo que quiso enseñarme. No sé si me grabé su forma de amarme para amar yo de la misma manera.
No sé si me quedé con su ternura en alguna parte de mi alma para poder darla cada vez que quiera hacerlo.
Sólo sé que a veces siento que me parezco a ella y otras estoy muy lejos. La quiero cerca de mí y en mis noches muchas veces la sueño a mi lado, sosteniendo mis pasos.
Recuerdo sus risas y su sencillez para mirar la vida. Su capacidad para disfrutar del presente, haciendo de la vida una gran aventura.
Me conmueve ese amor suyo tan grande de madre, incondicional siempre. Me han dolido sus lágrimas cuando fueron por mí. Y me ha conmovido su amor inmenso, imposible de ser contenido en mi vasija de barro.
No llevo cuenta de todo el bien recibido. Aunque me haría bien mirarla cada día.
Quiero que me siga queriendo ahora que sólo vive esperando encontrarme de nuevo en el cielo, cuando parta.
Desde allí continúa cuidando mis pasos por esta vida que aún me queda. Sé que soy fruto del amor que me tuvo y que ahora me sigue teniendo.
Y hoy le brindo este homenaje como un recuerdo santo. No guardo de ella gritos ni quejas.
Sabía esperar mis llamadas y se alegraba cada vez que podía ir a su encuentro. Aceptó mis decisiones aun sin compartirlas y mis viajes lejanos sin saber bien dónde estaba.
No me exigió más de lo que logré darle. Y supo contenerme cada vez que la buscaba.
Me conmueve pensar que su vida fue mi vida y que sin sus pasos a su lado hubiera estado perdido.
Abracé sus últimos años cuando apenas me reconocía, mientras seguía sonriendo y besando mis mejillas.
Echo de menos su presencia, tranquila y alegre. Su mirada que sostenía feliz mis pasos por la vida.
Sé que sus abrazos cada noche los tengo siempre de nuevo. De eso no me olvido, quedaron en mi piel grabados.
Ahora sigue viniendo hasta mí y me abraza y me dice cuánto me sigue queriendo. No se ha ido, sigue a mi lado y ese ánimo suyo construye y sostiene mi vida.
Quita las penas su presencia, y su voz aumenta mis sonrisas. Sólo puedo dar gracias por todo lo recibido.
Por su misericordia y su alegría contagiosa. Por su amor incondicional que siempre enaltecía. Por su fuerza y su coraje para enfrentar la vida y arriesgar los pasos.
Veía siempre en cada situación el regalo de un viaje más, de una aventura. Siempre estaba alegre y feliz, recorriendo los caminos, apartando los miedos, dejando a un lado las tristezas.
Ella es mi hogar, mi descanso, mi luz y mi nostalgia. En ella están mis raíces, es mi pozo más hondo, el agua más pura de la que bebo.
Su voz es parte de mi canto, sus manos son parte de mis sueños. Añoro su mirada que siempre me enaltece, esa mirada azul, tan honda.
Hoy recuerdo a mi madre con paz y algo de añoranza, porque sé que sigue a mi lado y ya nunca me olvida.