Recientemente, la editorial Homolegens colocaba en las estanterías ‘100 películas cristianas’, luminoso trabajo cinematográfico del sacerdote especializado en cine, José María Pérez Chaves (@paterjm).
Se trata de una edición de lujo en tapa dura de más de 600 páginas con ilustraciones de los carteles originales de las películas, cuyas historias avivarán nuestra fe. Pérez Chaves lo hace con una erudición enciclopédica, dándonos la información cinematográfica necesaria para que disfrutemos de cada película como de una obra de arte y sin olvidar señalarnos, además, las enseñanzas morales y teológicas que cada película aporta. Conjuga la claridad expositiva, con la perspicacia crítica y con la sana doctrina.
El libro es un tres por uno, multiplicado por cien, dado que no se limita a exponer críticas de cine al uso, sino que ofrece, además, un contexto histórico hondo que convierte al libro en un excelente material de difusión para todos los públicos por su acertado tono divulgativo. Así las cosas, estas películas nos ayudarán a escoger el mejor de los destinos. Por fortuna, hemos podido hablar con el autor.
¿Cuál es el origen de este libro?
El libro nace con la idea de dar a conocer un tipo de cultura que se está perdiendo: la cristiana. Y es que, en efecto, esta siempre ha tenido un peso muy importante en la historia del cine, pero últimamente ha perdido fuelle. Por este motivo, consideraba fundamental que recuperásemos esa visión.
¿Qué diría a quienes creen que las películas cristianas son solo asunto de misa e incienso?
Que se equivocan profundamente. Es verdad que el cine religioso ha tomado en esta última década una deriva muy sentimentalista y que, por ello, puede confundirse con un tipo de películas apto solo para católicos devotos. Pero a lo largo de la historia del séptimo arte vemos grandes historias, con sacerdotes o laicos heroicos que procuran vivir su fe con valentía y luchar por el bien de todos. Me viene a la memoria ‘Escarlata y negro’ (Jerry London, 1983), un excelente filme sobre cómo la Iglesia defendió y protegió a los judíos italianos durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué criterio ha seguido para la selección de películas?
Han sido fundamentalmente dos: importancia para la historia del cine religioso y temas de interés. Respecto del primero, debo decir que no siempre las películas son las mejores de su género, pero sí las más relevantes para los anales del celuloide.
Por ejemplo, estamos todos de acuerdo en que la mejor cinta sobre san Francisco de Asís es ‘Francisco, juglar de Dios’ (Roberto Rossellini, 1950); sin embargo, estaremos igualmente de acuerdo en que hoy tiene mucho más peso en el espectador el filme ‘Hermano sol, hermana luna’ (Franco Zeffirelli, 1972). De hecho, la imagen que actualmente tenemos del santo proviene de este largometraje.
¿Qué hace que su libro sea diferente a tantos otros sobre el cine cristiano?
Probablemente, que he procurado escribir una historia del cine cristiano. No me he preocupado en elegir las cien mejores cintas, ni las películas imprescindibles, sino indagar sobre la evolución del género religioso a través de un centenar de filmes.
¿Qué opinión tiene sobre los estrenos de cine de la última década?
Como he dicho antes, el cine religioso está en franca decadencia. Yo creo que se debe precisamente a que se presenta a sí mismo como “cine religioso”, y ello conlleva cubrir una serie de expectativas, entre las que se encuentra la fibra sensible. Antes, el cine no era religioso, pero este factor vertebraba toda la obra; por eso era exitoso: el espectador veía una cinta de aventuras, por ejemplo, en la que la religión jugaba un papel preponderante.
Quizás las últimas cintas que han sabido recoger el testigo de este tipo de cine sean las tres que conforman ‘Las crónicas de Narnia’ (Andrew Adamson, 2005 y 2008, y Michael Apted, 2010).
¿Qué mirada puede ofrecer un sacerdote sobre el cine?
El cine no solo es entretenimiento, sino que también instruye al espectador. Hoy vemos, de hecho, que se usa para concienciar a la sociedad en temas como el racismo, el feminismo, etcétera. Es por ello que la visión de un sacerdote puede ayudar a extraer la enjundia cristiana que subyace tras muchas cintas, pero que el espectador a veces no es capaz de vislumbrar.
¿Considera que la cartelera actual deja a Dios al margen?
Sí y no. Es evidente que la religión quiere ser arrumbada, incluso cuando tratamos de personajes eminentemente católicos (estoy pensando en Tolkien, en cuyo biopic no se hace apenas mención de su fe, pese a que esta fue fundamental a la hora de escribir ‘El señor de los anillos’).
Sin embargo, en muchas otras cintas se aboga por un bien y una belleza que remite indirectamente a Dios. Es el caso de los superhéroes, tan de moda en la actualidad, que no dejan de ser un grito de auxilio por parte de una sociedad que necesita modelos de conducta que la ayuden a obrar conforme a una ética determinada.
¿Qué ha aprendido durante la elaboración del trabajo?
He visto mucho –muchísimo– cine, y todo ese visionado me ha ayudado a valorar el cine como un instrumento de formación muy importante. Se me ocurre que la película ‘Forja de hombres’ (Norman Taurog, 1938) es un buen ejemplo de ello, porque nos enseña cómo se ha de vivir la caridad hasta el extremo.
Como sabéis, la cinta narra el empeño de un sacerdote en levantar un orfanato para niños; al principio, le va muy bien, pero todo se complica cuando ha de ayudar a un niño que no quiere recibir el amor que le quieren dar.
¿Por qué hay que leer su libro?
Supongo que hay que leerlo porque ayuda a tener una visión muy amplia de la importancia que ha tenido la religión católica en la historia del cine (o al menos esa es mi intención).
¿Cuáles son sus referentes fílmicos?
Me gustan mucho Steven Spielberg y George Lucas. Ellos fueron los que hicieron que me enamorase del cine, pues, en su momento, realizaron un tipo de películas destinadas al público infantil: ‘E.T., el extraterrestre’ (1982), ‘En busca del arca perdida’ (1981), ‘La guerra de las galaxias’ (1977)… Esas historias cautivaron mi imaginación, y aunque ambos han tomado ya otros derroteros, sigo albergando un gran cariño –y agradecimiento– hacia ellos.
¿Qué le parece la profusión de tantas plataformas de cine?
Me parece muy bien, porque nos ofrece la posibilidad de acceder más fácilmente al séptimo arte. El problema que yo le veo es que, al haber tantas, se genera una competición muy grande entre ellas, y han de estrenar constantemente películas y series para enganchar al espectador; y no siempre son películas y series de buena calidad…
¿Cuál será su siguiente proyecto cinematográfico?
En este momento estoy escribiendo un libro que recurre al cine de manera tangencial. Mi siguiente proyecto es una biografía de C.S. Lewis, por lo que abordaré su biopic –’Tierras de penumbra’ (Richard Attenborough, 1993)– y las adaptaciones de la saga narniana.
¿Cuál es la cara positiva de la COVID-19 en el cine?
Que se ha acabado la sed de novedad. Somos esclavos de lo nuevo, de los últimos estrenos, etcétera. Pero hay un montón de películas ahí fuera que están esperando a ser conocidas y disfrutadas por todos. No siempre lo nuevo es bueno.
¿Qué opina sobre los premios de cine?
La verdad, durante un tiempo estuve muy pendiente de ellos, principalmente de los Óscar. Pero ya no tienen ningún interés para mí, puesto que no son un reconocimiento a una labor determinada, sino un galardón político: se premia aquello que interesa premiar, no lo que sea bueno.
Si los cines son lugares seguros, ¿por qué no se llenan al margen de las limitaciones de aforo?
Porque no hay buen cine. Estos últimos días he vuelto a una sala después de todo un año sin ir a ella. He visto la reposición de ‘El señor de los anillos. La comunidad del anillo’ (Peter Jackson, 2001), y estaba hasta arriba. ¿Qué significa eso? Que cuando se proyecta una película verdaderamente buena, la gente la acepta y no le importa ir al cine; sin embargo, no se arriesga cuando no tiene información suficiente sobre otra película.