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Youssouf es de Senegal, donde malvivía de la pesca. Es padre de dos hijos. Buscando un futuro mejor para él y su familia, decidió emigrar de su país a Europa en el único medio a su alcance: una patera.
La embarcación llegó a las islas Canarias (España) el pasado mes de octubre. Los 103 migrantes que se hallaban a bordo carecían de agua y de víveres. Estuvieron a punto de morir todos. Gracias a Dios, un helicóptero del Servicio Aéreo de Rescate (SAR) los localizó y los rescató. Youssouf y sus compañeros, exhaustos, alcanzaron aun con vida el muelle de Arguineguín, en el sur de la isla de Gran Canaria, un punto que se ha hecho famoso por los miles de migrantes que van llegando en patera.
Las autoridades dieron alojamiento a los migrantes en varios hoteles canarios. Pero era tal la avalancha de personas que se les dirigió al campamento de Raíces, un lugar conocido por la mala atención a los migrantes, que allí están hacinados y malviven.
Youssouf oyó hablar de lo que ocurriría si lo trasladaban a Raíces, en la isla de Tenerife, y prefirió no ir. Se quedó vagabundeando por las calles.
Y ahí es donde apareció su hada madrina, o lo que es mejor, la mujer que iba a hacerle de madre. Madre porque eso es lo que sería Isabel para él. Y lo fue teniendo 72 años y toda la generosidad que uno pueda imaginar.
Isabel encarnó el mensaje del Evangelio y las peticiones que el Papa Francisco nos hace para que atendamos a los migrantes. Ella, una mujer católica, dice que lo que hizo fue "mirar con compasión a la gente, interesarse por su dolor".
Contó a Nius Diario que Youssouf "durmió en la playa, malvivió, hasta que mi hija y una amiga lo encontraron en un centro comercial".
"Estaba en muy malas condiciones, le preguntaron si quería comer y él aceptó que le pagaran un menú. Una semana después mi hija volvió a verlo en el mismo lugar, hambriento, sucio, aún peor... y decidió actuar".
La hija de Isabel sabía que en su casa iban a responder bien. "Me llamó -dice Isabel- y le dije: Tráigalo a casa. Hablé con mi marido, que es un bendito, y me dijo que sí. Le pedí, eso sí, que se hiciera un test de antígenos, porque nosotros somos mayores, mi marido tiene 82", añade.
El test salió negativo y Youssouf entró en el que sería desde entonces su hogar. Los hijos de Isabel colaboraron: a partir de ese momento le llevaron ropa, calzado y lo que iba necesitando "porque el pobre no tenía nada", explica ella.
Youssouf hablaba árabe y francés, e Isabel solo español, de modo que había dificultad para entenderse. Probaron con un traductor en el móvil, pero el sistema no funcionaba porque "descubrí que no sabía leer".
Pero para Isabel, que ha subido una familia, esto no iba a suponer un impedimento serio. Se hizo con unos cuadernillos Rubio, los de toda la vida con que los niños españoles aprendimos a escribir, y así fue como Youssouf comenzó a aprender.
En esos dos meses, Isabel lo trató como a un hijo. Le dio todo el cariño, lo cuidó y confió plenamente en él, lo que hacen todas las madres: "He intentado -dice- que se sienta como en casa. Le puse un cacharrito con un dinero, para que se lo fuera administrando, para que fuera al mercado y comprara algo que le gustara. Un hijo mío le regaló una bicicleta para que se moviera, y estaba feliz de la vida. Se ha sentido muy acogido y muy querido". No importaba si él era de otra religión.
"El lenguaje del corazón lo entiende todo el mundo", asegura Isabel. Por eso Youssouf la llama "mami".
Así fue como Youssouf le fue abriendo su corazón a Isabel; le contó que tenía un tío materno en Valencia y que había salido de África con intención de reunirse con él y trabajar como temporero en la recogida de fruta".
Un día Youssouf recibió malas noticias desde Senegal. Su madre había fallecido. Lloró desconsolado, pero Isabel lo acogió más que nunca y le dijo muy claramente que ellos eran su familia.
Con la generosidad de los padres que saben que sus hijos deben seguir su propio camino, así mismo pensó Isabel que debía ocurrir con Yusuf. No debía retenerlo por más tiempo en casa, en Canarias. "Entre dos de mis hijas, que son trabajadoras sociales, y los abogados del equipo de Pastoral de Migraciones de la Diócesis de Gran Canarias, al que pertenezco, fuimos arreglándole la situación".
"Le ayudamos a solicitar asilo político y compramos dos billetes, uno para él y otro para mí". Isabel tenía claro que ella no iba a viajar en el avión, pero quería dejarlo en la mismísima puerta de embarque. Ni un minuto menos haciendo de madre.
En el aeropuerto las gestiones no fueron fáciles, pero Isabel iba pertrechada. El instinto materno le debió indicar que no se despegara de Youssouf hasta que este estuviera en el avión. No faltaron impedimentos: petición de papeles, firma digital del tío, más documentos, medidas anticovid... Fue una lucha en la que esta mujer de, ojo, 72 años, llegó a enfrentarse a la policía y a amenazar con denunciar que se estaba coartando las libertades de un ciudadano que lo único que quería era volar a Valencia. Llevaba una camiseta donde se leía: "Ninguna persona es ilegal".
Casi tira la toalla después de 3 horas de batallar. "Estuve a punto de abandonar", recuerda Isabel. Pero cuando ya solo faltaban 20 minutos para que saliera el vuelo, "cuando ya parecía que perdía el avión, nos dijeron que podía montarse".
Y así fue como Youssouf e Isabel tuvieron que darse una carrera hasta la puerta de embarque. allí se fundieron en un abrazo que, providencialmente, otra pasajera grabó y que se ha hecho viral en las redes.
Isabel y Youssouf corrieron por los pasillos del aeropuerto. En la puerta de entrada al vuelo llegó el abrazo de despedida. Ese que recogió otra pasajera y que ha subido a redes sociales convirtiéndolo en viral.
"Fue muy emocionante", recuerda a Nius Diario Isabel. Él, entre sollozos, repetía una y otra vez, gracias mami, gracias, eres muy grande, te quiero mucho".
Isabel tenía seguridad de que Dios no falla: "Yo le decía que Dios, que Alá le ha ayudado.... Que por fin podía seguir su ruta migratoria para salvar de la pobreza a sus hijos. Fueron unos segundo muy duros, pero también muy hermosos", apunta.
Isabel ha visto que su gesto daba la vuelta al mundo. No se siente heroína de nada, "solo un ser humano que ha ayudado a otro cuando lo necesitaba". Pero sabe que su gesto rompe prejuicios y empuja a resolver el problema de la migración.
Isabel afirma que, aun habiendo ayudado a Youssouf, "él no podía quedarse en Canarias. Debía seguir su camino como migrante", explica.
"Si esta imagen -afirma Isabel- sirve para visibilizar el drama que están viviendo muchos migrantes estoy satisfecha. Las Islas Canarias se están convirtiendo en cárceles para estas personas, que se quedan atrapadas en situaciones lamentables. Se están arrebatando sus derechos. No podemos permitirlo".
Yusuf ya está ahora en Valencia con su tío. "Me manda mensajes de audio y fotos", dice Isabel, quien asegura: "Solo con verle la luz, el brillo que tiene en la mirada, compensa toda esta odisea".
Puedes ver el entrañable abrazo entre Isabel y Youssouf clicando aquí.