El 13 de abril de 1986, el papa Juan Pablo II realizó la histórica visita al Templo Mayor judío en Roma. Lo recordamos 35 años después; pues se trató de la primera visita de un pontífice a un templo judío. Tuvieron que pasar siglos, remontándonos a la época del apóstol Pedro.
Una efeméride que recuerda los abrazos entrañables entre papa Wojtyla y el rabino Elio Toaff. El gesto de dos líderes religiosos que inclusive consolidó una amistad personal que duró hasta el final de las vidas terrenas de ambos protagonistas.
Sí una imagen vale más que mil palabras, también hay frases que marcan para siempre los acontecimientos: “Ustedes son nuestros hermanos predilectos, nuestros hermanos mayores”. Además, de condenar el antisemitismo, el Papa se dirigió a los presentes en lengua hebraica.
Palabras que se abrían paso como un sol entre las tinieblas de los tiempos (guetos, persecuciones e incomprensión) y pronunciadas en un domingo de lluvia bajo la cúpula de la Sinagoga de Roma para reafirmar el camino renovado de las relaciones entre cristianos y judíos.
Lia Toaff, nieta del rabino jefe, recordó el abrazo que consideró emblemático porque «rompió el ceremonial establecido y se volvió símbolo del cambio y de la amistad que se desarrolló durante los años”.
Precisamente, Riccardo Di Segni, rabino mayor de Roma desde 2001 sucediendo a Elio Toaff comentó la novedad de la frase: “hermanos mayores”. Lo hizo en ocasión del aniversario en las páginas del diario italiano, La Repubblica (13.04.2021)
“Una expresión brillante que parece haber sido sugerida por el carismático cardenal Etchegaray, que a primera vista incita al amor y al respeto; pero también a una ambigua sutileza teológica, porque en la Biblia los hermanos mayores, empezando por Caín, son los malos y los que pierden la primogenitura.
El profesor Sabban, entonces presidente de la Comunidad, y el rabino Toaff no olvidaron la historia, la actualidad y los problemas en sus discursos. A la petición de reconocimiento del Estado de Israel, el Papa Wojtyla respondió ingeniosamente en privado, citando al Eclesiastés: "para todo hay tiempo".
E tiempo ha pasado con muchas novedades, pero “ciertamente desde aquel 13 de abril las relaciones entre ambos mundos han cambiado radicalmente”, añadió el rabino Di Segni.
La idea de visitar la Sinagoga de Roma atrajo al Papa," experto en gestos sensacionales y simbólicos, y las secretarías se pusieron a trabajar", explicó el rabino.
"Para el rabino jefe Elio Toaff, que recibió discretamente la propuesta, fue una sorpresa y un desafío; nunca había ocurrido desde los tiempos del primer papa, Pedro. Ignorando por completo a sus colegas italianos y al rabinato israelí, que probablemente le habrían creado problemas, Toaff buscó y encontró un apoyo autorizado en el rabinato europeo, del que era miembro.
A partir de ese momento, los problemas se convirtieron en organizativos, diplomáticos y mediáticos", confirmó Di Segni.
En efecto, esa frase famosa sobre la fraternidad entre cristianos y judíos reafirma un itinerario abierto por el Concilio Vaticano.
“Desde el punto de vista doctrinal, las aperturas marcadas por la declaración conciliar Nostra Aetate de 1965, que "absolvió" a los judíos de la culpa de deicidio, han tenido continuidad, con comisiones de expertos en activo, cambios en la predicación y en la formación de los sacerdotes”, comentó el rabino Di Segni.
El Papa polaco tuvo también que atravesar los obstáculos de su tiempo y de su historia personal y, asimismo, tener del otro lado a un interlocutor de brazos abiertos; no era solo salir del Vaticano y atravesar el puente Sixto y llegar al otro extremo del Lungotevere donde está la Gran Sinagoga (desde el Vaticano hay una distancia de solo dos kilómetros). Era mucho más…
Di Segni cuenta que el día en que el “polaco Karol Wojtyla fue elegido Papa fue el 16 de octubre de 1978 y para los judíos romanos había dos signos preocupantes: el hecho de que procediera de un mundo, como el catolicismo polaco, tradicionalmente imbuido de un fuerte antijudaísmo, y la circunstancia del 16 de octubre, que es el fatídico día en que tuvo lugar el asalto nazi a Roma en 1943”.
Pero también recuerda que “muy pronto llegaron señales positivas sobre la cuestión polaca; la biografía del nuevo papa iba a contracorriente de su entorno. Wojtyla había conocido y apreciado un judaísmo vital, y lo había visto desaparecer en los años de la Shoa”.
En este contexto, el papa Francisco que visitó la Sinagoga de Roma en enero de 2016, siguiendo el ejemplo de Benedicto XVI en enero de 2010, recordó a Juan Pablo II por su legado fraterno. Y retomó la que llamó una “hermosa expresión”: “Queridos hermanos mayores”.
En suma, el abrazo entre Juan Pablo II y el rabino Elio Toaff ha puesto ‘carne y hueso’ a las letras del Concilio Vaticano II. Es una fecha para agradecer - como dijo el papa Francisco - porque “entre nosotros han crecido y se han profundizado la comprensión recíproca, la mutua confianza y la amistad”.