Son 28 los "héroes del Covid" que el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, quiso premiar "por su compromiso y acciones valientes y solidarias" en tiempos de pandemia. Les otorgó el título de Alfieri della Repubblica, esperando que su testimonio de vida los inspire a sembrar esperanza en medio de la emergencia sanitaria que vivimos.
Entre ellos se encuentra una joven de 18 años de Cava de 'Tirreni (Salerno), Giulia Muscariello.
Su historia habla de presencia, en estos meses en los que el aislamiento y la trasferencia de la comunicación a lo virtual afecta a los más jóvenes.
Fue el 3 de julio de 2020 cuando ocurrió el accidente que cambió para siempre la vida de esta hermosa joven. Durante esos meses de verano, el Covid pareció aflojarse, y Giulia y Chiara habían ido a una fiesta. Esperaban sentadas en una pared a que llegaran sus padres para volver a casa.
Su charla despreocupada se convirtió en pesadilla cuando Giulia se da cuenta de que un Mini Cooper se dirige demasiado rápido hacia ellas, y se da cuenta de que serán aplastados. Y en ese momento crucial, el instinto la lleva a salvar a su amiga:
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Podría haberse refugiado ella misma, probablemente sintió que su amiga estaba en mayor peligro. Probablemente. Es difícil entender qué hay detrás de lo que llamamos "instinto".
Es cierto que el homo homini lupus de Hobbes no lo explica todo. El hombre no es una criatura inmaculada y generosa, por supuesto. Pero tampoco está marcado exclusivamente por el cinismo y el egoísmo.
Ante un hecho como este, nos encontramos contemplando la evidencia de que – en lo íntimo de nuestra alma, como una bombilla – también está el instinto (el empuje, la intuición) del sacrificio … un sí repentino y decisivo al bien de otra persona.
"Ahora me despierto y todo ha pasado"
Con estas palabras el Presidente de la República otorgó a Giulia Muscariello el título de Abanderada de la República. Esa prontitud, que fue decisiva para salvar a Chiara, pronto se convirtió en una dolorosa claridad: el auto que corría a gran velocidad embistió a Giulia, aplastándole la pierna. Permaneció consciente hasta que los equipos de rescate la trasladaron al hospital. Vio la sangre y su miembro gravemente herido.
En el hospital, la decisión de la amputación era inevitable. Y es, quizás, a partir de este momento cuando la historia de Giulia se vuelve verdaderamente ejemplar.
Porque, ante una lesión tan grave, ese bendito instinto de sacrificio también podría ser negado, podría convertirse en una fuente de ira.
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Para Giulia, un momento decisivo de conciencia fue conocer a otros niños y jóvenes en sus mismas condiciones. Ponerse una prótesis no es un camino rápido, y es un tiempo largo y lento en el que no solo ha ganado una nueva extremidad, sino también un aspecto renovado:
Giulia me recordó lo que a menudo nos decimos como padres cristianos: nuestros hijos no son realmente nuestros. Los traemos al mundo, dándolos a un espacio de vida abierto, dramático, impredecible, emocionante y sombrío. Pero es solo afuera de la puerta de entrada, de todo tipo de posesión, cierre, miedo, que pueden decir su sí a la llamada que hay dentro de cada vida.