El crimen vuelve a enlutar a la Iglesia Católica en México. El cuerpo del sacerdote Gumersindo Cortés, de 63 años, quien se reportaba como desaparecido desde la mañana del sábado 27 de marzo de 2021, fue hallado sin vida en Dolores Hidalgo (Guanajuato) con huellas de violencia, tirado a un lado de su camioneta la noche del mismo sábado.
El padre Cortés pertenecía a la diócesis de Celaya, uno de los puntos más violentos de México. La Fiscalía del Estado de Guanajuato ha iniciado las investigaciones que determinen las causas de este asesinato. El hallazgo del cuerpo del sacerdote se hizo en la localidad de Cerrito de Guadalupe y San Antón de Minas, Municipio de Dolores Hidalgo.
Los signos de tortura que presenta el cuerpo del padre Cortés indican, a las claras que se trata de un asesinato ligado a los grupos criminales que en esa zona de México se disputan en control del robo de combustible (conocido en el país como “huachicoleo”) y en el cual existe una disputa entre dos cárteles que operan en el territorio nacional.
En otras palabras, por la tortura y los orificios de bala que presenta el cuerpo del padre Cortés, se trata de una “ejecución”, lo que llevan a cabo los cárteles cuando piensan que una persona es parte del cártel contrario. El sacerdote celayense había sido “levantado” (secuestrado o desaparecido) la misma mañana del sábado 27 de marzo.
El padre Cortés González, de 64 años, fue ordenado en 1983 para el clero de la diócesis de Celaya en 1983. Desempeñó su ministerio como director de la casa de ejercicios del santuario de Atotonilco de San Miguel de Allende y párroco de La Asunción, en Celaya, todos en el Estado de Guanajuato.
La racha asesina en contra de sacerdotes mexicano se había detenido desde que el 23 de agosto de 2019, el padre José Martín Guzmán Vega fuera apuñalado a las afueras de su parroquia en la comunidad de Cristo Rey de la Paz, ejido Santa Adelaida, de la diócesis de Matamoros (Tamaulipas).
México había sido, hasta 2018, el primer sitio en sacerdotes asesinados de América Latina y en varias ocasiones lo fue de todo el mundo. Generalmente, los asesinatos habían sido por robo o por alguna venganza de índole personal, pero, en los últimos años, el crimen organizado –además de robo, extorsión y amenazas—ha sido el puntal de los asesinatos cometidos en contra de sacerdotes mexicanos.
Cuando parecía que este flagelo se retiraba (2020 fue un año de saldo blanco en esta dolorosa materia), el hallazgo del cuerpo sin vida del padre Gumersindo, muy cerca de la ciudad que fue cuna de la Independencia nacional, Dolores Hidalgo, vuelve a extender la amenaza a los sacerdotes de callar y dejar pasar a los actores de la violencia que cada año se cobra, en promedio, 35,000 víctimas en México.
El 26 de noviembre de 2014, en los años más duros del crimen en contra de sacerdotes y cuando se recrudece la violencia motivada por los cárteles de la droga en todo el país, la Conferencia del Episcopado Mexicano realizó una oración que se sigue manteniendo como el arma de los fieles en contra de la violencia.
En aquella ocasión los obispos señalaron que México estaba en crisis. “Eso nos duele y nos afecta a todos. La inequidad, la injusticia, la corrupción, la impunidad, las complicidades y la indiferencia nos han sumido en la violencia, el temor y la desesperación”.
Y subrayaron: “Ante esto, muchísimos mexicanos nos hemos manifestado de distintas maneras para demandar justicia y paz. Conscientes de este deseo de participar y sabiendo que todos somos parte de la solución para construir una nación en la que se valore la vida, dignidad y derechos de cada persona”, los obispos de México propusieron la siguiente:
Señor Jesús, tú eres nuestra paz,
mira nuestra Patria dañada por la violencia
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.
Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan
que somos hermanos
y provocan sufrimiento y muerte.
Dales el don de la conversión.
Protege a las familias,
a nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos,
ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz,
para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna.
Amén.