El detrás de escena de una imagen que se hizo viral en redes y que esconde un testimonio de amor y servicio digno de conocer “Rebecca Frick, la religiosa que lucha contra el coronavirus desde un tractor”. O simplemente “la monja del tractor”.
A comienzos de 2020, cuando la pandemia del coronavirus empezaba a golpear con fuerza a varios países de América Latina, diversos medios de comunicación así titulaban una imagen de esta religiosa que se había hecho viral. Nada más ni nada menos que una mujer manos a la obra y luchando con la ayuda de una fumigadora contra el coronavirus en las calles de Moro, región de Áncash (Perú).
Pasaron los meses, la situación cambió, pero no ha dejado de ser preocupante y mucho dolor ha causado en poco más de un año. Es por eso que desde Aleteia se consideró oportuno saber qué sería de la vida de la hermana Rebecca en marzo de 2021. ¿Qué había detrás de ese gesto? ¿Por qué lo hacía? ¿Cuál era su secreto?
La invitación es a descubrir a continuación un testimonio un tanto especial, de esos que pasan más que desapercibidos cuando las cosas quedan solo en lo viral.
Lo que queda de “la monja del tractor”
La buena disposición por contestar las preguntas se dio desde un primer momento, a pesar de sus dificultades para hablar en español. Pues la hermana Rebecca (65), nacida en Belzers-Liechtenstein, por más que hace casi 30 años que vive en Perú, se considera una mujer de trabajo y acción.
“Me hice famosa porque fumigaba con un tractor el año pasado”, reconoce la hermana Rebecca a Aleteia. También que aquello, que ahora le ofrece un poco de risa, en su momento generó sorpresa porque no era cosa de todos los días “ver a una madrecita manejando un tractor”.
Rebecca atribuye aquella iniciativa al miedo imperante, la información del momento, los cuidados más extremos que se tenían, el uso de mascarilla, distanciamiento y desinfección de calles, en este último aspecto en una receta que con el tiempo fue cayendo en desuso.
“¿Cómo podemos llegar de manera amplia a la gente? Algunos habíamos empezado a lavar la vereda con cloro y escoba. Pensando llegamos a la idea de una fumigadora”, dijo la hermana Rebecca a Aleteia.
Fue así que la religiosa empezó a contactar a gente amiga del extranjero para poder comprar una fumigadora de 1.200 litros de capacidad. “El tractor lo tenía ya porque tengo una chacra con animales como vacas, chancos, cuis. Es una chacra bastante grande y siempre me gustaba la agricultura. Manejar el tractor no es algo fuera de lo normal para mí”, dijo.
Gracias a esto, el trabajo se hizo efectivo, la gente aportaba cloro y se fumigaba todos los días. Pero lo verdaderamente importante, para Rebecca, era que se trataba de un trabajo hecho con gusto por el bien de la comunidad.
La mirada en el más necesitado
De esta manera, a medida que la respuesta de Rebecca avanzaba, fue posible empezar a develar más lo que había detrás de todo esto, que ahora es visto con un poco más de gracia. Nada más ni nada menos que un gran testimonio de servicio al prójimo.
“Yo vengo de un convento donde el fundador velaba siempre por el bien del prójimo, especialmente por el más necesitado. Son impulsos que tengo cuando veo algo que pueda ayudar intento con mis recursos ayudar al prójimo. Si queremos ir contra una pandemia así debemos trabajar juntos”, expresó esta religiosa, quien además es la superiora en esa zona de las Hermanas de la Misericordia de San Vicente de Paúl.
En ese sentido, Rebecca recuerda que llegó a Perú en 1992, pero siempre con la idea de ayudar. “No me considero como misionera que va con la Biblia bajo el brazo a evangelizar. Mi evangelio debe ser el testimonio diario trabajando por el más necesitado”, expresó.
“Tengo que enseñar a la gente cómo conseguir la comida y cuando lo tenga agradecer. Pedir a Dios y agradecer a Dios. No regalar el pescado, sino enseñar a pescar. Una imagen muy clara de cómo debe funcionar la vida”, complementó.
“Ora et labora”
En las noticias e imágenes que dieron la vuelta al mundo había un momento especial que parecía tener que ver con una oración. Pero Rebecca se encargó de confirmar que aquello tenía que ver con la bendición de la fumigadora.
“Esto no quiere decir que no rece. Para mi cada trabajo es oración. No es solamente un Padrenuestro. Cuando hago algo por mis prójimos para mi es una oración. Dios ve que estoy haciendo y él lo recibe como una oración. No es que antes de subir al tractor empezaba a orar, soy una persona que creo en eso de ora et labora, trabaja y reza”, reflexionó.
La lucha contra el coronavirus en Perú
Desde un primer momento la hermana Rebecca se ha arremangado para ofrecer su trabajo y ayuda en los momentos más difíciles y una región como la de Áncash, también vinculada a la ciudad de Chimbote, donde las carencias en la infraestructura y de personal técnico para la Covid se han hecho notar. Debido a esto, Rebecca en aquel momento también contacto a amigos que tiene en Europa para adquirir insumos como mascarillas u otros para aliviar la falta de oxígeno.
“Tengo casi 30 años en Perú, siempre en Moro un pueblo de 3.000 habitantes. Es un pueblo fuera de la ciudad, al pie de la cordillera negra. Es un pueblo de agricultura. Soy una persona que viene de familia campesina. Me tocaba trabajar siempre, pero nunca sentía explotación de mis padres para ayudar en mi casa. El trabajo es para mí siempre una alegría. Si haces un trabajo con alegría y ganas te va a funcionar esto que estás haciendo”, sostuvo.
“Para hacer todo esto es Jesús el ejemplo, el amor que nos tiene a la humanidad es increíble. Me siento obligado a responder a este amor. ¿Cómo lo voy a rechazar si nunca me rechaza? Con la fe en él puedo seguir trabajando en Perú, especialmente en Moro”, prosiguió.
Rebecca en imágenes:
Todo empezó con una carretera
Pero la hermana Rebecca esconde otro secreto y tiene que ver con su vínculo con la denominada Asociación Caminemos Unidos (ACU), institución sin fines de lucro e iniciativa de las Hermanas de la Misericordia de San Vicente de Paúl.
“Asociación Caminemos Unidos empezó con una carretera de 24 kilómetros y como yo andaba siempre a caballo por la sierra me quedaba de un pueblo al otro. Veía las necesidades de la gente”, contó Rebecca.
Es ahí donde Rebecca manifestó que una de las demandas más repetidas en aquellas recorrida de parte de la gente era poder tener una carretera. Gracias a esto, y con la ayuda una vez más de benefactores de Europa, aquello se comenzó a hacer, pero fenómenos climáticos como El Niño terminaron destruyendo la iniciativa. Esto hasta que logró que una empresa en Perú volviera a ayudar, algo que permitió finalmente tener carretera hasta el día de hoy.
“La gente puede subir y bajar, hacer comprar o traer los productos a la costa. La carretera ha hecho una función muy positiva”, reconoció.
Un sueño hecho realidad
A partir de proyectos de ese tipo es que la asociación ha ido cobrando fuerza y magnitud en los últimos años. Actualmente, son varias las iniciativas en las que está involucrada. Por ejemplo, taller de carpintería, fábrica de costura, además de una chacra con 30 vacas donde se produce leche y carne. Pero también hay un comedor para ancianos y hasta un jardín para niños. Lo mismo con un apoyo especial que se ofrece a los agricultores con el fin de mejorar productos de la sierra como la palta. Igualmente con otros proyectos que pasan por lo cultural como un museo u el llamado Cine Morun, en este caso algo audiovisual que involucra a jóvenes.
“Un sueño que siempre he tenido fue ayudar al máximo a la gente. Se ha hecho realidad el sueño (…) Cada día es un desafío y hay que seguir adelante siempre con la bendición de Dios”, concluyó.
Hasta aquí parte de lo que ahora sabemos sobre la hermana Rebecca, luego de un contacto que Aleteia hizo a bastante tiempo de algo que hizo ruido en internet. Sin dudas un fiel ejemplo de cuando lo viral también se hace profundo y se convierte en testimonio de amor al prójimo en los momentos más difíciles.
Te puede interesar:
La monja que combate el coronavirus arriba de un tractor