“La sombra del padre”, una novela que nos acerca al mundo de José, al mundo de Herodes y de Roma
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El escritor y periodista polaco Jan Dobraczynski (1910-1994) en La sombra del padre (1977) lleva a cabo un acercamiento novelado al mundo de José, el esposo de María. El mundo de José es el ámbito doméstico que comparte con su esposa y su hijo, el ámbito profesional de un artesano. Pero es también el mundo del pueblo judío y su vivencia del Altísimo. Y también el mundo de Herodes y de Roma.
Que La sombra del padre haya conocido más de cincuenta ediciones y haya sido traducido a más de una decena de idiomas da idea de la calidad literaria pero es, insistimos, una novela. No es un ensayo ni una obra piadosa. Hay elementos que permiten entender la vida en tiempos de la dominación romana, pero no es una obra histórica; sí una obra calificable como novela histórica. Tiene elementos que ayudarán a la piedad pero no es una obra al estilo de Le silence de Joseph de Marie de la Trinité (Éds Arfuyen, 2007).
El relato de Dobraczynski respeta los acontecimientos que conocemos por las Escrituras pero los ilumina con una nueva luz, los sumerge en una narración más amplia. A veces alude a ellos. Otras, los narra de modo que nos permite acercarnos a ellos con una curiosidad nueva. Finalmente concluimos que se non è vero, è ben trovato. No lo sabemos, ciertamente, pero podría haber sido así.
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No lo sabemos, pero podría ser como lo imagina Dobraczynski.
La historia arranca en el momento en el que el descendiente de la estirpe de David es un joven casadero. Sigue de cerca sus aspiraciones, sus dificultades. De su mano conocemos a su familia, sus hermanos, sus amigos.
Un día conoce a María. Y la conoce en unas circunstancias que recuerdan a un personaje del Antiguo Testamento… o eso imagina Dobraczynski. Y cómo es María. Como todos los enamorados, José logra atisbar «la misteriosa luz que ardía en Miriam». Porque en ella todo es tan corriente como el flujo de un río. Sin rarezas ni anomalías, es extraordinariamente natural. Dotada de una risa fácil y una sonrisa clara que hace pensar que «debía tener en su interior mucha alegría deseosa de exteriorizarse».
El compromiso
El viaje a las montañas a ver a la anciana Isabel que va a dar a luz. Sabemos algo de lo que se dicen las mujeres. Pero, ¿qué le diría María a José? ¿Cómo entiende José los acontecimientos y, sobre todo, qué se espera de él?
Asistimos también a distintos modos de enfocar las relaciones con Roma, de entender el censo, de comprender el mesías. A partidarios y a quienes temen que mencionarlo puede generar problemas. Con Herodes y con Roma.
Un día unos sabios persas aparecen en el palacio de Herodes. El rey los encamina hacia la aldea de Belén con el encargo de que regresen a informar.
No son judíos. No esperan al Mesías de los judíos. Sus escritos pertenecen a la tradición zoroástrica y anuncian a un Saoshyant, un salvador de nombre Askwat-ereta, ayudante del dios Ahura-Mazda. En sus coloquios se plantean quién será aquel al que los encamina la estrella ¿Será un descendiente de Zaratustra o el mesías judío? Dice Balthasar: «No busquemos al que deseamos, busquemos al que nos mandó buscar el Altísimo…» porque el sol tiene muchos reflejos…
Tiempo después asistimos a escenas domésticas. Y Jesús, la viva imagen de su madre. Va creciendo con la misma extraordinaria naturalidad, con la misma alegría que caracterizan a Miriam. ¿Y José? No es el padre del niño. Su función en el plan del Altísimo es “ser la sombra del Padre”, amparar, cuidar, a la madre y al niño.
En cierto sentido, podría pensarse, esa es exactamente la función de todo padre. Está puesto junto a su mujer e hijo para “hacer las veces” del Altísimo; es el camino ordinario por el que Dios hace llegar el amor a los que ama. Y José lo hizo de modo eminente.
Al darse cuenta de que quien consolida la familia es el amor de Dios, es cuando José es auténtico padre y esposo. Y modelo de todos los padres.