El Miércoles de Ceniza es una oportunidad para reiniciar nuestra renovación espiritual. En un artículo de El Observador, el obispo emérito de Querétaro, Mario de Gasperín, da una serie de "lecciones" sobre la ceniza que resumimos en diez puntos.
Qué significa "acordarse"
· "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás". El texto nos invita a hacer memoria de lo que somos y a reconocer nuestros orígenes. "Acordarse" es volver a poner en nuestro corazón algo del pasado, quizá olvidado. Es un retorno al momento inicial de nuestra vida y ver a Dios modelando nuestra materia prima, el barro de la tierra. Adán significa Tierra.
· Después viene el toque maestro, el soplo divino del artista. Una manera maravillosa de describir poéticamente nuestro origen y destino divino y humano.
· Somos hechura de las manos divinas del Creador y sus huellas quedaron impresas en nosotros para siempre. Como el origen marca el destino, a sus manos cariñosas de artista volveremos.
· "Acordarse" es un verbo que abarca tanto el presente que llevamos sobre nuestras espaldas, el pasado amoroso del cual venimos y el futuro maravilloso que nos espera. Todo esto significa un montoncito de ceniza.
· El cristiano, según san Pablo, es quien "se acuerda de Jesucristo resucitado de entre los muertos", y que "si morimos con él, también viviremos con él". No morimos en soledad, aunque sea en el hospital.
Dar el primer paso hacia la conversión
· "Conviértete y cree en el Evangelio". Esta segunda fórmula tomó la liturgia del inicio del Evangelio de San Marcos. Es una fórmula solemne con la que Jesús inició la Buena Nueva de la salvación. Es una invitación imperativa a dar el primer paso de regreso hacia Dios.
· Esta proclama es un eco de la predicación del Bautista cuando en el desierto ofrecía un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados, y encaja perfectamente con el rito penitencial del inicio de la Cuaresma. Es un aliento para dar el primer paso en ese largo camino ascendente hacia el monte de la Pascua del Señor.
· Recibir sobre nuestra cabeza un puñado de ceniza, nos invita a recapacitar sobre cómo la gracia de Dios se esconde en un gesto tan sencillo, pero tan profundo, capaz de cambiar el corazón. "Un corazón contrito y un espíritu humillado, tú, Señor, no lo desprecias", rezaba el salmista pecador.
· Tenemos toda la Cuaresma para agachar la cabeza, doblar las rodillas, descubrir ante el espejo de Dios nuestra desnudez, rompernos el corazón de dolor, enrojecer de vergüenza, descalzarnos los mocasines, dirigirnos al santuario, llamar a la puerta y mirarnos cara a cara con el Crucificado.
· Frente al Santísimo, de hombre a hombre, en silencio, escuchar, quizá por primera vez, lo que nos dice su Corazón. Allí, si nos quedamos sin palabras, nuestra Madre nos ayudará a responder.