Jóvenes y adultos de Ciudad de Mar del Plata comparten su pasión por las olas y descubren la belleza del encuentro con Dios: todo comenzó con una bendición de tablas“La Pastoral del Surf no es un espacio muy organizado, sino simplemente es la inquietud de compartir juntos las olas de la fe y de la vida, el anhelo de crecer en la experiencia del encuentro con Jesús, en un escenario que para el mismo Señor siempre fue muy especial. A la orilla del mar ocurren tantas escenas del Evangelio… ¡También hoy!”. Así se expresa el padre Santiago Arriola, quien lleva a cabo este precioso proyecto de “Iglesia en salida”, como lo llama el Papa Francisco, en el sur de la Ciudad de Mar del Plata (Argentina).
Allí está su parroquia, dedicada al Padre Pío. Y a escasos metros, hay muchas playas. ¿Por qué no ir entonces a buscar ahí a los jóvenes y adultos que sienten pasión por el surf?
Bendición de tablas
La Pastoral del Surf lleva unos pocos años en funcionamiento. Comenzó con una bendición de tablas, en la punta de la bahía de Waikiki, junto a una imagen de la Virgen de Luján que guardaba una historia.
Y es que la imagen fue encontrada por unos buzos tácticos bajo las aguas en esa zona. Después del rescate, quedó de nuevo en tierra firme y ahora puede verse al pasear por la bahía.
La bendición de tablas se ha convertido en un acto anual, que incluso algún año ha presidido el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Mestre, quien “hasta compartió un rato en el agua -recuerda el padre Arreola- nadando junto a los surfistas y sumándose a la clásica ronda detrás de la rompiente, un conocido gesto de fraternidad y comunión en el mar”.
Aloha, un retiro para surfistas
La inquietud espiritual hizo que pronto los surfistas pidieran tener un retiro en aquel espacio tan suyo y tan de Dios.
“Armamos equipo -explica el sacerdote- con algunos jóvenes y adultos, algunos de ellos de la Juventud Masculina y Femenina de Schoenstatt, y empezamos a soñarlo. Porque era un sueño… un retiro para surfistas, con metidas al agua, momentos de oración, fogón, fraternidad, olas. Y ocurrió.”
Decidieron que aquellos retiros se llamarían “Aloha”, que en hawaiano “se usa para saludar, despedirse y desear amor y armonía, muy adecuada a la realidad del espacio que designaba”.
“Fue increíble -afirma el padre- de principio a fin todo con ese aire de presencia de Dios y bendición, todo muy natural, sentido y profundamente simple. Todo nuevo y hermoso. Nos metimos mucho al agua juntos, nos divertimos, hicimos fogón en la playa, bendición con agua de mar, adoración, momentos de reflexión y oración personal, momentos de compartida en grupos, vimos una peli, cerramos con la Misa.”
La misa a orillas del mar
La Pastoral del Surf también ha llevado a este grupo a celebrar la Eucaristía en este “templo” que tiene el mar, la arena y el cielo como paredes.
La misa en la playa tiene lugar en el punto idóneo de la bahía, que va variando según las condiciones meteorológicas y el pronóstico de olas, cómo no, para acabar el momento surfeando.
“Recuerdo una misa en la playa -explica el padre Arreola- en la que se sumó de repente una mamá que nos contó conmovida que su hijo era surfista y había fallecido en ese lugar. Para ella y para nosotros fue muy especial compartir esa misa, y poner esa intención sobre el altar, con ese mar de fondo, tan cargado de recuerdos y afecto por ese hijo.”
Lecciones de vida
“El surf es como una parábola de la vida”, explica el padre. “Algunas de estas hermosas lecciones que hemos aprendido y seguimos aprendiendo con cada nueva metida son que:
- ‘desde afuera todo parece fácil’ (en el agua y en la vida);
- ‘no hay que dejar de remar’ (en el agua y en la vida);
- ‘hay que saber elegir la ola’ (en el agua y en la vida);
- ‘hay que saber bajarse a tiempo de la ola’ (en el agua y en la vida);
- y tantas otras más.
“El mar -añade- nos hace humildes, porque no responde a nuestros deseos; nos regala olas cuando quiere, y las olas que quiere, no lo podemos controlar a voluntad. El mar nos hace respetuosos frente a lo que nos excede y supera, nos enseña a saber retirarnos cuando reconocemos que no vamos a poder subirnos a esa ola. El mar nos abre al misterio, nos abre el horizonte del corazón, nos ensancha los pulmones del alma, nos serena con su vaivén y con su brisa, nos enseña que estamos unidos más allá de todas las diferencias, nos hace contemplativos y por eso agradecidos.”
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