Mary no lo tuvo fácil
Mary Theresa Eleanor Higgins nació el 24 de octubre de 1927 en la ciudad de Nueva York. Sus padres, inmigrantes irlandeses, tuvieron dos hijos más aparte de Mary. El padre, Luke Higgins, se ganaba la vida regentando un bar irlandés. Mary y su familia vivían felices en una casa de El Bronx. Desde que era pequeña, Mary sintió afición por la escritura y empezó a escribir pequeños poemas.
A los doce años, la muerte de su padre trastocó la vida de la familia Higgins. Su madre, Nora, tuvo que hacer frente a una complicada situación pues con más de cincuenta años, sin experiencia profesional, puesto que se había dedicado a cuidar de sus tres hijos, no veía la manera de ganar un salario.
Para colmo de males, pocos meses después, el hermano mayor de Mary se cortó un pie con una barra metálica y contrajo una osteomielitis severa que a punto estuvo de matarlo. Sus hermanos y su madre rezaron por él y pidieron ayuda a los amigos que se volcaron en donar sangre para el joven que, finalmente y a pesar de los malos pronósticos médicos, terminó salvándose.
Su refugio y su pasión
Mary consiguió centrarse en sus estudios y cuando tuvo edad suficiente empezó a trabajar como operadora en un hotel para ayudar a su madre en la economía familiar. Además de estudiar y trabajar, Mary encontraba tiempo para refugiarse en la que ya era su pasión, la escritura. A los dieciséis años intentó que uno de sus cuentos se publicara en una revista pero fue rechazado.
Lejos de rendirse, siguió esforzándose. Al terminar la escuela secundaria se matriculó en una escuela de secretarias y continuó trabajando en distintos empleos hasta que se decidió a prepararse para convertirse en auxiliar de vuelo. Durante un año voló como tripulante de cabina de la Pan American Airlines a lo largo y ancho del planeta.
Viuda y con cinco niños pequeños
El 26 de diciembre de 1949 dejó su vida en el aire para casarse con Warren Clark, un amigo de juventud con el que tuvo cinco hijos. En aquella época continuó escribiendo e intentando que sus cuentos breves fueran publicados. Algo que sucedió tras muchas negativas en 1956.
Pero la felicidad de Mary se vio de nuevo truncada cuando en 1964 fallecía su marido. Mary lloró su pérdida pero no pudo permitirse el lujo de lamentarse mucho tiempo. Tenía que cuidar de sus cinco hijos pequeños. Una amiga le encontró un trabajo como redactora radiofónica con el que pudo mantener a la familia.
En aquella época, Mary Higgins Clark dejó de lado los cuentos y se atrevió a escribir una novela inspirada en la vida de George y Martha Washington que no tuvo demasiado éxito. Pero Mary no se iba a rendir. Mientras seguía escribiendo y cuidando de sus hijos, se graduó cum laude en filosofía.
Su sueño se hace realidad
En 1974, su sueño de convertirse en escritora se hizo realidad. Su primera novela "¿Dónde están los niños?", pronto se convirtió en un éxito de ventas. No solo su carrera literaria había despegado sino que Mary Higgins Clark consiguió así una estabilidad económica para ella y sus hijos.
Hasta poco tiempo antes de su muerte, no dejó de escribir. Llegó a publicar más de cincuenta novelas y vendió millones de ejemplares. Solamente de su primer libro se hicieron más de setenta ediciones. Unas cifras exorbitantes para una escritora con un estilo muy marcado. Mary no tuvo necesidad de llenar sus obras de escenas de violencia o de sexo para que fueran aclamadas por el público y la crítica.
Al contrario, muchas de sus protagonistas eras mujeres católicas, de gran carácter y determinación que conseguían no solo esclarecer crímenes sino que se hiciera justicia. Que Mary usara iglesias como espacio reservado para escenas en las que quería transmitir paz y seguridad no era gratuito.
Toda su vida, Mary no tuvo ningún reparo en mostrarse al mundo como una sincera católica y defender su fe en sus exitosas novelas. Según ella misma declaró en una entrevista a la Catholic News Service, "no es sorprendente que la fe católica, que ha sido importante en mi vida, tenga una influencia clave en mis personajes". En una ocasión, a modo de pequeño homenaje, incluyó al párroco de la iglesia a la que acudía cada domingo en una de sus novelas.
Comprometida con la comunidad
Mary también colaboró en distintas organizaciones caritativas de ayuda a los más necesitados.
Mary Higgins Clark recibió a lo largo de su vida muchos reconocimientos y condecoraciones literarias, universitarias y del ámbito católico. Recibió de la Santa Sede la Orden de San Gregorio Magno, fue nombrada dama de la Orden de Malta y dama de la Orden del Santo Sepulcro.