Muchos consideran que para ser feliz es mejor estar solo. Ven la entrega a la familia o el servicio desinteresado a los demás como una carga que impide autorrealizarse, sobre todo a las mujeres.
En los últimos días he leído varios artículos defendiendo que la mejor opción para ser feliz es quedarse soltero. El argumento de fondo suele ser que, si estás solo, puedes dedicar tiempo (y recursos) a cuidarte y realizarte haciendo lo que quieras. Parece ser que la vida en familia es un estorbo que impide a las personas ser felices, sobre todo a las mujeres, porque descuidan aspectos fundamentales para esa autorrealización.
Los descuidos que señala uno de esos artículos son “la falta de atención al cuerpo y al bienestar físico; la alimentación; el peso y la imagen corporal; el placer; el tiempo de trabajo, el ocio, el descanso y el bienestar emocional.”
Ciertamente, para que nuestras relaciones afectivas sean buenas, es necesaria “una sana autoestima” que se construye, también, sobre estos aspectos que cita el artículo. Pero “se basa, sobre todo, en la conciencia de amar y ser amado, de saberse querido”. Y añado un matiz: de ser y saberse querido bien.
Amor contra egoísmo
Todos tenemos esta necesidad de querer y sabernos queridos por lo que no veo cómo la recomendación de aislarse y de poner barreras a toda relación de afecto, puede servir para mejorar el bienestar emocional (ni de mujeres ni de varones). Más parece una defensa del egoísmo para evitar la generosidad que implica amoldarse a la vida con otra persona. Ponderación que, creo, surge de una necesidad de defenderse de relaciones que se consideran, de entrada, de dominio o de lucha de poder, y no de entrega.
Me explico. Es posible que en una relación afectiva, una de las partes pueda decir -con verdad-, que su entrega le impide ser feliz. Pero, en tal caso, habrá que ver cómo se está viviendo esa relación. Si de verdad es una relación de amor, hay que descartar que uno se aproveche del otro, que abuse de su generosidad, que le cargue con obligaciones en vez de compartirlas. Si se entiende una relación en pareja de esta manera, creo que estaría de acuerdo con la recomendación de que es mejor estar solo.
Ser feliz en la entrega
Cosa distinta es si la relación es de amor: el amor busca siempre el bien del otro. Pero no lo veo en el tipo de relación del que estamos hablando.
Además, aquí hay un problema añadido: en nuestra sociedad, en general, el servicio desinteresado a los demás no está bien visto. Y ponemos en duda que se pueda ser feliz en la entrega, por amor, a otras personas. Sobre todo, porque medimos el éxito personal en términos de reconocimiento profesional y económico. Y no sabemos ver (ni entender) la satisfacción de quien elige una vida sencilla, aparentemente sin brillo, dedicada a hacer felices a las personas que la rodean. En esos actos pequeños, de servicio, hay amor. Servir a los demás es un signo de un amor maduro que, como decía antes, busca el bien de las personas amadas.
Tareas “despreciables”
Pero, cuando hablamos de servir a los demás, una gran parte de ese servicio la componen las tareas domésticas. Y aquí coincido con mi amiga Lucía Martínez Alcalde en que “hay dos mentalidades que es bueno desterrar de entrada: la del 50-50 y la de que hay tareas “despreciables”.
Porque todavía muchas veces consideramos los actos de servicio como “despreciables”, podemos procurar evitarlos y dejárselos al otro, y esa situación puede llevarnos a las conclusiones del artículo antes citado. Si es lo que nos está pasando, ciertamente en nuestra relación convendría introducir cambios.
Para que la relación sea de verdad de amor, nos puede ayudar pensar si tenemos que cambiar la mirada. Repasar cómo consideramos los actos de servicio, y si sería aconsejable hacer alguna rectificación.
¿Son obligaciones únicamente derivadas de nuestra relación matrimonial o de padres?
¿Podríamos verlas de otra forma, como muestras de amor por las personas a las que les estoy preparando una comida, planchando una camisa, por las que hago innumerables gestiones burocráticas?
¿He considerado los actos de servicio como despreciables; se los he dejado al otro porque me encuentro por encima de estas cosas? ¿O tal vez el otro las ha asumido con libertad, pero me he acomodado a su generosidad y no le cuido como necesita (descanso, agradecimiento, corresponsabilidad)?
Si la base de nuestra relación es el amor, ambos estaremos pendientes del bien del otro. Y aprenderemos a agradecer todos esos pequeños actos de generosidad y cariño; y a sentir la satisfacción de cuidar de las personas que queremos.
Os dejo con una frase que acabo de encontrar en un tuit de Iciar Bollaín: “Hacer lo que tú quieres realmente no es un capricho, es una declaración de amor hacia ti misma”.
Hacer lo que tú quieres realmente no es un capricho, es una declaración de amor hacia ti misma.
Para su consideración, #LaBodaDeRosa🌹 pic.twitter.com/qsMV0TuO2K
— MAIXABEL de Iciar Bollain (@MAIXABEL_Iciar) January 2, 2021
También si lo que quieres es cuidar de los tuyos.
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