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La unificación monetaria, ¿principio del fin del modelo cubano?

CUBA ECONOMY
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Jaime Septién - publicado el 05/01/21
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Las consecuencias del cambio han sido devastadoras los primeros días del año: hiperinflación a la vista, carestía de servicios básicos, escasez de alimentos y de productos de primera necesidad

Que la reforma monetaria que entró en Cuba el 1 de enero de 2021 sea un signo de esperanza frente a la pobreza, la escasez y las duras condiciones de vida por las que atraviesan la mayoría de los habitantes de la isla caribeña. Es el deseo que expresan los obispos de Cuba en su reciente Carta con motivo de la Navidad.

“Una buena noticia para los cubanos sería que el anunciado reajuste de la economía nacional, lejos de aumentar las preocupaciones de muchos, ayude a que cada cual pueda sostener a su familia con un trabajo digno, con el salario suficiente y con la siempre necesaria justicia social”.

Este “reajuste de la economía nacional” tiene que ver con el inicio del proceso de unificación monetaria en Cuba.

La difícil realidad en Cuba

Desafortunadamente para los ciudadanos de este país las consecuencias han sido devastadoras los primeros días del presente año: hiperinflación a la vista, carestía de servicios básicos, escasez de alimentos y de productos de primera necesidad son los primeros signos del proceso.

Retirar las subvenciones del Estado a los alimentos, transporte, trámites jurídicos, servicios postales, agua o electricidad ha traído una escalada de precios.

En la electricidad, la tarifa llegó a subir hasta el 500%, por lo que el Gobierno se vio obligado a dar marcha atrás y redujo sustantivamente el costo de ese servicio básico.

Ciertamente, la subida de precios viene aparejada de un incremento a los salarios, pero los analistas cubanos estiman que estos crecerán por debajo del costo de la canasta básica y de los servicios públicos.

Cuestión de supervivencia

Desde 2013 se había anunciado el proyecto de acabar con la distorsión económica que significaba tener dos monedas en circulación.

Este mecanismo funcionaba desde hacía 26 años: el peso cubano o CUP, era la moneda real, y el peso cubano convertible o CUC, paritario con el dólar, se sostiene artificialmente.

Durante el primer semestre de este año, los CUC podrán ser negociados en casas de cambio y bancos, o usarse como forma de pago en comercios estatales recibiendo el cambio en CUP.

La tasa cambiaria fijada para el dólar estadounidense el primero de enero fue de 24 CUP. Sin embargo, al abrir esta semana el mercado, el dólar se cotizaba en 26 CUP y en el mercado libre hasta en 50 CUP.

El momento para llevar a cabo esta reforma es muy delicado: Cuba sufre una fuerte crisis económica empujada por la pandemia del coronavirus y, también, por las sanciones económicas y el bloqueo comercial auspiciado la actual administración de Estados Unidos.

Además están las protestas por la vigencia de derechos humanos que han emprendido colectivos de artistas y activistas en La Habana.

Cansancio acumulado

“Las carencias materiales, el cansancio espiritual, la insuficiente economía personal, familiar y nacional que afectan duramente la vida presente y ensombrecen el futuro, están pesando en el alma de la inmensa mayoría de los cubanos”, advertían los obispos de Cuba en su Carta navideña.

El aumento de la inflación, el impuesto más caro de todos y que pega directamente a los bolsillos de los más necesitados, es previsible.

Ciertamente, el Gobierno anunció un aumento del salario mínimo para los trabajadores al servicio del Estado (que son la mayoría) de 400 a 2.100 pesos al mes; unos 87 dólares (71 euros) tomando en cuenta la tasa cambiaria de 24 pesos por dólar.

Pero eso no se va a sostener, como ya lo demuestran los cuatro primeros días de enero.

Por ello, los obispos cubanos escribieron:

“Ante esta realidad, queremos expresar nuestra cercanía hacia los más desfavorecidos: los pensionados, los desempleados, las madres solteras, los enfermos, los presos y los ancianos que viven solos y en situación de necesidad”.

Ellos serán los más duramente afectados por este reajuste.

Y a ellos la Iglesia católica (60 por ciento de los cubanos lo son, no obstante el proceso brutal de descatolización del país llevado a cabo desde hace 60 años por la Revolución surgida de la mano de Fidel Castro) les tiende la mano en muchas ocasiones a costa de la seguridad de los fieles, los sacerdotes, los obispos y sus familias.

Se trata de una “dolorosa medida” que tiene la esperanza de mejorar la vida de los cubanos pero que, en realidad, puede complicar, aún más, las precarias condiciones sobre todo de aquellos que no tienen empleo o, si lo tienen, ganan por debajo del salario mínimo.


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