Su familia es numerosa pero descubrieron que Dios les pedía algo especial: amar a los pequeños enfermos que carecen del cariño de un hogar
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Cristina y Carlos son un matrimonio madrileño católico que ha formado una familia numerosa.
Pedro, su octavo hijo, nació con malformación en los pulmones, el corazón y el cerebro, y no tenía ojos. “Su esperanza de vida era muy corta y cada día de vida era un regalo y así lo vivimos”, explica Cristina.
Otra realidad
Las idas y venidas contínuas a la UCI y las estancias en planta de hospital hicieron que el matrimonio conociera otra realidad: niños enfermos que carecían de padre y madre. Comenzaron a estar con ellos y descubrieron que algunos iban a Casa Belén, un Hogar para niños con discapacidad atendido por las Hijas de la Caridad.
Una vocación dentro de la vocación matrimonial
Pedro fue un niño muy amado y murió a los cinco años. Pero aquella experiencia en el hospital siguió haciendo mella: “Vimos que nos había nacido -dice Cristina- la vocación de cuidar niños con enfermedades que les obligaran a estar hospitalizados y estuvieran solos, que no tuvieran el amor de sus padres”. “Había que hacer más”, afirma.
Y llegó Javier
Ahí comenzó una nueva etapa para Cristina y Carlos. En Casa Belén “hicimos un curso de acogida y nos entregaron a nuestro hijo Javier”.
Javier había nacido muy prematuro, de 27 semanas, había tenido un derrame cerebral, intervenciones cardíacas, una iliostomía… y desde el primer día que le acogimos Javi empezó a cambiar. Acaba de cumplir 5 años y lo fundamental es que es un niño muy feliz.”
La pequeña Claudia
A continuación solicitaron la acogida de una niña con microcefalia, Claudia, “más enferma que Javi”. Carlos la llevaba cada día a su casa y la entregaba cada noche en Casa Belén hasta que un día definitivamente la instalaron en la vivienda. Pero falleció a los tres días. ¿Sus hijos biológicos debían pasar por eso?
“No nos da miedo la muerte. Nos da miedo el dolor que se nos queda”. Son conscientes de que eso puede provocar dolor en sus hijos. Pero asume que el sufrimiento “es porque les hemos amado, y si les hemos amado, eso cada niño lo nota“. “Pueden estar muy enfermos y parecer que no se enteran, pero eso lo notan”, asegura él.
“No hay niño que no note el amor”
El matrimonio aclara que los cuidados que se dan en Casa Belén son excelentes, pero subrayan que el cariño y el calor de hogar hace mucho bien a estos pequeños: “No hay niño que por mal que esté, que no note el amor y que no esté mejor en una familia”, dicen los dos.
“Dios nos quiso regalar eso”
Su testimonio de fe les hace estar agradecidos a Dios por esta vocación: “Nosotros -cuenta Cristina- no tenemos nada especial, no somos distintos de los demás. Somos muy pecadores, muy miserables, muy de enfadarnos, muy de broncas, muy de todo. Y, sin embargo, Dios nos quiso regalar eso.”
“He descubierto una cosa…”
Carlos confiesa: “Soy muy comodón (…) pero he descubierto una cosa: cuando soy más feliz es cuando estoy sirviendo a mis hijos (…) y en especial cuando cuido a estos niños enfermos”.
Puedes ver el testimonio de Cristina y Carlos en el siguiente vídeo:
La generosidad de esta familia es admirable.
Te puede interesar:
Acogieron a 6 sobrinos que perdieron a sus padres en accidente