Acabas de comenzar la jubilación y todavía te sientes joven. Tienes dos alternativas, dos visiones bien distintas de cómo vivir esta etapa¿Ser un señor jubilado o un jubilado señor? Algunos jubilados me responderán que depende de la pensión y les diré que sí. Que tienen la razón. Pero imaginémonos un caso concreto que debe ser muy común.
Hablemos de un jubilado joven que cuenta con una pensión digna y que su esposa sigue trabajando pues tiene cinco años menos. Un recién jubilado. Para este señor se abren dos alternativas y voy a ser muy claro: irse marchitando poco a poco o coger el toro por los cuernos.
Ahora podríamos ir por el camino muy trillado pero muy cierto del envejecimiento activo. La geriatría insiste en este tema pero mi enfoque quiere ser más vivencial, más cercano al corazón y a la familia, a la esposa y a los hijos y probablemente nietos.
Un jubilado sin planes
Un señor jubilado, podría pensarse, empezará jubilosamente sus vacaciones pagadas y se podría decir a sí mismo: “Ha llegado el momento de descansar”.
Y ese descansar puede que lo conciba como un levantarse tarde, sestear y pasear. Algunas aficiones, algunos amigos y ¡a vivir que son dos días!
No hace planes y deja que la vida le sorprenda. Y la vida le sorprende porque sin planes, sin meta, sin horario no hay vida.
Un jubilado señor señorea sobre sí mismo. Es señor de su vida, manda sobre su vida. Un jubilado señor debe vivir a otro ritmo más sosegado, pero no puede vivir al ritmo que impone el dolce far niente, tal como lo dicen los italianos.
Este “dulce hacer nada” deja de ser dulce cuando se prolonga demasiado en el tiempo y además queda aderezado por la falta de contactos, la desidia, y, la mirada en el espejo. Y además es un camino hacia la soledad. Y qué dice el espejo. Pues dice algo tan sencillo como esto: “Sí, Pepe, esto es la jubilación, tu afición al periódico no da de sí y no todos tus amigos tienen tus mismos gustos. Espabila, despierta, muévete”.
Un horario
Un espejo sabio que lo primero que propone es un horario. Y un horario que hay que seguir.
La ciencia geriátrica habla de caminar. Esa es una afición bastante común. Ahí es más fácil encontrar amigos en situaciones parecidas dispuestos a echarse un buen paseo con ropa deportiva. Es salud. Levantarse pronto y caminar. Y si es posible tomar un autobús para irse a caminar al bosque, si lo hay. O al campo. O al parque más cercano.
Levantarse pronto a veces cuesta, pero es muy agradecido. Te marcas una hora y en vez de remolonear entre las sábanas saltas de la cama con una idea en la mente: “Este va a ser un buen día en lo que de mi dependa”.
Eso es vivir la voluntad, esos es señorío. No una voluntad adusta, quejosa, sino una voluntad enamorada de la vida, de ser el mejor marido, padre y abuelo que uno pueda ser.
La respuesta podría ser: “De ese tema ya sé, estoy jubilado”. “Ya fui un laborioso y buen padre cuando la vida, los hijos, la faena y la esposa lo exigía”. Pues la respuesta es no. La tarea continúa todavía por dos motivos: porque ofrece energía y acción y porque uno es más amable, más cordial. Da más gusto estar con uno.
El señor jubilado que se abandona quizá, solo quizá, se convierte en un cascarrabias. El jubilado señor no se abandona y coge la sartén por el mango (ya veremos que será textualmente) y sale cada día. Luego hacia las diez se regala un saludable desayuno y entonces empieza a pensar que se necesita en casa.
Ser un buen cocinero puede ser divertido
¿Hay que comprar día a día? Pues sí. Es una buena iniciativa. Y mejor todavía si esa compra está encaminado a tener la casa apañada, digna, ordenada, limpia. Y más aún y es muy divertido si esa compra se encamina a preparar la comida. Detrás de todo hombre que se precie hay un buen cocinero.
Y si se es un jubilado señor se puede disfrutar de hacer una comida sencilla para que, cuando su esposa llegue a casa, se encuentre todo ordenado, la comida hecha. Y sana para tener un envejecimiento de calidad. Un envejecimiento saludable. Y encontrase bien. Y la comida sana puede ser muy sabrosa.
El espejo, la conciencia es muy sabia: “Pero es que ella trabaja y no va a llegar a casa para que tú, querido amigo, sentado ante la tele esperes que te den de comer”. No: ¡qué maravilla la sonrisa de la esposa que es recibida por su marido con el plato en la mesa!
Y se puede invitar a algún nieto o hijo, o una pareja de amigos. Un cocinero que se precie es más feliz cuantos más comensales disfrutan de sus guisos. Sin pasarse, claro. “Tú, tu esposa y máximo tres. Luego los platos los recogen los invitados”.
Ahí aparece una tentación, las noticias, la siesta. Noticias en la tele, pero no la tarde ante la tele.
Y la siesta, que no es obligatoria, corta, con despertador. ¿Cuánto? Estirarse, descansar y levantarse con un plan. Cada uno sabe cuánto debe durar la siesta. Seguir en la tele es un mal plan.
La tele apoltrona y desgasta. “Es que hay un partido de mi equipo favorito”. “Vale, pero será el partido para las 20.00, o 21.00”. “¡Ah, invita a casa algún amigo o vecino!” Y mientras: mientras acción, emprendimiento, volver a salir.
Leer. Es una opción.
Una biblioteca, es solo una opción entre muchas.
Las bibliotecas de hoy día son auténticos paraísos terrenales: periódicos, revistas, libros, silencio ordenadores. Hay movimiento, vitalidad, juventud. Eso rejuvenece. Las novelas son una buena iniciativa. “¿Pero podría leer la novela en casa?”. “No te la compres: tómala de la biblioteca y pruébala, empiézala y si no te gusta cámbiala”.
Pero lo más importante de leer es tener amigos que leen. “Si por la mañana has caminado solo, por la tarde debes esforzarte en reunir una panda de compi-lectores”. “Co-lectores de periódicos para comentar, si no os peleáis, la actualidad”. Co-lectores de diarios deportivos.
O de temas que os gustan. Habrá incluso amigos que crearán un club de lectura. Se leerán una novela, un libro, una revista de un tema interesante y lo comentarán en grupo. En verano en una terraza, en invierno en casa de cualquiera de los amigos.
Un jubilado señor se busca amigos para compartir la vida. La soledad mata lentamente y es la antítesis de la amistad. Hay que hacer amigos.
Ser un jubilado aficionado al voluntariado
He propuesto una biblioteca. Pero puede ser un polideportivo, o un hogar de ancianos para jugar al parchís o al mus. No. Eso es muy pronto: eso llegará con los ‘75. Además, es fácil que se tercien unas rondas para alegrar la tarde. Y esos no es un buen plan. ¡Salud! Las copas lo pueden estropear todo un poco. Y después, cuando pasan las horas, ¡Qué mal humor!
Quizá pintar, la petanca, hacer teatro en instalaciones públicas dedicadas a los mayores. No sé. Al gusto de cada uno. Y aquí viene mi propuesta estrella: dedicarse a los demás.
Ser un voluntario que va a visitar a enfermos: jóvenes y viejos. Y el voluntariado no tiene límites: recoger comida para la gente necesitada, ayudar a jóvenes a aprender a leer, la lista es inacabable. Y llena el pecho de orgullo, de sentirse útil, de felicidad, Y llegar a casa cansado con ganas de contarle a la propia esposa como ha dado de sí el día.
Todo eso se puede ofrecer al Señor ya estamos hablando de gloria bendita. Incluso colocar ahí una misa y un rosario y oración compartida con amigos ante el Sagrario. El Señor entonces nos tomará de la mano y seremos felices de verdad.
Y sobre todo seremos atractivos: atraeremos a los amigos, a los hijos, a los nietos. ¡Ah, no se trata de amargarse cuidando a los nietos! Los nietos, de visita.
Y serás más atractivo para tu esposa y la harás muy feliz porque tu esposa es tu Jesucristo más cercano. Si quieres agradar a Jesús, agrada primero a tu esposa que es lo que Él te pide.
E invítala, a tu mujer, algún fin de semana a tu voluntariado porque dentro de cinco años ella cumple 65 (¿o 67?). La jubilación a dos aún es mejor.
Te puede interesar:
Cómo adaptar la vida de pareja cuando solo uno está jubilado