Se trata del español Monseñor Damián Iguacen, obispo emérito de Tenerife. Un hombre optimista: “La alegría es un signo cristiano”Monseñor Damián Iguacen Borau ha fallecido este martes 24 de noviembre de 2020 a los 104 años de edad en la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados que lo atendían en el Hogar Saturnino López Nova, en Huesca. Según explica la diócesis nivariense: ”El estado del obispo emérito de Tenerife se había deteriorado durante los últimos meses. A finales del mes de julio fue visitado por última vez por el prelado Nivariense, Bernardo Álvarez”.
En la que fue probablemente su última entrevista, publicada por el Heraldo de Aragón, D. Damián se refería a la actual pandemia que le traía al recuerdo la «gripe» que se vivió en 1918, cuando él tenía dos años. «Hubo mucho pánico». Con esta referencia histórica, Iguacen aseguraba que fue «una situación similar a la que ahora se vive. El ambiente era de temor».
«Mis padres se portaron muy bien porque procuraron evitar el pánico. Me contaban todo en sentido positivo y resaltaban lo bueno», rememora, para asegurar poniendo en valor la virtud de la esperanza que: «No está todo perdido, podemos hacer el bien en la conversación ordinaria y esto sirve para todos, para los de arriba y abajo».
El día más gran de su vida
En la web de la diócesis nivariense muestran algunas de las anécdotas y vivencias del fallecido prelado.
Los recuerdos pervivían en la mente de Monseñor Iguacen con una nitidez asombrosa. Era capaz de rememorar su vida deteniéndose en los detalles y conectando sus experiencias siempre a la luz de Cristo. Su ordenación como sacerdote era, sin lugar a dudas, uno de estos recuerdos grabados a fuego. “Después de mi bautismo, considero que ha sido el día más grande de mi vida. Que el Señor se fije en uno para ser ministro de su Evangelio te confiere otra entidad. Es algo muy grande”, señalaba.
Un gran optimista
En cuanto al silencio don Damián señalaba que este aspecto lo relacionamos habitualmente, de forma equivocada, con no hablar. “El silencio es saber hablar a su tiempo” –matizaba. “Es importantísimo guardar silencio para hablar cuando se debe y sabiendo lo que se dice”.
En otra ocasión, Damián Iguacen durante una entrevista afirmaba considerarse un gran optimista. “Gracias a Dios lo soy. El creyente, necesariamente, tiene que ser optimista. Tiene que ver lo bueno que hay y lo malo que hay convertido en bueno porque el mal no es una fatalidad, lo podemos eliminar con el bien”. “Que todo esto sea expresión de alegría interior. El Señor nos quiere contentos, alegres, no bullagueros, sino con la alegría del gozo de vivir bien con Dios y con todo el mundo. Por eso la alegría es un signo cristiano”.