Annier Portillo, con su testimonio desde la parroquia “San Jadas Tadeo” de Caracas, resalta que la dura crisis por la cual atraviesa Venezuela ha motivado en muchos creyentes el deseo de “formar una gran familia para ayudar a quienes más lo necesitan”Annier Mileidy Portillo Mata, es una madre venezolana, profesional en ingeniería de sistemas. A menudo se le ve con una sonrisa y dispuesta a colaborar, especialmente con los más necesitados de su comunidad: ancianos, niños y enfermos. Desde muy joven se vinculó a la Legión de María en el Santuario San Judas Tadeo, del sector Puerta Caracas, en la capital de Venezuela. Tiene un lema personal: “Creer en Dios, orar y esperar”.
Con los legionarios conoció directamente las necesidades de muchas personas en su barrio y otros lugares de la ciudad. Así nació en ella el deseo de ayudar y llevar la esperanza a quienes sufren. “La situación país nos ha impulsado a formar una gran familia para ayudar a quien más lo necesita, y eso me hace muy feliz”, expresó Portillo.
Comenzaron pidiendo comida en las misas
Recuerda que el año 2017 fue un momento muy duro: colas para comprar la escasa y costosa comida, medicamentos inexistentes y las migraciones forzadas en medio de una crisis compleja y sin precedentes en la nación suramericana. Con el visto bueno de Fray José Antonio Díaz (Congregación Agustinos Recoletos), en la parroquia “San Pío X” Santuario “San Judas Tadeo”, motivaron el inicio de una olla solidaria para darle respuesta al prójimo carente de afecto y de un trozo de pan que calme el hambre.
“Nos dedicamos en las misas a pedir la colaboración de cada uno de los feligreses para que aportaran verduras, arroz, proteínas y otros ingredientes para hacer la sopa”, explicó en conversación con Aleteia. “Comenzamos con 60 comensales entres adultos mayores y niños. Actualmente, asistimos a más de 350 hermanos que se benefician de esta olla, pero ahora se le ofrece durante dos días a la semana, martes y viernes”, afirmó.
Al lugar acuden personas desde otras zonas de Caracas: Caricuao, Petare, Antímano y Chacao buscando un plato de comida para sobrevivir. “Pero no es solo una taza de sopa”, explicó. “También se les ayuda con medicamentos, ropa y lo más importante: la palabra de Dios, el alimento espiritual, mientras reciben sus beneficios materiales”.
Afirma que la Covid-19 incrementó el hambre y la crisis en la población, generando algunas “bajas” entre los ancianos que asisten a esta parroquia, como consecuencia de la desnutrición y la desatención de sus familiares. “Pese a ello, prevalece la solidaridad de la comunidad que vive en los alrededores del recinto eclesial aportando su mano amiga, y los insumos requeridos para la elaboración de los alimentos para compartir con los más desposeídos. De aquí nunca se van sin comer”, añade.
No debemos cuestionar a quien necesita ayuda
Dar desde la pobreza es lo que Annier y su equipo hacen como cristianos. No cuestionan a las personas necesitadas, sino que las ayudan y motivan a seguir adelante. “En mi mente, y seguro en las de mis hermanos que trabajan con la olla solidaria, queda la satisfacción de que cada uno de estos hombres, mujeres y niños en situación vulnerable, ese día van poder llevar algo de comida a su casa y no dormirán con el estómago vacío”.
“Cada vez experimento que en cada uno de mis hermanos necesitados puedo ver el rostro sufriente de Cristo y es mi obligación ayudarlos, ya que él murió por nosotros en la cruz. Siempre les digo eso. De hecho, ellos se acostumbraron a llamarme ‘hermana’, y es la verdad, porque todos somos hermanos por Cristo. Así los llamo también: hermanos”. “Son personas muy agradecidas, nos dan su bendición y agradecen a Dios por recibir un plato de comida. Eso nos llena mucho y para nosotros es suficiente”.
“Pienso que debemos amar al hermano sin importar quién es, porque nuestro Dios se nos manifiesta de muchas maneras y por eso debemos de darle de comer, de vestir y albergar”. Igualmente, siente satisfacción porque ama este trabajo y eso lo saben en la familia. “En mi casa saben que estoy muy entregada a esta labor y me apoyan en todo”.
Incremento de la desnutrición en niños y adultos
Informó que en la jornada de salud que se practica en el recinto eclesial han detectado el incremento de la desnutrición en personas de la tercera edad, llegando a 75 por ciento; mientras en los niños, la cifra supera el 25 por ciento. Annier lamentó esta situación porque antes de llegar la pandemia, “se había producido una recuperación entre los dos sectores en un 2 por ciento”.
Refirió que atienden en el Centro Comunitario, ubicado en el sector El Polvorín, a unos 110 niños que se encuentran en situación de calle. “Algunos tienen familia, y otros son becados por la Congregación de los Agustinos Recoletos. A ellos se les reparte alimento y se les imparten tareas dirigidas, deporte y actividades recreativas de lunes a viernes”.
Finalmente, manifestó la alegría de poder compartir su tiempo con el prójimo, repitiendo lo citado arriba: “La situación país nos ha impulsado a formar una gran familia para ayudar a quien más lo necesita. Eso me hace muy feliz”.
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