Recordamos la Misa en Do Mayor del célebre compositor en ocasión del “Año Beethoven”. El Príncipe no estaba muy contento con el resultadoEn 1807 Beethoven compuso su poco recordada Misa en Do Mayor, Op. 86. La obra había sido comisionada por el Príncipe Nikolaus Esterhazy II para celebrar el onomástico de su esposa, Marie von Liechtenstein. Esta tarea ya había sido encomendada a Haydn anteriormente en seis oportunidades, pero esta vez el Príncipe había decidido depositar su confianza en el talento del compositor de Bonn, ya célebre para entonces.
Tras su estreno el Príncipe no se vio del todo complacido con el resultado. “Mi querido Beethoven, ¿qué has hecho?” dicen que fue el comentario, tras el cual Beethoven –de conocido mal genio– no sólo se irritó, sino que decidió abandonar la corte ese mismo día y luego modificar la dedicación de la composición al Príncipe Ferdinand Kinsky. La partitura fue publicada en 1812 por Breitkopf & Härtel.
Acaso por ser una obra por encargo, acaso también por la preocupación de estar a la altura de las misas de Haydn, es posible que en primera instancia la inspiración religiosa del autor estuviera en segundo plano. Las mismas razones explicarían también el estilo “clásico” que predomina a lo largo de la obra y que nos recuerda también a compositores como Gluck o Mozart.
Además la Misa en Do ha sido en cierta medida eclipsada por la Misa Solemne en Re Mayor de 1819-1823, donde la impronta original de Beethoven es mucho más notoria y cuya sofisticación es mayor (cfr. nuestro artículo Missa Solemnis: la que Beethoven consideraba su obra más lograda).
Un acto de justicia
No obstante consideramos que rescatar esta composición litúrgica (nos atrevemos a decir, más litúrgica que la Misa Solemne) en el marco del Año Beethoven que ya se aproxima a su fin es no sólo algo que vale la pena, sino también un acto de justicia.
La Misa está compuesta para solistas, coro y orquesta y se divide en las cinco secciones del Ordinarium (Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus-Benedictus y Agnus Dei). Su ejecución suele tener una duración de entre 45 y 50 minutos.
En el Kyrie utiliza el formato de sonata, comenzando con un Andante con moto que prontamente predispone al oyente para la plegaria. La sección del Christe cambia la tonalidad y presenta un fructífero diálogo entre los solistas y el coro. Luego se retoma la tónica original recapitulando el tema inicial, aunque con un poco más de fuerza y clamor.
Hincapié en el Miserere
El Gloria entra con fuerza y pomposidad en su inicial Allegro con brio, que sin embargo prontamente manifiesta variaciones dinámicas según las exigencias del texto e incluso más allá de ellas. Beethoven nos ofrece un diálogo entre el tenor solista y el coro durante el Gratias agimus tibi, y en la partitura del cuarteto de solistas se hace patente la influencia del más prístino clasicismo, aunque sazonado por momentos con la impronta del compositor.
Se destaca el hincapié que Beethoven hace sobre el miserere, acaso una clave para entender su particular religiosidad. La parte final (cum Santo Spiritu…) está compuesto en modo de fuga, una vez más, en sintonía con autores más “clásicos”.
Credo
El Credo parece comenzar en estado tímido y dubitativo, pero prontamente se afirma con certeza. Encontramos algunas particularidades en el uso del coro, el Incarnatus est queda a cargo del cuarteto de solistas, y el Crucifixus y el Resurrexit ofrecen una especial carga dramática, aprovechando que se trata del texto litúrgico con mayor carácter narrativo. También esta pieza concluye con una fuga que sigue los patrones de Haydn y con una serie de “falsos finales”, si se nos permite.
Sanctus
El Sanctus empieza con llamativa tranquilidad (como sucedería luego en la Misa Solemne) en lugar de la habitual pompa, la que recién se hace manifiesta en el Pleni sunt coeli. Por su parte el Benedictus brinda protagonismo al cuarteto de solistas, acompañados suavemente por la orquesta –especialmente por el cello– y luego también por el coro. Ambas secciones concluyen con sus respectivos Osanna in excelsis! en forma de fuga una vez más.
Agnus Dei
En el Agnus Dei Beethoven se mantiene fiel a la costumbre vienesa de componer las dos primeras secciones (con su plegaria final miserere nobis) en tono menor, mientras la última (con su petición final dona nobis pacem) está en tono mayor. La pieza está toda ella envuelta en un profundo clamor que va creciendo a medida que la partitura avanza, pero que termina de modo sereno y “en paz” retomando el tema del Kyrie inicial.
Es posible que el mismo compositor le haya restado relevancia a esta bellísima obra, tal vez por la ya mencionada historia. También es cierto que en ella encontramos un Beethoven más sobrio y respetuoso con la tradición y menos “original”. Era nuestra intención, sin embargo, rescatar esta destacable obra litúrgica (de las pocas del repertorio del gran Ludwig) e invitar a nuestros lectores a redescubrirla.
A tal fin, dejamos a vuestra disposición algunas versiones:
https://youtu.be/k34KdS_xgTk
Solistas: Julia Kleiter, Elisabeth von Magnus, Werner Güra, Florian Boesch. Coro Rundfunkchor Berlin (director Simon Halsey). Orquestra Berliner Philharmoniker. Director: Nikolaus Harnoncourt.
Solistas: Charlotte Margiono, Catherine Robbin, William Kendall, Alastair Miles.
Monteverdi Choir y Orchestre Révolutionnaire et Romantique bajo la dirección de John Eliot Gardiner
Para quienes seguir la partitura:
Versión a cargo de Sir Colin Davis con la London Symphony Orchestra y el London Symphony Chorus. Solistas: Sally Matthews, Sara Mingardo, John Mark Ainsley, Alastair Miles.