Hassan Bin Talal, miembro de la casa real de Jordania, pide que cristianos y musulmanes afronten juntos la defensa de la dignidad humanaPor su indudable interés, Aleteia ofrece este artículo firmado por el príncipe Hassan Bin Talal de Jordania, sobre la nueva encíclica “Fratelli Tutti” de Papa Francisco. El príncipe, tío del actual monarca Abdallah II, es conocido por su personal compromiso en el diálogo islámico-cristiano. Entre otras iniciativas que lleva adelante, es presidente del Real Instituto de Estudios Interreligiosos de Ammán.
Fratelli Tutti: Hacia una Ética de Solidaridad Humana
Los trágicos acontecimientos que no dejan de desarrollarse en todo el mundo no deberían hacernos dudar del valor de la religión y la fe. Más bien, deberían recordarnos su importante papel como reafirmación del carácter sagrado de cada ser humano.
Ha llegado el momento de recordar juntos nuestro código ético común, basado en la solidaridad humana, y de condenar las atrocidades llevadas a cabo por el ser humano, ya sean hacia sus iguales o hacia la naturaleza.
Pertenecemos a diferentes religiones y adoramos de acuerdo a distintos ritos. Más allá de estas diferencias, sin embargo, está la esencia de la religión: la conciencia común de que en algún lugar más allá de los límites del conocimiento humano existe una verdad última, o lo que San Pablo denominó “una sabiduría de Dios misteriosa” (1 Corintios 2, 7) que “el hombre no puede pronunciar” (2 Corintios 12, 4).
Como enseña el Noble Corán, ” nadie sino Dios conoce la interpretación” (Corán 3: 7). Indetectable para los sentidos, este último misterio (si podemos llamarlo así) no puede ser conocido a menos que sea revelado y, de esta forma, haga posible la comunión humana individual o colectiva por medio de él.
En su tercera carta encíclica Fratelli Tutti, su santidad el papa Francisco nos recuerda que Dios creó a todas las personas, haciéndolas iguales en derechos, deberes y dignidad humana.
También decía que las religiones, independientemente de sus mensajeros o de los principios de sus adeptos, buscan vivir una fraternidad verdadera, basada en el compromiso de tratar al individuo en base al respeto a su perpetuidad, aceptando las diferencias del otro en convivencia.
La fraternidad y la amistad social se basan en evitar toda forma de agresión y contienda, buscando la convivencia con personas que no comparten nuestra misma fe. Dichos principios son los que inspiraron a San Francisco de Asís cuando visitó al Sultán al-Malik al-Kamil en 1219, en la ciudad egipcia de Damieta.
Yo personalmente estuve el año pasado en la pequeña Asís con mis hermanos pertenecientes a diversas religiosas participando en la celebración del aniversario de dicha visita, de la cual se han cumplido ya ochocientos años. En este evento deliberamos acerca de la ética humana, la solidaridad y la importancia del diálogo entre los miembros de diferentes religiones y culturas.
La fraternidad humana se basa en fundamentos humanos que tienen dimensiones religiosas y espirituales, por lo que el amor del individuo por su hermano debe desafiar todo tipo de barreras geográficas y espaciales. Debe tratarse de un amor desinteresado y no estar motivado por un posible beneficio material o individual.
Es un amor que va más allá de los rígidos intereses humanos mundanos, y cuyo único fin es el de propagar los valores humanos y tender una mano amiga a los grupos sociales marginados, representados por los pobres, los indigentes, los enfermos y los discapacitados.
Al hablar de una ética de solidaridad humana, es importante tener en cuenta que cualquier sistema de valores debe ser juzgado por la forma en que se trata la diversidad en una época en la que tanto la palabra como el concepto están perdiendo su verdadero significado.
Su santidad el Papa Francisco nos habla del valor de la solidaridad que apela a “la solidez que surge de sabernos responsables de la fragilidad de los demás buscando un destino común” y dice que “la solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. El servicio es «en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo»”.
«Los cristianos ya no pueden permitirse el lujo de despreciar al islam o a los musulmanes, como tampoco los musulmanes pueden permitirse despreciar al cristianismo o a los cristianos»
Su Santidad describe la solidaridad como “una palabra que expresa mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos”. Se trata de “pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales».
El islam y el cristianismo hoy están dejando rápidamente de pertenecer a dos mundos separados y el límite geográfico restante entre ellos se está volviendo más imaginario que real. En estas circunstancias que han cambiado radicalmente, los cristianos ya no pueden permitirse el lujo de despreciar al islam o a los musulmanes, como tampoco los musulmanes pueden permitirse despreciar al cristianismo o a los cristianos, considerando la presencia cristiana histórica entre ellos y la contribución cristiana activa a la civilización islámica en muchos países y en todo momento.
Necesitamos con creciente urgencia un humanismo ampliado al enfoque cristiano del islam y su comprensión de las formas musulmanas, y de la misma forma, un humanismo ampliado al enfoque musulmán del cristianismo y la comprensión de las formas cristianas.
Ciertamente se ha llegado al punto en que ni los musulmanes ni los cristianos pueden persistir en mantener líneas arcaicas en el trato mutuo, puesto que conllevan un alto precio que ninguno de nosotros desea pagar.
Nuestra tarea hoy es abordar algunos de los desafíos más apremiantes de nuestro tiempo: fomentar la inclusión, cimentar el respeto entre los pueblos y reforzar el pluralismo entre personas de diferentes religiones y culturas.
La pregunta es cómo unir fuerzas para mejorar la igualdad de derechos de ciudadanía, orientando a las personas hacia un bien común mundial y, de ese modo, sacar de la pobreza absoluta a los ciudadanos de nuestras respectivas regiones, que se encuentran en un estado de perniciosa degradación de la dignidad humana, sobre todo, los graves problemas de gobernanza que afrontan..
Necesitamos un nuevo orden humanitario, donde los seres humanos se complementen y la comprensión preceda al entendimiento. ¿Cómo podemos desarrollar la convivencia cultural, la capacitación y el empoderamiento legal de los pobres?
Nuestro deber es practicar lo que predicamos, comprometernos plenamente y proteger la dignidad humana mucho antes de que se vea realmente amenazada:
“¡Vosotros que creéis! ¿Por qué decís lo que no hacéis? Es grave ante Allah que digáis lo que no hacéis.” (Coran 61: 2-3)
“Abre tu boca en favor del mudo, por la causa de todos los abandonados, abre tu boca, juzga con justicia y defiende la causa del mísero y del pobre.” (Proverbios 31, 8-9)