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Santa Beatriz de Silva, fundadora de las concepcionistas

BEATRIZ SILVA
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Sandra Ferrer - publicado el 20/10/20
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Descubrimos la historia de una dama de la corte encerrada en un baúl que fue salvada por la Virgen y cumplió su promesa de venerarla el resto de su vida

A menudo las grandes decisiones de la vida de las personas surgen de momentos clave en su existencia. En el caso de Beatriz de Silva fue el rocambolesco trance de sufrir un encierro en un baúl por orden de una reina demente del que salió fortalecida gracias a la Virgen María.

Beatriz de Silva era una joven perteneciente a la alta nobleza portuguesa que había nacido en Ceuta hacia 1424. Su abuelo Pedro de Meneses había sido el primer capitán de esta plaza mientras que su padre, Ruy Gómez de Silva, fue un destacado combatiente durante la toma de Ceuta. Casado con la hija de don Pedro, Isabel de Meneses, la pareja llegó a tener doce hijos que fueron educados en la fe cristiana. Beatriz vivió poco tiempo en Ceuta pues pronto su padre fue reconocido por el rey de Portugal nombrándolo alcalde de Campo Mayor.

Allí creció rodeada de sus hermanos y hermanas bajo la supervisión de sus tutores, miembros de la orden franciscana. Hasta que su destino la llevó a convertirse en una de las damas de la corte de Portugal. Era el año 1447 cuando la princesa Isabel de Portugal iba a emprender viaje a España para casarse con el rey viudo Juan II de Castilla y Beatriz fue llamada a formar parte del séquito de la futura reina castellana.

Pronto Beatriz sufriría en sus propias carnes los trastornos mentales y los celos descontrolados de la reina Isabel. La joven dama, de apenas veintidós años, intentaba pasar desapercibida pero la obsesiva actitud de la soberana terminó por colocarla en el punto de mira.

En una velada en la corte, Isabel creyó ver una mirada seductora entre su esposo y Beatriz y, antes de analizar la situación montó en cólera contra la asustada dama que, sin saber muy bien por qué se encontró encerrada en un cofre bajo llave. En aquel lugar oscuro, sin alimento ni agua, permaneció tres largos días con sus noches. Sin poder moverse, angustiada al saber que era muy probable que solamente saliera de allí muerta, Beatriz consiguió no sucumbir a la desesperación gracias a la oración.

Ella misma aseguró que la Virgen fue quien la salvó, apareciéndose ante ella dándole consuelo y protección. Beatriz salió de aquel macabro encierro cuando un familiar suyo se percató de su larga ausencia y mandó buscarla. Una vez liberada, no se olvidó de la promesa que le había hecho a María.

Si salía viva, cumpliría con su voluntad de fundar una orden dedicada a la Concepción de la Virgen. Dado que la Inmaculada Concepción no se decretó como dogma hasta mediados del siglo XIX, Beatriz de Silva se convirtió en una de las primeras defensoras de la pureza de la madre de Dios, una cuestión que provocó durante mucho tiempo discursos a favor y en contra del hecho de que María naciera sin pecado original.

Después de aquel truculento episodio, Beatriz supo que no podría permanecer mucho más tiempo en la corte sin volver a caer bajo la locura de la reina, así que decidió marchar a Toledo donde encontró refugio en el Monasterio de Santo Domingo. Pero no tomó los hábitos.

Beatriz esperaba cumplir con una misión más importante en su vida, la promesa hecha a la Virgen. Una promesa que, sin embargo, no iba a ser fácil de cumplir puesto que la idea que tenía era la de crear una orden femenina sin estar vinculada a ninguna masculina y con una regla monástica pensada exclusivamente para mujeres.

Beatriz de Silva pasó muchos años esperando la ocasión propicia, hasta tres décadas de paciente espera. Hacia 1474, empezó a recibir la visita de la entonces reina de Castilla, hija de aquella Isabel que un día intentó terminar con su vida. Isabel I, que la historia conocería como la Reina Católica, se reunía siempre que podía con Beatriz y se interesó por su plan monástico.

Lo primero que hizo la reina fue donar a Beatriz una propiedad toledana conocida como los Palacios Galiana donde podría fundar su monasterio. Allí se trasladó a vivir en 1484 junto a otras once mujeres bajo la forma de beaterio, a la espera de poder fundar su soñada orden para lo cual, la reina medió todo lo que pudo con el papado. Aún tuvo que esperar cinco años más para ver parte de su sueño cumplido. La Bula Inter Universia daba a Beatriz la autorización para fundar su propia orden pero debería seguir la regla del Císter. Solamente podría adaptar parte de sus normas litúrgicas.

La orden que ella misma había redactado no podría ser puesta en práctica en su totalidad pero Beatriz consiguió fundar la Orden de la Inmaculada Concepción. Conocidas popularmente como “concepcionistas”, sus religiosas vestirían con un hábito blanco y un manto azul, tal y como Beatriz viera a la Virgen en la oscuridad de aquel baúl que cambiaría su vida para siempre.

Beatriz de Silva vivió muy poco tiempo como monja concepcionista pues falleció en agosto de 1492. Desde entonces y hasta nuestros días, la Orden de la Inmaculada Concepción empezó a expandirse primero por toda España para llegar a Europa y a América. Cuando las concepcionistas llegaron al Nuevo Mundo en 1540, se instalaron en Veracruz, desde donde fueron fundando decenas de conventos por todo el continente.

Cinco siglos después de su desaparición, Beatriz de Silva fue beatificada por Pío XI y canonizada por Pablo VI.

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