La película elogia las virtudes del maestro en los tiempos actuales, se adentra con valentía en asuntos que tienen que ver con el acoso escolar, los abusos, los problemas de la integración, la urgencia del perdón y la transmisión de valores
Las salas de cine españolas recibían, este mes, el espléndido segundo trabajo para cine del joven cineasta navarro de 45 años, David Ilundain, tras B, filmada en 2015, que narraba la historia real sobre el interrogatorio a Luis Bárcenas, tesorero del Partido Popular. Distribuye en cines A Contracorriente Films.
La película, una historia de ficción basada también en hechos reales, sigue los pasos de Aleix, un maestro catalán interino que llega a un pueblo aragonés para cubrir una baja por maternidad a unos alumnos de sexto de primaria. Y no sabe si podrá acabar el curso. Allí tendrá que vérselas con un contexto educativo desconocido y un alumno enfermo, que falta mucho a las clases. De modo que no tendrá más remedio que inventarse dinámicas de trabajo para reintegrar a ese estudiante con sus compañeros.
Fotogramas de la película (Galería)
David Ilundain da un golpe de timón respecto a su anterior película -en forma y fondo- y entrega una fascinante y luminosa historia, más en formato de drama que de comedia, sobre la educación, el sistema educativo y los sinsabores de sus alumnos.
En este sentido, hallamos referencias sobre el asunto que ya ha afrontado el cine francés con éxito, como son los casos, por ejemplo, del documental Ser y tener (Nicolas Philibert, 2002) o de las películas La clase (Laurent Cantet, 2008) y Hoy empieza todo (Bertrand Tavernier, 1999). Tal vez Uno para todos esté un peldaño por debajo de estas propuestas fílmicas, pero no dejar de ser una gran historia fresca, bien engrasada, estructurada y dialogada.
El filme, además de elogiar las virtudes del maestro en los tiempos actuales, se adentra con valentía en asuntos que tienen que ver con el acoso escolar, los abusos, los problemas de la integración, la urgencia del perdón y la transmisión de valores. Y todo ello Ilundain lo consigue con gran realismo y sin necesidad de recurrir a efectismos baratos.
Al emocionante resultado final contribuyen decisivamente, por un lado, el impecable trabajo de David Verdaguer -templado y didáctico- y el papel de los actores no profesionales -muy buena dirección de actores-, y por otro, la poderosa voz de Ilundain para crear atmósferas que faciliten la comunicación fluida entre profesor y alumno. En este caso se otorga especial valor a la vocación que siente el profesor cuando enseña y cuando esa manera de enseñar puede cambiar la vida de un alumno para siempre.
Queda, pues, una película, actual, inteligente y reflexiva sobre el territorio de la educación, que pasa a formar parte de las películas referenciales sobre el género.