Sor Deirdre Byrne ha vestido uniforme y hábito, pero lo más importante para ella es la oportunidad de servir
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Al escribir sobre la hermana Deirdre Byrne, existe la tentación de caer en comparaciones fantásticas dignas de una novela de espías John LeCarré. Y las comparaciones no serían descabelladas, visto el currículum de esta monja, ya que cabe preguntarse qué parte del mundo no ha visitado o de qué intrépida misión no ha formado parte.
El pasado miércoles 26 de agosto, la hermana pronunció unas palabras en la Convención del Partido Republicano en Estados Unidos, con una cobertura nacional e incluso internacional.
El año pasado, cuando le pidieron que estuviera presente y recibiera el reconocimiento del presidente Trump en el Día de la Independencia en Washington, la monja contó a Aleteia: “Las demás personas presentes eran tan increíbles que yo no dejaba de preguntarme ‘¿qué diantres hago aquí?’”.
Sor Dede, como casi todo el mundo la llama, es miembro de las Pequeñas Obreras de los Sagrados Corazones de Jesús y María, una orden fundada en Italia que lleva casi 70 años presente en Estados Unidos. La monja dedica gran parte de sus días a atender a pacientes en la clínica Catholic Charities en Washington D.C. o en la clínica (gratuita) de oftalmología y fisioterapia en el convento de las hermanas. También es la superiora de la comunidad religiosa.
Sor Dede ha afirmado que su vida de servicio comenzó ya en el útero, reconociendo los ejemplos de su madre y padre. Y es que el servicio lo lleva en la sangre: su padre era cirujano torácico, tiene dos hermanos en medicina y otro hermano que es sacerdote de la archidiócesis de Washington. Sor Dede, como sus hermanos y padre, estudió medicina en Georgetown. Se alistó en el Ejército en 1978 para poder pagarse los estudios y, durante las siguientes tres décadas, sirvió en la Península del Sinaí, en Corea y en Afganistán.
Su servicio militar se interrumpió en 1989, cuando pasó un año haciendo medicina misionera. En India, formó equipo con una cirujana llamada sor Frederick, que también se había formado en Georgetown. Sor Dede llevaba tiempo pensándose lo de la vida religiosa, pero el momento aún no había sido propicio.
Sin embargo, a su vuelta a Washington, mientras se formaba como cirujana, uno de sus pacientes fue el cardenal James Hickey, por entonces arzobispo de Washington. Entablaron amistad y el cardenal le ofreció orientación religiosa. El padre John Hardon, escritor y teólogo jesuita, también la ayudó en su discernimiento y la animó a buscar una comunidad religiosa donde pudiera continuar practicando la medicina. El mundo, le dijo, “necesita médicos católicos”.
Las Pequeñas Obreras de los Sagrados Corazones, cuyas hermanas trabajan tanto en educación como en sanidad, parecía ser el lugar idóneo y, un año después de ayudar con la respuesta médica en la Zona Cero de Nueva York en el 11-S, entró en la comunidad.
Sin embargo, seguía en la reserva del ejército y la llamaron a filas tres veces más –tanto en Afganistán como en Estados Unidos– antes de que pudiera permanecer completamente en la comunidad religiosa.
Según la describían en 2016 en la revista de alumnos de la Universidad de Georgetown, “la medicina extrema tentó de nuevo [a sor Dede] varias veces últimamente para suministrar cuidados en la región del Kurdistán en el norte de Irak”. El Grupo Global de Apoyo Quirúrgico y Médico (GSMSG por sus siglas en inglés), fundado en 2015 por Aaron Epstein, alumno de Georgetown, ofrece atención médica en regiones asoladas por la guerra.
Epstein afirma que Byrne fue una de las primeras en creer en él y en respaldar sus ideas, ofreciéndose voluntaria para ir con él a Irak y para reclutar a otros médicos estadounidenses. Byrne fue en la primera misión médica de GSMSG durante dos semanas. También está en el panel de asesores médicos.
“Sor Dede ofrece sus excepcionales aptitudes a los refugiados que más lo necesitaban”, contó Epstein a la revista. “Los kurdos a los que atendíamos la adoraban totalmente y siempre preguntaban cuándo volvería de nuevo”.
“Aporta una credibilidad a nuestros esfuerzos como sólo podría hacerlo una antigua cirujana del ejército estadounidense convertida en monja de la Iglesia, y creo que no hay ninguna persona como ella en el mundo”, añadió Epstein. “Es única y más valiente de lo que se pueda imaginar”.