Chile y un llamado al diálogo por paz y la justicia en la Araucanía, escenario de un histórico enfrentamiento que vuelve a ser noticia por estos días En las últimas semanas se ha producido un aumento de acciones violentas en la región de la Araucanía, es así como en el sector Maquehue, muy cerca del exaeropuerto del mismo nombre y donde el papa Francisco celebró la misa durante su visita apostólica de 2018, llegó un grupo fuertemente armado y quemaron 18 camiones y maquinaria.
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Además, el lonko (jefe) mapuche Aniceto Norín denunció que desconocidos perpetraron un ataque incendiario en contra de maquinaria ubicada a un costado de su vivienda.
“Lo que ha sucedido en este tiempo es de larga data. La penetración de Chile en territorio mapuche fue violento y junto con eso una serie de políticas, no muy felices, que no reconocen ni consideran a los habitantes originarios. Pero también tiene que ver con la concepción republicana del siglo XIX de lo que era un país, monocultural y con una sola identidad”, explica a Aleteia Pedro Mege, académico de la Universidad Católica y director del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas.
La forma en que se concibió Chile y los pueblos originarios en el siglo XIX, y específicamente con el pueblo mapuche, han provocado las tensiones que hoy se viven en la zona sur del país.
“Yo creo que todos los sectores, salvo un pequeño grupo ultra de violencia, estarían de acuerdo en dialogar y tomar medidas. Pero aquí lo fundamental es la legitimización y escucha de los poderes y líderes locales (lonkos), que en general no se hace mucho. Se debe hacer un esfuerzo de reconocer y conocer las necesidades específicas de las distintas zonas mapuches para avanzar y establecer un pacto que debe ser intercultural para que sea razonable para todos los sectores involucrados”, comenta el académico.
Monseñor Héctor Vargas, obispo de Temuco, en el 2016 presidió la Comisión Asesora Presidencial Araucanía, que tuvo como fin abordar los hechos de violencia en La Araucanía y encontrar soluciones conjuntas a través de mesas de diálogo. Dicha comisión presentó un plan de reconocimiento y desarrollo para la zona. Entre los principales anuncios estaba el reconocimiento de los derechos colectivos del pueblo mapuche; la tramitación con suma urgencia de los Proyectos de Ley que crean el Ministerio de Pueblos Indígenas y el Consejo de Pueblos Indígenas; entras medidas. Hasta la fecha nada de esto se ha concretado ni fue tema de discusión en las últimas elecciones presidenciales.
Para Pedro Mege el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios y específicamente para los mapuches es el piso mínimo. “Porque nosotros como sociedad necesitamos plantearnos multiculturalmente; debemos tener otra cabeza que nos haga elásticos y abiertos a la diferencia”, expresa.
Por su parte monseñor Vargas comentó a diario El Mercurio que “provoca desconcierto el que a menudo permanezcan sin mayor efecto la promesas que el Estado ha hecho al pueblo mapuche y a la región”.
Por otro lado, el Comité Permanente Episcopal chileno publicó hace escasos momentos una declaración que hace presente “las graves consecuencias de los episodios violentos ocurridos en el último tiempo en la región, entre ellos la muerte de compatriotas, mapuche y no mapuche, hechos que en su momento fueron condenados de manera transversal y que además han sido y están siendo juzgados por los tribunales”
“También nos inquieta gravemente el enfrentamiento entre civiles que ha impactado al país”, prosiguen los obispos. Añaden que la historia “no se cansa de enseñarnos que toda acción de violencia sólo produce nuevas injusticias, dolor, pobreza y más violencia, aumentando las fracturas sociales, de por sí difíciles de sanar”.
Es por eso, que a través de esta declaración, se hace un llamado al diálogo por la paz y la justicia en la Araucanía (ver declaración completa aquí).
Mientras todo esto sucede. Una vez más cobra vida el poema de la destacada folclorista y artista Violeta Parra, quien describe la situación que afecta a la zona sur de Chile desde siglos:
“Arauco tiene una pena
Que no la puedo callar
Son injusticias de siglos
Que todos ven aplicar
Nadie le ha puesto remedio…”
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