La capital colombiana celebra 482 años de fundada con el más alto índice de afectados por el coronavirus y custodiada, como desde sus orígenes, por el Señor Caído y la Virgen María, erigidos en sus cerros más altos.
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Al igual que hace 482 años, Bogotá sigue teniendo protección divina y los ciudadanos continúan elevando su mirada y sus oraciones hacia los cerros de Monserrate y Guadalupe para implorar misericordia.
Con el pasar de los siglos la devoción y los peregrinos han ido en aumento. En estas dos cimas, ubicadas al oriente de la ciudad, los españoles plantaron cruces como símbolo de protección y levantaron ermitas, tradición cristiana del continente europeo que trasladaron a América.
Estos cerros ya eran lugares sagrados antes de la llegada de los españoles. Los muiscas, indígenas que habitaban la región, adoraban al dios sol con juegos, ofrendas y danzas que interpretaban mientras subían por los empinados caminos hacia las montañas, los mismos caminos que hoy recorren los miles de peregrinos que llegan, algunos de rodillas, a implorar favores y agradecer milagros.
Aunque las peregrinaciones están suspendidas desde el pasado mes de marzo, el Señor de Monserrate bajará de la cima, como pocas veces ha ocurrido en más de cuatro siglos. En los próximos días, con el fin de pedir por el fin de la pandemia, la imagen descenderá más de tres mil metros y recorrerá algunas zonas de la ciudad, así lo confirmó el padre Ramón Zambrano, director del Canal Cristovisión: “Una buena noticia para Bogotá. El Señor de Monserrate bajará del 9 al 16 de agosto. Estará en las cinco catedrales que están en el territorio de la ciudad”.
A su protección encomienda su labor pastoral Monseñor Luis José Rueda, quien desde hace dos meses asumió como arzobispo de Bogotá: “Jesús, en el Evangelio de San Mateo, capítulo 28, hizo la promesa a sus discípulos: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. El lugar de Monserrate se ha convertido en signo de la presencia activa del Señor Jesús custodiando la ciudad”.
La ermita de Monserrate
La piadosa devoción a la Santa Cruz que existía en la Bogotá de 1650 creció cuando se concedió permiso para levantar la primera ermita en lo alto del cerro bautizado Nuestra Señora de la Cruz de Monserrate, donde don Pedro Solís de Valenzuela colocó una imagen de Nuestra Señora de Monserrat, advocación muy conocida en Cataluña y que después se convertiría en su patrona.
La construcción y dotación de la ermita –con la figura central de la Virgen en una hermosa escultura dorada, con el Niño Jesús y una corona– fue todo un reto por el esfuerzo que significaba subir materiales a pie o a lomo de bestias, en medio del frío del entonces villorrio que luego se convertiría en la capital del país.
En el año de 1670 llegaron al empinado lugar un grupo de ermitaños que vivían en el desierto de La Candelaria y empezaron a vestir los hábitos de los Agustinos Recoletos. Años después, por orden del rey de España se intentó sin éxito demoler el lugar por no tener los permisos requeridos para el establecimiento de la comunidad recoleta, la cual fue expulsada y reemplazada por los jesuitas.
Más adelante, uno de los administradores de la ermita, el padre Bernardino de Rojas, pidió a un escultor de la ciudad tallar en madera las figuras del Señor Caído y de Cristo Crucificado y las ubicó en una capilla anexa. Con el tiempo, la imagen del Señor Caído tomó protagonismo por los milagros que le atribuían los devotos y reemplazó a la Virgen de Monserrat como patrona del lugar, aunque el nombre dado al cerro permaneció.
Guadalupe y la Inmaculada
Un poco más al sur de Monserrate se levantó una capilla en honor a la Virgen, justo en el lugar donde se había levantado una cruz para proteger a la población de los rayos que continuamente caían sobre Santafé de Bogotá. La imagen de la Virgen de Guadalupe –la de Babajoz, en España, y no la mexicana– fue entronizada en el lugar el 8 de septiembre de 1656 luego de una peregrinación encabezada por las principales autoridades civiles y eclesiásticas.
Los terremotos que sacudieron la ciudad en 1743, 1785 y 1826 no tuvieron piedad con la pequeña capilla que fue destruida, reconstruida y nuevamente afectada por el terremoto de 1917. Después de uno de esos fuertes movimientos sísmicos, a la “Señora”, como llamaban a la Virgen de Guadalupe, la bajaron en procesión y nunca volvió a subir.
Después de más de 20 años en ruinas, el lugar fue reconstruido y en su parte exterior se erigió una gran escultura de la Virgen Inmaculada de 15 metros de altura, con los brazos abiertos, que se ha convertido en símbolo bogotano por excelencia.
“La Santísima Virgen María también acompaña la vida de los bogotanos y más en este tiempo. Cuando volvemos los ojos hacia María encontramos en ella la ternura y la fortaleza cada día”, dice monseñor Rueda, prelado de la capital, donde se registran más de 113 mil personas contagiadas por el coronavirus y más de tres mil fallecidos.
Así –en medio de un aislamiento obligatorio y el cierre de varias localidades– celebra Bogotá este 6 de agosto, un año más de fundada y un año más de estar bajo el cuidado de la Santísima Virgen y el Señor de Monserrate, “que cae para estar con nosotros en nuestras caídas, para darnos la mano y levantarnos”, como lo recuerda el arzobispo Rueda.
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