El cardenal australiano cuenta detalles sobre su experiencia en prisión
El cardenal George Pell que estuvo 13 meses en dos prisiones antes de ser absuelto por el Tribunal Supremo de Australia cuenta cómo vivió ese tiempo desde la fe, incluido un encuentro con otro recluso que le escupió mientras estaban en patios separados para el ejercicio.
“Nunca me sentí abandonado por Dios, sabiendo que el Señor estaba conmigo, a pesar de que no entendía lo que estaba haciendo durante la mayor parte de esos trece meses”, dijo el cardenal australiano, 79 años, prefecto emérito de la Secretaría de Economía del Vaticano, que rompió el silencio.
“Durante muchos años había predicado el sufrimiento que el Hijo de Dios también experimentó en esta tierra, y este hecho me consoló. Entonces, recé por amigos y enemigos, por mis seguidores y mi familia, por las víctimas de abuso sexual y por mis compañeros prisioneros y guardianes”, añadió Pell que había sido nombrado obispo auxiliar en la arquidiócesis de Melbourne en 1987, convirtiéndose en arzobispo metropolitano de la ciudad en 1996.
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El alto prelado estuvo en régimen de aislamiento durante poco más de un año, cumpliendo una condena tanto en la Prisión de Melbourne como en la Prisión de Barwon, después de que un jurado del Tribunal del Condado lo declarara culpable en 2018 de cinco cargos relacionados con las acusaciones de haber agredido sexualmente a dos niños del coro en 1996 en la catedral de San Patricio en Melbourne.
Infierno
“Hay mucha bondad en las prisiones. A veces, estoy seguro de que las prisiones pueden ser un infierno en la tierra. Tuve la suerte de que me mantuvieran a salvo y me trataran bien. Me impresionó el profesionalismo de los guardias, la fe de los prisioneros, y la existencia de un sentido moral incluso en los lugares más oscuros”, afirmó el cardenal australiano que en abril de 2013 el papa Francisco nombró miembro del Consejo de Cardenales y, en febrero de 2014, prefecto de la Secretaría para la Economía.
“Mientras caminaba por el perímetro, alguien me escupió a través del alambre de la abertura abierta y comenzó a condenarme. Fue una sorpresa total, así que volví furioso a la ventana para enfrentarme a mi asaltante y reprenderle”, escribió Pell en el artículo titulado “Mi tiempo en la cárcel”, publicado en First Things.
Existencia del mal
El cardenal describe la “antipatía de los prisioneros hacia los perpetradores de abuso sexual” que “es universal en el mundo angloparlante”. “Todos estamos tentados a despreciar a aquellos que definimos como peores que nosotros mismos. Incluso los asesinos comparten el desdén hacia aquellos que violan a los jóvenes. Por irónico que sea, este desdén no es del todo malo, ya que expresa la creencia en la existencia del bien y el mal, el bien y el mal, que a menudo sale a la superficie en las cárceles de manera sorprendente”.
Liberación
Pell describe como recibió la noticia de su liberación: “En la mañana del 7 de abril, la televisión nacional retransmitió el anuncio del veredicto del Tribunal Supremo. Vi en mi celda del Canal 7 cómo un joven y sorprendido reportero informaba a Australia de mi absolución y me quedé aún más perplejo por la unanimidad de los siete jueces”.
“Los otros tres prisioneros de mi unidad me felicitaron, y pronto fui liberado en un mundo encerrado por el coronavirus. Mi viaje fue extraño. Dos helicópteros de la prensa me siguieron desde Barwon hasta el Convento de las Carmelitas en Melbourne, y al día siguiente, dos coches de la prensa me acompañaron los 880 kilómetros hasta Sydney”, agregó.
Rezar
“Para muchos, el tiempo en prisión es una oportunidad para reflexionar y confrontar verdades básicas. La vida en la prisión eliminó cualquier excusa de que estaba demasiado ocupado para rezar, y mi horario regular de oración me sostuvo. Desde la primera noche, siempre tenía un breviario…, y recibía la Santa Comunión cada semana. En cinco ocasiones asistí a la misa, aunque no pude celebrarla, hecho que lamenté particularmente en Navidad y Pascua”.
Aislamiento
Desde su condena en febrero de 2019 hasta su absolución en abril de este año, el cardenal Pell estuvo aislado, dado el riesgo de que sufriera agresiones, al haber sido condenado por abusar de menores. El rechazo de los presos hacia este delito le permite reflexionar sobre el mal.
Cárcel
El cardenal Pell se encontró en una celda de pocos metros que contenía una cama con un colchón “no muy grueso”, una lámpara de lectura, dos mantas, una tetera, un televisor y espacio para comer. Se le permitían dos descansos de media hora afuera cada día. El alto prelado caído en desgracia cuenta: “Mi fe católica me sostenía, especialmente la comprensión de que mi sufrimiento no tiene por qué ser inútil, sino que puede unirse al de Cristo Nuestro Señor”.