Enfocarse en un modelo de elección basado en el amor verdadero que integra la emoción con los motivos razonables
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Posiblemente sea lo más importante que te hayas propuesto en tu vida, pero aún así continúas tomando decisiones pobres cuando se trata de elegir a esa persona para involucrarte en una relación amorosa a largo plazo.
Después de todo ¿cómo saber en el momento si es una buena o mala elección? ¿Acaso se trata de reconocer más que de elegir? Hay algunos aspectos en los que podemos poner el foco para ayudarnos no solo a comprender el motivo de nuestros errores pasados, sino también prepararnos mejor a la hora dar el siguiente paso de amor.
Dejar de lado los miedos para enfocarse en el amor
Es muy común caer en el conflicto del amor y los miedos, dos cosas que chocan entre sí. Por eso el primer paso para hacer una buena elección es identificar y enfrentar esos miedos con los que cargamos, nuestros principales enemigos que son obstáculos y contrarios al amor.
Muchos de los miedos que podemos tener pegados en el corazón se deben a malas experiencias pasadas que directa o indirectamente hemos vivido en carne propia o nos han llegado a través de otros. Los más comunes son el miedo a no ser queridos o valorados, o el miedo a la soledad misma sintiendo que no estamos acompañados en este mundo.
Estos miedos confunden porque uno podría pensar que no es bueno estar solo o que tal vez está amando mucho porque uno quiere estar en una relación. Sin embargo, la experiencia muestra lo contrario: para estar con otro también es importante aprender a estar solo y el no saber esperar a la persona correcta, hace que uno se equivoque con mayor facilidad.
El modo de enfocarse en el amor es apartando los miedos para no salir a conquistar movido por ellos, a querer convertir en enamorado a toda costa al que no es o jamás llegará a serlo. En realidad no se trata de que uno “ame demasiado”, sino que “desea demasiado ser amado”. El motor verdadero de esa elección no es el amor, sino el miedo.
Dar en vez de intentar poseer
La persona que elegimos no puede ser un remedio a la soledad, alguien de quien necesaria e imperiosamente necesitamos. Su compañía será una consecuencia, pero en la elección el foco debe ser la persona y no su utilidad. Cuando el objetivo es la posesión como si fuera un objeto, uno tiende a dominarlo y no es posible que haya una donación para el otro.
Uno se mete en su propio deseo de merecer el amor de quien no lo ama, se autoconvence de que lo conquistará a fuerza de complacerlo. Y esto le ocurre mucho a las mujeres: cuando de verdad llega alguien que no es el esperado, pero que podría ser la persona indicada, una no siente nada por él ya que toda la atención está en el otro que es “presa” del amor.
Se puede dejar pasar una buena oportunidad, tal vez el mejor hombre que podría ser para ella y esto no es posible concretarlo porque no sabe recibir el amor, sino que está empeñada en conquistarlo.
Hacer renuncias por amor
La liberación del corazón femenino para darse por encontrada y descubierta por el hombre, está en renunciar a “cazarlo” e incluso en aceptar la posibilidad de que no sea para ella su vocación en la vida casarse o ser madre. En esta renuncia del propio querer, está la libertad y la sanación que le permite moverse dando pasos hacia su felicidad e incluso dejándose sorprender por la vida.
Se trata de renunciar a una posesividad afectiva, a decidir renunciar a uno mismo para darse a otro a la manera como el otro necesita. Cuando empecinada por el deseo de hacerse amar además se intenta utilizar la sexualidad como herramienta para manipular, se hace más incapaz de aprender a dejarse amar, a aceptar y entregarse al que de verdad la ama en vez de regalarse al que solo la desea. Sabrá diferenciar a un hombre de otro.
Y hay una verdad: no todo hombre que aparezca será capaz de amarla como ella aspira a ser amada. Cuando uno está sediento de amor, es más fácil que niegue las evidencias e intente manipular la realidad para que vaya acorde a sus deseos. Es probable que incluso en esa ceguera tampoco escuche a amigos u otras personas que la quieren.
Integrar la emoción con los motivos razonables
El modelo de elección no debe ser exclusivamente pasional. El modelo moderno “de pareja” es un modelo donde predomina el elemento emotivo, sentimental, instintivo y donde las consideraciones de la razón son descalificadas como “puro cálculo” o “represión”.
Pero la experiencia demuestra que si se elige por el flechazo uno queda traspasado por una flecha que a la larga a veces se corta y queda la herida latente. La elección puramente emocional e impulsiva no es buen parámetro para elegir. Tampoco podemos elegir como un frío cálculo racional. El amor humano debe ser razonable.
Abrir la mirada y vivir aquello que anhelas
A veces nos quejamos de que son todos iguales, pero tal vez sean así los que tú siempre eliges. ¿Has sido capaz de dejar que un hombre distinto te mire, de sentirte esperada por un hombre diferente? Quizás no sepas qué es ser amada por un hombre distinto. Ignorancia o un temor inconsciente que sin embargo te hace vivir de espaldas a lo que aspiras.
Quizá el hombre capaz de amarte verdaderamente te parecería aburrido. Quizás temes inconscientemente al compromiso personal en el que te vincularía un compromiso con un hombre de verdad. ¿Eliges siempre la misma relación porque temes otra? ¿estás dividida entre el deseo de recibir y el temor de tener que corresponder?
De nada sirve hacer como hacen los que te han dañado: buscar divertirse, jugar a seducir y borrarlos cuando se ponen molestos. Si a ellos no les importas, ¿por qué debería importarte a ti? Puedes haberte cansado, pero hay algo seguro: no podrás encontrar al hombre que te trate bien si tu no lo haces primero. Con resentimiento no podrás elegir bien.
Trabajar en el amor propio
Si amor es lo que queremos, además de quitarse los miedos es importante asegurarse de llenar todos los espacios del corazón con mucho amor. Vivirlo para luego compartirlo.
El desarrollo del amor propio nos permite la búsqueda del otro desde la plenitud, que es lo contrario a buscarlo desde la carencia, desde aquello que nos falta. Amar es querer el bien del otro, un amor que entrega lo mejor que uno es para el bien del otro.
Tener mucho amor propio desarrollado ayuda a saberse cuidar y también cuidar al otro. Estar saciado de amor nos permite posicionarnos con más firmeza a la hora de elegir a la otra persona sin decir que sí al primero que encuentra. Buscar desde una necesidad nunca da resultado, pero estar lleno y con mucho amor para dar es un punto a nuestro favor.
Fomentar el amor de amistad
Cuando uno tiene un amor de amistad quiere el bien del otro y por eso se entrega como lo mejor para él. Cuando nos hemos esforzado en hacer crecer el sano amor a uno mismo, será importante que podamos compartirlo con alguien por mucho tiempo y para eso la amistad es clave para alimentar la confianza y el diálogo junto a las virtudes que son herramientas para una buena elección.
Cuando ponemos la amistad como prioridad, se aprende en cierto modo a morir a un mismo: al tiempo para esperar y a la pasión para ordenarla. Cuando eso ocurre, uno se transforma en alguien mejor para otro. Y cuanto más cede más exigirán y gritarían los sentimientos, pero cuanto más se los domine con la razón y la fe, más se someterán y amaremos mejor.
Un buen criterio para elegir bien pasa por considerar si como fruto de esa amistad que madura compartimos los mismos valores, pensamos distinto pero nos ponemos de acuerdo, si miramos la vida con un mismo enfoque, si proyectamos en las distintas dimensiones, si podemos conversar o planificar y manejar situaciones cotidianas. En suma, si ese otro es alguien con el que puedo crear un proyecto de vida.
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