Sacerdotes, religiosas, médicos, enfermeras en primera línea se han convertido en símbolos de sacrificio, a menudo sirviendo al pueblo con gran riesgo
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Este año la Pascua encierra un misterio hasta para los más chicos del oratorio de la catedral de Voghera, en Lombardia. El sacerdote italiano, Enrico Bernuzzi, 46 años, murió el lunes del Ángel en la madrugada por coronavirus. Tras unos días de fiebre alta, tos y dificultades respiratorias, el párroco había llegado al hospital ya en estado grave y hospitalizado en reanimación. “El domingo estaba bien, aún no recapacitamos”, dijo al teléfono una colaboradora parroquial.
El padre Bernuzzi era una guía para jóvenes y niños. Ellos confinados, desconsolados, lo lloran a distancia; numerosos siguieron la misa en streaming live para recordarlo, el domingo 19 de abril de 2020. En la homilía, el sacerdote fue definido como un amigo de los jóvenes, “un sacerdote del que necesitábamos”. “Don Enrico ahora ayudará a los jóvenes de la parroquia desde la Gloria del Padre, de esto estamos seguros. Jóvenes no están solos”.
La desaparición de padre Bernuzzi, uno de los sacerdotes italianos más jóvenes debido al Covid-19, forma parte del contexto de la pandemia en Italia y que causó una gran impresión hasta al The New York Times que recientemente ha dedicado un reportaje especial.
Entre Semana Santa y Pascua, otros siete sacerdotes italianos han muerto, para un total de 111 presbíteros diocesanos que han fallecido como resultado del virus, excepto por situaciones que aún no han sido reportadas, y sin contar los muchos religiosos y monjas que han muerto hasta ahora. Algunos estaban ya ‘jubilados’, pero seguían activos en su servicio a la comunidad.
Números que nadie quiere llevar o contar. Además porque crece el recuerdo de los sacerdotes que perdieron sus vidas compartiendo hasta el final el sufrimiento de su pueblo. El periódico de los obispos italianos, avvenire.it, ha recopilado esa larga lista de historias para que la memoria se vuelva gratitud.
Memoria que se vuelve plegaria al recordar que el día de Pascua la diócesis de Milán perdió a padre Giovanni Ferré, de 90 años, por 17 años párroco de Besozzo, un pueblo de Varesotto, entonces capellán del Hogar de Ancianos Menotti Bassani en Laveno Mombello donde había numerosos casos de Covid-19. En la víspera de su muerte, Monseñor Saverio Del Vecchio, el formador de muchos sacerdotes, había muerto en la diócesis de Cerignola.
Don Luigi Angeloni, de 96 años, el sacerdote más veterano de la archidiócesis de Camerino-San Severino Marche, que murió en las mismas horas. Un lunes de Pascua de dolor también para la diócesis de Cesena-Sarsina, donde Don Franco Guardigni, de 79 años, murió, cuando había dedicado sus últimos 15 años a la parroquia de Longiano.
Pocos días antes, en la diócesis de Senigallia, el virus había eliminado a la edad de 91 años a Don Darío Giorgi, vinculado a la espiritualidad de los cistercienses, hasta el punto de querer vestirse en el ataúd de su hábito blanco con el escapulario negro.
El Jueves Santo le tocó a la diócesis de Pesaro llorar a un sacerdote muerto, el cuarto: Don Marcello Balducci, de 61 años, enfermo desde hace tiempo pero que seguía escuchando a mucha gente, por teléfono consolaba a sus fieles.
“La muerte de todos estos sacerdotes es un signo fuerte: muchos eran ancianos, pero aún seguían activos en el servicio pastoral, y por lo tanto compartiendo la vida del pueblo en este momento de prueba”, afirmó Monseñor Luigi Ernesto Palletti, diócesis de La Spezia-Sarzana-Brugnato, de la que es obispo, ha tenido hasta cuatro sacerdotes arrancados en un mes y medio.
El número de los sacerdotes caídos en servicio conmocionó al Papa que en la misa del Jueves Santo en una Basílica de San Pedro vacía, los recordó y agradeció a Dios por estas vocaciones. “En estos días, más de 60 (curas) han muerto en Italia, atendiendo a los enfermos en los hospitales”, afirmó, llamándolos “los santos de al lado, sacerdotes que dieron sus vidas en servicio”.
Al respecto, se puede considerar que el Papa que ha planteado una perspectiva mas amplia de la santidad en el documento: Gaudete Exsultate, de marzo 2018, proponga una memoria especial para estos ‘sacerdotes’ caídos en la batalla a la pandemia.
Cuestión también sustentada por el Motu Propio sobre la santidad “maiorem hac dilectionem” documento sobre el ofrecimiento de la vida, promulgado el 11 de julio de 2017, en el cual indica que se deberá establecer que la persona vivía las virtudes cristianas en modo normal y su heroicidad se manifiesta en el momento de arriesgar la propia vida según el ejemplo de la caridad de Cristo.