Cinco grupos de trabajo para toda la Iglesia
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La Iglesia católica ha desplegado todo su potencial asistencial y caritativo ante el coronavirus. Son acciones que realiza no solo Caritas, sino muchas instituciones religiosas: órdenes y congregaciones que tienen una dedicación exclusiva a los pobres, a los ancianos, a los niños, a los desamparados. También sacerdotes y voluntarios laicos.
El papa Francisco no hace más que apelar a la colaboración y a la atención a los más débiles: los presos, los marginados, los que carecen de ingresos, los enfermos, los migrantes…
También el papa Francisco ha decidido, en uso de la autoridad que Dios le ha conferido como sucesor de Pedro, que los fieles participaran en la gracia de los sacramentos y en la liturgia, con dispensas especiales, especialmente en la Eucaristía, la confesión y la Sant Misa, que dado el confinamiento general pueden obtener a través de internet.
Es así, en efecto, la cantidad enorme de misas que se transmiten en todo el mundo a través de la red. Esto alivia y consuela a todos los fieles sin distinción, sanos y enfermos. Los discursos del papa Francisco y sus dos bendiciones Urbi et Orbi –la especial por el coronavirus y la de Pascua– fueron acogidas con devoción por los fieles, pidiendo el fin de la pandemia.
Las iglesias y los templos están vacíos, pero los fieles los llenan en sus casas confinados.
La familia, así, realmente es en estos tiempos “una Iglesia doméstica. En algunos casos los templos han sido utilizados para albergar enfermos que no cabían en los hospitales y centros de salud, o han sido atendidas personas vulnerables, como los sintecho, o se han repartido alimentos a los más necesitados. Desde el primer momento, y bajo la guía del Papa y de los obispos, se puede decir que la Iglesia se ha puesto las pilas en ayuda a los que más débiles y a los que sufren la pandemia.
Una prueba de ello es la información que ha dado el cardenal Peter KodwoAppiah Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo humano integral.
El cardenal, en unas declaraciones al diario del Vaticano L´Osservatore Romano, ha dicho que, siguiendo las instrucciones del Papa, se han creado cinco grupos de trabajo, no solo de cara a hacer frente al Covid-19, sino en el prevenir el futuro económico y social, y en las futuras pandemias. “Si no pensamos en el mañana, ha dicho el cardenal, nos encontraremos de nuevo sin preparación para una próxima pandemia”.
Los cinco grupos de trabajo, que no son solo de la Santa Sede, sino que trabaja juntamente con las conferencias episcopales y los obispados. Estos grupos son:
1.- La emergencia del momento, que trabaja con Cáritas Internacional.
2.- Escrutar el futuro, a través de las pontificas academias de la Vida, de las Ciencias y de las Ciencias Sociales.
3.- La comunicación de los trabajos.
4.- La cooperación con los estados y las organizaciones internacionales. Este grupo será coordinado por la Secretaría de Estado.
5.- Recoger, de modo transparente, los fondos necesarios para poder llegar a una distribución de la riqueza hacia los más necesitados.
“Es necesario –dice el cardenal Peter KodwoAppiah Turkson—tener valentía y profecía, como tuvo el Papa en su encíclica “Laudato sí”, y como lo dijo en su mensaje Urbi et Orbi: es hora que todos los estados hagan frente a las necesidades del momento. Es hora de reducir, si no incluso condonar, la deuda que grava a los estados más pobres. Es hora de recurrir a soluciones innovadoras. Es ora de encontrar la valentía para adherirse al llamamiento del alto al fuego global e inmediato en todos los países del mundo. Y no es el tiempo para fabricar y traficar con armas, destinando ingentes capitales que deberían ir a salvar vidas”.
La Iglesia tiene, hemos dicho antes, numerosas instituciones caritativas que se han volcado y que se vuelcan a favor de los enfermos, los desamparados, en el ámbito de Cáritas, en el ámbito de tantas instituciones de religiosas y religiosos, en el ámbito de instituciones laicales, en el ámbito del voluntariado que surge, muchas veces espontáneo, de las parroquias o de los mismos fieles.
Todas estas obras de caridad, por amor a Dios y a los que sufren, muchas veces son en silencio. No lo hacen los fieles para sacar algún titular en el periódico, lo hacen por amor. Me ha dicho una hermana de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta: “nosotras no tenemos nada que decir, porque lo que hacemos solo tiene que saberlo Dios, nuestro amor”. Esto desmiente algunas informaciones, especialmente en Argentina y algún país de América Latina, que han dicho que la Iglesia no hace nada o muy poco. No están informados. No conocen las instituciones de la Iglesia. No conocen su silencio, y que su único propósito es amar a Dios y a los hombres.
Por otro lado, las organizaciones de la Iglesia han hecho su trabajo en coordinación con las autoridades civiles de los estados, desde el confinamiento hasta el voluntariado. Y aquí se hace visible lo que establece el Concilio Vaticano II sobre las relaciones Iglesia-Estado: deben ser independientes, cada uno en su propio orden, pero dado que están ambos al servicio del hombre, deben tener entre sí una “sana cooperación” (Gaudium et Spes, n. 76).
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