El coronavirus también ha generado efectos insospechados en las costumbres más arraigadas y características de este pueblo latinoamericano. En el mundo es Semana Santa, pero en Uruguay es Semana de Turismo. Así está establecido en el calendario oficial desde que en 1919 se terminara de formalizar la separación Iglesia-Estado.
Desde ese momento, todos los feriados con algún vínculo religioso han sido trastocados. Por ejemplo, la Navidad pasó a denominarse Día de la Familia; Día de Reyes, el Día de los Niños; la fiesta de la Inmaculada Concepción, Día de las Playas.
Esta situación ha calado hondo en la idiosincrasia de los uruguayos, quienes por mucho tiempo han convivido con fuertes tradiciones populares, mientras que lo religioso ha quedado como en un segundo plano, más bien en la esfera de lo privado.
Así pues, históricamente la semana más importante para los cristianos ha tenido que conformarse en Uruguay con diluirse entre otras “prioridades”.
En ese sentido, comenzaron a surgir festividades, coincidentes con este tiempo, que la han hecho también empezar a adoptar otros nombres. Por ejemplo, Semana Criolla, Semana de la Cerveza o mezclándose incluso con eventos deportivos como la Vuelta Ciclista del Uruguay, además de otras cuestiones más vinculadas al ámbito rural. En definitiva, allá a lo último… Semana Santa.
“¿Qué vas a hacer en Turismo?”, una pregunta típica uruguaya previo a Semana Santa donde también el ida y vuelta entre ámbitos estatales y de trabajo –incentivando con días libres a veces consecutivos durante todo ese tiempo- la transforman en un cóctel perfecto para el esparcimiento.
El Covid-19 y un efecto inesperado
El avance del nuevo coroanavirus -que viene impactando a Uruguay desde el pasado 13 de marzo y que ya ha dejado más de 350 personas contagiadas y 4 fallecidos- ha modificado todos los calendarios y planes a nivel mundial. Pero en Uruguay ha tocado de lleno la gran costumbre fuertemente arraigada de salir de turismo durante estos días tan especiales.
Efectivamente, por estas horas el gobierno uruguayo ha estado motivando a la ciudadanía a quedarse en su casa y hacer el esfuerzo de vivir una semana distinta. Si bien el país no había optado aún por una “cuarentena obligatoria” la exhortación ha sido muy clara: tengamos una Semana de Turismo “interdomiciliaria”.
Sí, aunque suene extraño, la invitación este año es la de permanecer en los lugares de residencia y desarrollar controles en rutas, además de suspender esas otras festividades tradicionales ya mencionadas. Al mismo tiempo, se ha pedido la colaboración a centros de hospedaje, hoteles o lugares de camping a colaborar con esta decisión desestimulando ofertas o propuestas.
Esta Semana de Turismo, #QuedateEnCasa. Hacelo por todos los que no podemos. pic.twitter.com/1MGetuffdf
— Ministerio del Interior (@Minterioruy) April 3, 2020
De momento, ahora resta esperar la respuesta de la ciudadanía a estos planteos y verificar si el llamado -para evitar que aumenten los casos de contagios de manera acelerada en Uruguay- logra hacer efectivo algo sin precedentes en los últimos 100 años y que golpea lo que suele ser más que aceptado.
Diferente, pero Semana Santa al fin
Mientras tanto, a nivel de Iglesia, siguiendo el ejemplo de lo que sucede en otras partes del mundo y hasta la propia Roma, la Semana Santa se vivirá de una manera distinta: sin fieles y a través de diversas plataformas de comunicación.
Incluso, en los últimos días, además de misas en internet y propuestas de retiros espirituales on line, entre otras, de cara a la Semana Santa hasta los sacerdotes han imitado gestos que se han estado repitiendo en otros lugares del mundo habida cuenta de la decisión de celebraciones evitando aglomeraciones.
Sin lugar a dudas todo esto ya es una experiencia única y dolorosa para la Iglesia local. Pero lo cierto es que tal vez nadie se hubiera imaginado que en esta oportunidad en Uruguay aquello del turismo, la tradición y la festividad popular tendría un momento en que empezara a quedar en segundo plano.
Es que por un momento todo, al menos en esta ocasión, todo parece darse vuelta. Todo aquello pasa, pero Semana Santa queda. Y los uruguayos están invitados a vivir una semana más espiritual, más reflexiva, sin tanto movimiento exterior. El deseo de las autoridades es que sea un tiempo de mirada en los otros para que cada uno se sienta responsable de alguna manera tanto de la salud individual como colectiva.
¿Acaso todo esto no tiene una extraña conexión con el verdadero sentido de la Semana Santa? ¿Acaso humildemente no se puede afirmar que Uruguay se prepara para vivir aún sin saberlo o reconocerlo –dejando de lado otros momentos complejos, extraordinarios e intensos de la historia reciente- su semana “más santa” de los últimos 100 años? Si no es así, al menos se estará muy cerca.
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