El presidente argentino, Alberto Fernández, pidió al Cura Brochero -santo que murió tras contagio de lepra y con actitud servicial ante la epidemia de cólera de 1867- para que se frene la pandemia Al finalizar la jornada laboral en la que se decidieron algunas políticas de contención de la pandemia del coronavrius en el país, el presidente de la República Argentina, Alberto Fernández, visitó la capilla Cristo Rey de la Casa Rosada, el palacio oficial de gobierno.
Allí, se dirigió ante una diminuta imagen del San Gabriel de Rosario del Cura Brochero, cuya festividad se celebraba ese día. Se trata no sólo del primer santo argentino, sino de un sacerdote que, así como vivió para la evangelización, murió enfermo de un padecimiento contagioso que contrajo por estar con los enfermos: la lepra.
La fotografía la difundió en su cuenta de Instagram el fotógrafo oficial de la Casa Rosada Víctor Hugo Bugge.
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Según trascendió a los medios de comunicación y publicó el diario La Nación, el dignatario visitó la capilla dedicada a Cristo Rey invitado por el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, uno de sus más cercanos colaboradores. “El cura Brochero murió mientras atendía leprosos, en una peste como hoy”, explicaron en el entorno del presidente, según publicó el diario La Nación.
Más allá de la lepra, es conocida la actitud servicial del Santo Cura Brochero en la epidemia del cólera de 1867, tiempos que compartió servicio de atención, sepultura y consuelo en la Córdoba del siglo XIX con otra santa, la Beata Madre Catalina. Por aquellos años, en su provincia natal, fallecieron unas 2700 personas.
El joven Brochero todavía no había llegado al curato desde el que dio vuelo a la la vida espiritual y parroquial de la Argentina como pocos en la historia. Pero como joven sacerdote se destacó entonces por su heroico servicio a los enfermos, moribundos y también consuelo y apoyo a las familias.
“Se lo veía correr de enfermo en enfermo, ofreciendo al moribundo el religioso consuelo, recogiendo su última palabra y cubriendo las miserias de sus deudos. Éste ha sido uno de los períodos más ejemplares, más peligrosos, más fatigantes y heroicos de su vida”, escribió su amigo de juventud Ramón Cárcano, según documenta en el libro Cura Brochero, un santo argentino, el periodista Guillermo Villarreal.
En el mismo libro Villarreal da cuenta de una entrañable anécdota. Resulta que Brochero había llegado agotado al hogar, y a las 4 de la mañana se le presentó un joven llorando y rogando que asista a su moribundo tío. Así lo hizo el cura, y se encontró con que el enfermo en aquel rancherío al que le daría la extrema unción era un antiguo compañero suyo en el colegio Loreto. Murió en sus brazos.
En tiempos en los que las transmisiones de la Misa por internet cobran un renovado valor, la diócesis de Cruz del Eje transmitió en vivo la Eucaristía por la Festividad del Santo desde el Santuario en Villa Cura Brochero. Son tiempos de dificultades, de desgranar rosarios como decía Brochero e invitaba el Obispo Ricardo Araya en la celebración.
En su homilía, el Obispo evocó unas palabras de Brochero ya enfermo de lepra, ciego, y solo: “Es un grandísimo favor el que me ha hecho Dios nuestro Señor. Me da la ocupación de buscar mi fin y orar por los hombres pasados. Por los presentes y los que han de venir hasta el fin del mundo”.
Brochero era un hombre de palabra. Rezó por los que vendrán. Y seguramente intercede desde el cielo por sus compatriotas que como los de todos los pueblos sufren hoy de la soledad e incertidumbre. A su imagen, concluyó, “ojalá que nosotros hagamos de este momento de dificultad, un tiempo para la palabra de Dios, para rezar, para desgranar rosarios. Un tiempo para animarnos en la esperanza de los cristianos. Esa esperanza que sabe experimentar lo difícil, pero que tiene la certeza de que Dios siempre ayuda”.
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