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¿Por qué molesta que el nombre de Dios aparezca en la nueva constitución de Rusia?

RUSSIA
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Salvador Aragonés - publicado el 08/03/20
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Vladimir Putin presenta el nuevo texto constitucional, con enmiendas personales, que deberá aprobarse por referéndum el 22 de abril, en el 150 aniversario del nacimiento del fundador de la Rusia soviética, Vladimir Ilich Lenin

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El presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, pondrá a votación, en referéndum, el nuevo texto constitucional que reforma el anterior, en el que destacan sobre todo el nacionalismo y la integridad territorial (ni un palmo) –incluidos la península de Crimea y las islas Kuriles (disputadas por Japón)—y también que Rusia es la “sucesora legal de la Unión Soviética”, con lo que rechaza el “revisionismo” histórico de Rusia (la participación del pueblo en la II Guerra Mundial, a pesar del pacto entre Stalin y Hitler previo a la entrada de Rusia a la guerra contra Alemania).

La reforma constitucional se someterá a referéndum el próximo el 22 de abril, que coincide con el 150 aniversario del nacimiento del fundador de la Rusia soviética, Vladimir Ilich Lenin

Sin embargo, en la prensa internacional lo que ha sido más criticado es que aparezca “Dios” en el texto constitucional, y que defina el matrimonio como el formado por un hombre y una mujer. Es una enmienda del presidente: “No habrá ‘progenitor 1’ y ‘progenitor 2’ mientras yo sea presidente, sólo mamá y papá”, dijo Vladimir Putin. Y el vicepresidente de la Duma Estatal (Cámara baja), Piotr Tolstoi comentó: “me alegra que esta enmienda haya sido firmada por el jefe del Estado”.

La enmienda donde aparece Dios dice así: “La Federación Rusa, unida por una historia de mil años, preservando la memoria de los antepasados que nos transmitieron los ideales y la fe en Dios, así como la continuidad en el desarrollo del estado ruso, reconoce la unidad estatal históricamente establecida”.

En la Constitución de los Estados Unidos se defiende el matrimonio como el formado por un hombre y una mujer: la palabra “matrimonio” significa solamente una unión legal entre un hombre y una mujer como marido y esposa y la palabra “cónyuge” se refiere sólo a una persona del sexo opuesto que es marido o esposa, y, sin embargo, bajo la presidencia de Barak Obama, se legalizó el matrimonio homosexual. En el caso de Rusia, Putin dijo “mientras yo sea presidente”, que es un período breve de tiempo.

La enmienda muy criticada del presidente Putin es la que afirma: “La Federación Rusa, unida por una historia de mil años, preservando la memoria de los antepasados que nos transmitieron los ideales y la fe en Dios, así como la continuidad en el desarrollo del estado ruso, reconoce la unidad estatal históricamente establecida”.

En este punto, las críticas han sido muy fuertes: “¿Por qué citar a Dios?”, dice escandalizada una parte de la prensa occidental. Todo el laicismo se ha volcado rechazando el uso del nombre de Dios en la reformada constitución de Rusia, porque Putin no es un demócrata, es un hombre del pasado, y porque el nombre de Dios debe desaparecer de cualquier manifestación pública. El laicismo quiere imponer una sociedad sin Dios, como en la Revolución francesa de 1889, que no es precisamente reciente.

Ciertamente que Vladimir Putin no es un político que tenga pedigrí democrático, ni en su pasado (dirigente de la KGB), ni en su presente (boicotear a sus opositores, a veces de modo artero). Pero de ahí a criticar que Dios esté, o no, presente en una constitución de un estado es mezclar las cosas. ¿Qué significa la ausencia de Dios en los textos jurídicos? ¿Mejora acaso la vida de los ciudadanos, o la empobrece cultural y personalmente?

En primer lugar, hay que decir que, de los 198 estados miembros de las Naciones Unidas, unos 120 mencionan a Dios y/o la religión de alguna manera en sus textos constitucionales o leyes fundamentales del estado. Si no mencionan específicamente a “Dios”, mencionan a Jesucristo, o a la Santísima Trinidad, o a Alá, budismo, etc. En estos países –casi todos de origen cristiano, europeos y latinoamericanos, así como árabes o islámicos o los budistas asiáticos—no molesta la mención a Dios en la gran mayoría de la población.

¿O es que se quiere expulsar a Dios del espacio público? Sin duda. No obstante, muchos países no quieren vivir con unas leyes sin Dios, ni sin la protección de Dios, a la que invocan muchos juramentos presidenciales, como el de Estados Unidos, donde el nuevo presidente termina su juramento: So Help me God” (“Que Dios me ayude”).

En muchos estados que reconocen a la religión su papel beneficioso para la sociedad, sostienen la independencia entre la religión y el estado, y la prohibición de los clérigos de ser elegidos diputados u ocupar cargos electivos en el Estado. Análogo a lo que lo marca el Concilio Vaticano II, que en su Constitución Pastoral Gaudium et Spes (Cfr. n. 76) destaca que la Iglesia, al igual que el Estado, aunque con fines diversos, se ocupan de las personas y por ello necesitan de una “sana cooperación”, pero son “independientes, cada uno en su propio cometido”.

Sería largo enumerar los estados que incluyen a Dios en sus constituciones. En la constitución mejicana, por ejemplo, empieza: En el nombre de Dios Todopoderoso, autor y supremo legislador… La gran mayoría de estos países son cristianos, de confesiones cristianas, como la católica, la anglicana, la luterana (los países bálticos del norte de Europa son estados confesionales luteranos).

¿Quiénes no mencionan a Dios? Casi todos los estados que no citan a Dios en sus textos constitucionales son africanos (por la influencia del animismo y las religiones coloniales) precisamente allí donde la religión es más floreciente, como ocurre también en Ecuador el único estado de América Latina que no menciona a Dios. Otros estados son: Francia, Austria, Turquía, India, Corea del Norte y hasta hoy Rusia.

No será adecuado terminar el artículo sin mencionar que en la reforma de la Constitución de Rusia se contempla adecuar las pensiones al coste de la vida y el establecimiento de un salario mínimo por encima del lindar de la pobreza, lo que venía reclamando la población.

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